Un judío de Cirene

ÉTHOS
03/05/2025 04:00
    El difunto Papa invitó a detener la carrera e interesarnos por los demás, sobre todo cuando las noticias no nos conmueven o las personas se vuelven números; cuando no hay tiempo para escuchar o prisa para decidir.

    Aunque desfasados, continuaremos comentando las enseñanzas del Papa Francisco sobre el Vía Crucis, en espera del Cónclave. En la quinta estación se reflexiona el momento en que se obligó a un hombre de Cirene, llamado Simón, a que ayudara a Jesús desfalleciente a cargar la cruz.

    Cirene fue una colonia griega situada en la parte norte de África, al oeste de Egipto, separada por el desierto de Libia. Los griegos querían hacer de Cirene la “Atenas de África”, pero todo quedó en proyecto; posteriormente, se convirtió en colonia romana arrebatada a los Ptolomeos.

    Simón, originario de esa región, no se ofreció a llevar la cruz, sino que lo obligaron. Tal vez, vieron que tenía el físico adecuado para llevar el patíbulo, como llamaban al travesaño horizontal de la cruz (al igual que a una Y de madera donde azotaban a los esclavos, o al madero con que atrancaban la puerta).

    A lo mejor, Simón se acercó a observar por curiosidad. Lo cierto es que no se habla de que los discípulos se encontraran entre los que seguían al nazareno en ese camino, quizá por el temor de involucrarse o comprometerse.

    La crucifixión era uno de los más crueles suplicios que se acostumbraban en aquella época. Se aplicaba este castigo solamente a las clases bajas o esclavos que se rebelaban, como el famoso caso de Espartaco, ya que un ciudadano romano no podía ser crucificado. De ahí que Pablo dijo que constituía un escándalo para los judíos predicar un Cristo crucificado (1Cor 1,22-23).

    Por eso, el difunto Papa invitó a detener la carrera e interesarnos por los demás, sobre todo cuando las noticias no nos conmueven o las personas se vuelven números; cuando no hay tiempo para escuchar o prisa para decidir.

    ¿Detengo mi carrera?