La escritora Taylor Caldwell, en una de sus novelas históricas, legó una semblanza de Saulo de Tarso que tituló “El gran León de Dios”. Hacemos referencia al título de esa obra porque el nuevo Papa, Robert Francis Prevost, eligió el simbólico nombre de León XIV.
Metafóricamente, la figura del león forma parte de la tradición bíblica para representar al Mesías. En un texto del libro del Génesis, (49,9) se dice: “¡Judá es cachorro de león!”. Asimismo, se considera al Rey David descendiente de Judá y, por tanto, se nombró a Jesús como el león de Judá: “Entonces uno de los ancianos me dijo: ‘No llores más; acaba de triunfar el león de la tribu de Judá, el brote de David; él abrirá el libro y sus siete sellos’” (Ap 5,5).
Normalmente, cuando un Cardenal es elegido Papa, se le pregunta si acepta el nombramiento. A este cuestionamiento se añade otro no menos importante: ¿qué nombre escoge? La elección del nombre denota cuál va a ser la pauta de su pontificado. Por ejemplo, Jorge Mario Bergoglio escogió el nombre de Francisco, para indicar la sencillez y humildad con que iba a proceder.
Si Robert Prevost, quien nació en Estados Unidos, pero también tiene nacionalidad peruana, vivió mucho tiempo en Latinoamérica, es de la Orden de San Agustín y eligió el nombre de León XIV, se puede suponer que retomará y actualizará la línea del Papa León XIII (fallecido en 1903), quien se distinguió por analizar los cambios del mundo industrial y priorizar la doctrina social de la Iglesia. Su encíclica más reconocida es la “Rerum Novarum” (Acerca de las cosas nuevas), que versa sobre los derechos de los trabajadores, razón por la cual se le llamó el “Papa de los obreros”.
¿Promuevo la justicia social?