Comenzamos, ya, el mes de diciembre, pero el espíritu de Navidad se anticipó y reina desde hace tiempo en los aparadores de las tiendas y en las luces, nacimientos y arbolitos con que se decoraron las casas.
Se puede pensar que esta anticipación tiene solamente una raíz comercial y publicitaria; sin embargo, el frenesí y premura con que se adornan las fachadas y salas de los hogares no proviene estricta y llanamente de la mercadotecnia, sino también del deseo de paz y armonía que brota de los corazones, además de la nostalgia, remembranzas y sentimientos infantiles que afloran es este tiempo tan dulce y peculiar.
Charles Bukowski, con su inveterado sarcasmo e ironía, asentó también este fenómeno: “Es Navidad desde finales de octubre. Las luces se encienden siempre antes, mientras que las personas son cada vez más intermitentes. Yo quiero un diciembre con las luces apagadas y con las personas encendidas”.
¡Qué diferente sería la Navidad, si se hiciera realidad el deseo de Bukowski! No sería necesario adornar fachadas, encender luces, ni decorar nacimientos y arbolitos, porque lo importante es que las personas estarían realmente encendidas.
Con su estilo reposado y diferente, el dramaturgo T.S. Eliot, escribió un poema dedicado al cultivo del árbol de Navidad, donde precisó que existen diferentes posturas y comportamientos en relación con esta festividad:
“Existen diversas actitudes en relación con la Navidad, y de alguna de ellas podemos hacer caso omiso: la social, la torpe, la manifiestamente comercial, la bulliciosa (los bares están abiertos hasta la medianoche), y la infantil, que no es la del niño para el cual cada vela es una estrella, y el ángel dorado desplegando sus alas en la copa del árbol no es solamente un adorno, sino un ángel”.
¿Celebraré esta Navidad apagado o encendido?