Un muro es un muro

    El Presidente dice que el muro colocado en el Zócalo la noche del 7 de marzo fue con la intención de proteger la protesta de las mujeres y así evitar un mal mayor. No dejo de pensar en el grupo de policías que sufrieron la violencia y no puedo más que conferirle la razón. Pero un muro es un muro, y debemos entender que simboliza una realidad más profunda que abre cicatrices dolorosas. Si el del Zócalo fue para mitigar los riesgos de la violencia, según el Presidente, más bien fue entendido como el resultado final de la indiferencia, la insensibilidad e incomprensión de un sistema patriarcal al que él pertenece.

    Las redes sociales se desbordaron en una sola voz: el Presidente es un conservador y no está dispuesto a escucharnos. Esto frustró a quienes hemos defendido el credo de su Gobierno y nos emocionamos con su discurso de toma de posesión. Un sentimiento de soledad nos invadió. El “te lo dije” brotó de muchas bocas; ¿los “otros” conservadores estaban ganando la discusión?, ¿se trata de ganar el punto y tener la razón o de enfrentar todos unidos un tema tan ominoso como los feminicidios en nuestro país?

    El enojo de las manifestantes venía de mucho antes y se alimenta de varios agravios. Este ha sido un año en el que las cosas no han sido fáciles para nadie; a eso agreguemos que un presunto violador ha sido impulsado por AMLO a la gubernatura de Guerrero, la desaparición de muchas mujeres sin respuesta alguna y la lentitud en la revisión de un sistema judicial anquilosado. Leer todos los días sobre las exigencias que no han sido escuchadas coloca las cosas en un punto terminal. Si bien AMLO tiene un Gabinete paritario con lo cual rechaza las acusaciones de misoginia, lo cierto es que sus colaboradoras se caracterizan por la sumisión frente a la palabra del Presidente. Y es que el pacto patriarcal es un concepto que el mandatario al parecer no entiende del todo.

    Las muchas teorías feministas son complejas y requieren de un cuidadoso estudio y asimilación. Pero nadie le pide al Presidente que se vuelva un pensador feminista, se trata de ser empático con el dolor de las mujeres, entender que un feminicidio no respeta clases sociales ni se origina en el hambre, que las políticas públicas encaminadas a mejorar los problemas económicos de los mexicanos no cancelan las razones por las cuales un hombre asesina a una mujer. Creo que no es difícil de entender.

    Aunque parezca que la agenda feminista está de moda, en realidad responde a la rabia ancestral. Hoy muchas mujeres encarnamos los reclamos de otras generaciones que sufrieron el abuso sistemático de la autoridad masculina. Las miles de víctimas a manos de un asesino por el simple hecho de ser mujer.

    La palabra muro nombra esa rabia contenida, desata una enorme cantidad de traumas por historias soterradas que unos días antes del 8M se recrudecen y reviven para exigir justicia. Por qué no entender que las mujeres furiosas no son feminazis o fakeministas, son las que cargan con el dolor de casos específicos terriblemente cercanos. Muchas han sobrevivido convirtiéndose en verdaderas guerreras, pero otras no vivieron para contarlo. Lamentablemente el muro es la metáfora de “no oigo tu reclamo, tu dolor me es ajeno”.

    El concepto de AMLO es: la valla protege, pero para quienes estuvieron aquella noche del otro lado, quienes la vimos en las redes sociales, era un llamado para tirarla. Ese muro confirmó que las agresiones de las que hemos sido objeto no significan nada para la autoridad que, lejos de combatirlas, las ha permitido.

    La respuesta fue convertir esa afrenta en un lienzo artístico en el que se plasmaron los nombres de las desaparecidas y de las muertas. Como si se tratara de una enorme intervención artística el dolor, la impotencia y la rebeldía crearon una imagen poderosa, contundente y redentora en contra de la mediocre condición humana. Fue un momento culminante, milagroso. Quedará como un manifiesto en la memoria. Flores y nombres de mujeres muertas en una batalla de la que no se quiere hablar pero que es en parte responsabilidad del Gobierno. Enormes reflectores con los enunciados a favor de la justicia completaron un cuadro espontáneo lleno de amor y de ternura. Luego, no se pudo evitar la violencia, la rebeldía. Las mujeres que se manifestaron buscan iguales que las acompañen en la lucha y que no duden de ellas. Las mujeres necesitamos un Presidente que entienda y que se sume a los reclamos y al dolor. AMLO levantó un muro en lugar de construir un diálogo. Él dice que para protegernos. Terminó siendo interpretado como un acto hostil.

    El patriarcado es un sistema que valida el maltrato sistemático, eso ya lo deberíamos tener claro todos y todas. La mayoría de las mujeres hemos vivido algún tipo de relación abusiva o en la que de manera soterrada se nos ha humillado. Millones de mujeres hemos tenido que derribar muros a nuestro paso y así aprendimos a sobrevivir con la rabia, la valentía y el coraje que es ser mujer. Si hubo violencia, injusticia e incomprensión este 8M, habría que aprender de la experiencia. Aún estamos a tiempo.

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