El breve discurso pronunciado por Andrés Manuel López Obrador la noche del primero de julio, pretendía darnos algunas pistas de lo que podemos esperar a lo largo de su mandato. Fue claro y conciliador. O, mejor dicho, reconciliador. En sus breves palabras, más los pasos que ha venido dando esta semana (su encuentro con empresarios, sus declaraciones respecto a su nueva relación con Morena, la participación de su familia en el mandato, etc.), como diría Anaya, ¿podemos ver al AMLO que nos gobernará durante los próximos seis años?
Lo conocemos en su larguísima campaña y, más o menos, por la manera en que gobernó la Ciudad de México. Una cosa es el noviazgo, y una muy diferente el matrimonio, una cosa es ser colegas de años y otra muy diferente que el colega sea tu jefe, una cosa es cantar en la regadera y una muy distinta subirse al escenario, por ello, resulta conveniente comenzar a buscar algunos puntos de comparación que nos permitan entender más objetivamente la nueva faceta del Peje. Me explico.
Una vía relativamente sencilla para hacernos una imagen del posible tono del mandato presidencial de AMLO, es comparándolo con otros líderes carismáticos que llegaron a la presidencia en unas condiciones similares a las que llegó él. Hoy me centraré en José Mujica, ex Presidente de Uruguay, y si el ejercicio resulta de utilidad, posteriormente haré lo mismo con otros ex presidentes como por ello Lula, Chávez, Castro o, incluso, Fox. Por sus rasgos y modo en que llegaron al poder, pueden ser referentes válidos.
Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz, después de haber realizado una investigación periodística que les llevó más de siete años, publicaron un libro al que titularon “Una oveja negra al poder. Pepe Mujica, la política de la gente”, donde retratan de una manera muy clara al José Mujica persona-Presidente-ex Presidente.
Aun y cuando Mujica siempre pensó que “La política es la lucha por la felicidad de todos”, a decir de Danza y Tulbovitz, “nunca terminó de creerse el cargo, y tal vez ese fue uno de sus principales problemas. Y también una de sus principales virtudes [...] porque eso le dio credibilidad”. Mujica quiso presentarse ante los uruguayos como “el Presidente más pobre del mundo [...]. Una oveja negra orgullosa de serlo y con ganas de mostrarse”, un Quijote con disfraz de Sancho, como dijo Daniel Vidart.
Este hecho Mujica no lo entendía de un modo tan literal; se asume como un tipo austero, pero no como alguien pobre (su finca de más de 20 hectáreas, valuada en casi un millón de dólares, le impide llegar a ser materialmente pobre). Donde hubo plena coincidencia entre la opinión pública y la de Mujica, fue en su actitud y comportamiento irreverente. Se esmeraba en ello, porque, como él dijo; “soy el único tipo de la política uruguaya que dice lo que piensa. A veces es muy incómodo decir lo que se piensa. El asunto es que tengo marcha atrás, porque no soy un fanático”.
Las anécdotas que dibujan la personalidad de Mujica se cuentan por montones, y de ellas podemos extraer algunas proximidades con AMLO, que nos pueden servir para imaginarnos algo del tono que tendrá su mandato. Sin agotar las que se describen en el libro de Danza y Tulbovit, enlistaré las similitudes y diferencias más evidentes entre ambos.
La primera de ellas es la manera en que fueron haciendo crecer su popularidad. Pateando calles en barrios populares y en muchísimos rincones rurales, su nombre se volvió familiar a sus futuros votantes. La tenacidad es otro rasgo en común. Seguidores y detractores escucharon decir a Mujica: “cuando se sufre una derrota el asunto es volverse a levantar, y seguir y seguir”. Una tercera coincidencia la encontramos en un tema sensible para quien vivió en las filas de la guerrilla: “no acompaño el camino del odio, ni aun hacia aquellos que tuvieron bajezas con nosotros. El odio no construye”. En su campaña, y ya como Presidente, decía: “quiero hacer un gobierno sin rencores ni venganzas ni dogmatismos ideológicos. Cambié y mucho. [...] Mi camino es distinto al de Chávez”.
La cuarta coincidencia está en su aproximación al término socialismo. Mujica decía que “la palabra socialismo es muy complicada. Simplemente alcanza con lo más chiquito: luchamos por la igualdad entre los hombres”. La quinta concurrencia, tiene que ver con el respaldo ofrecido por la ciudadanía. Danza y Tulbovit refieren que en Uruguay, “la gente estaba deseosa de algo distinto. La fórmula Mujica-Astorga ganó la segunda vuelta electoral con el 52.4 por ciento de los votos”.
En lo que respecta a las obsesiones, son muchas las similitudes entre Mujica y AMLO: ampliar la oferta de la universidad pública, promover “el aprendizaje de oficios, viviendas para los pobres y mejorar la infraestructura del país a través de vías de trenes, puertos y carreteras”.
Apenas entró a la presidencia, Pepe Mujica cambió la oficina donde despacharía. Vendió la casa presidencial, y comenzó a trabajar en un caserón viejo donde estuvo el partido político en el que militó. Esta octava coincidencia, como refieren Danza y Tulbovitz en su libro, fue una señal política que buscaba ser algo más que eso: servir de ejemplo a todo su gabinete. Mujica donaba el 70 por ciento de su sueldo, para que fuera destinado a la construcción de viviendas para personas de escasos recursos.
El recorte a gastos que consideraba inútiles, es otra clara coincidencia. Mujica en lo familiar nunca tuvo servicio doméstico, y prescindía cada vez que podía del gubernamental. Su equipo de seguridad personal se limitaba a unas cuantas personas, que cuando le acompañaban hacían las veces de chofer. Su coordinadora de oficina era fotógrafa, canciller, publirrelacionista y todo lo que se fuera requiriendo en el momento. Los viajes internacionales los realizaba a través de líneas comerciales, y su comitiva era tan reducida que de lo asombroso pasaba a lo ridículo. De igual forma, “puso mucho esfuerzo y empeño en promover una reforma del Estado para quitar los privilegios a los funcionarios públicos”.
A falta de estudios de posgrado, la principal fuente de consulta de Mujica era el sentido común. Como dicen Danza y Tulbovitz, “En su cabeza las ideas estaban un poco entreveradas y necesitaba ordenarlas. El orden nunca fue su fuerte, pero ahora [en su calidad de Presidente] era necesario”.
Las 14 coincidencias referidas al momento son tan claras, como las diferencias entre ambos personajes. Mujica, como cualquier viejo sabio, “criticó el poder, y dijo que nunca sería Presidente”, mientras que el Peje tiene 18 años recordándonoslo. Su terco afán por cobrar más impuestos a los grandes terratenientes fue algo que el ex mandatario uruguayo no cesó de anunciar y, al parecer, tuvo su origen en el resentimiento que se gestó en él durante su etapa de guerrillero, un rasgo que lo distancia de López Obrador.
Seguramente estoy dejando por fuera muchas diferencias clave, que valdría la pena traer a cuento. Sin embargo, esta omisión no es tan relevante como la necesidad de descubrir un rasgo en López Obrador, con el que Mujica ha vivido y será recordado por siempre: “yo tengo que luchar por la vida de las personas en la realidad concreta de hoy, y no hacerlo es una inmoralidad. Estoy luchando por ideales, pero no puedo sacrificar el bienestar de la gente por ideales”.
Pocos dudan de los ideales y principios que mueven al Peje; tan pocos como los que tienen clara la manera en que los llevará a la realidad concreta.
@pabloayalae