Una pandemia con máscara festiva. Ninguno se fíe del virus en Carnaval

OBSERVATORIO
    Vengan todos a la mascarada del virus para gozar ahora y llorar después a las víctimas de las negligencias sanitarias. Vivan la bitácora carnavalera y luego descorran sus alegrías frente a las camas de hospital, intubaciones y personal médico que ya se cansó de ofrendar su vida a cambio de las negligencias ajenas.

    La fiesta no es tal mientras el luto domina en tantos hogares por los nuevos decesos causados por la Covid-19, o las secuelas de la enfermedad. A no ser que adaptemos nuestra realidad estatal a la que plantea el poeta Juan de Dios Peza, donde “aquí aprendemos a reír con llanto, y también a llorar a carcajadas”, el Carnaval de Mazatlán que inició ayer resignifica nuestras tragedias y deshumaniza el dolor al mismo tiempo, sin treguas que sirvan para desentrañar esa rara amalgama de sollozo y risa.

    En la autenticidad que hiere, aquella en la que antes la solidaridad colectiva estaba garantizada, en pocas horas Sinaloa sufrió la pérdida de vidas humanas que en distintos frentes del quehacer social aportaron mucho: Sergio Jacobo Gutiérrez, político y académico de altas miras y grandes aportaciones; Atanacio Loza Bazán, activista de los derechos ciudadanos sin sacar raja de esa lucha librada desde trincheras desventajosas; el periodista y profesor Gerardo Osornio Ortiz, analista tenaz a través de la radio sinaloense, y Javier Pérez Robles, otra voz radiofónica fundamental en la defensoría social y salud mental.

    Aunque la otra autenticidad, la que mata, empezó el 24 de febrero en el puerto cuya perla adquiere de nuevo la tonalidad triste que antecede a las embestidas de la pandemia derivadas de políticas públicas que decretan el reír llorando. Vengan todos a la mascarada del virus para gozar ahora y llorar después a las víctimas de las negligencias sanitarias. Vivan la bitácora carnavalera y luego descorran sus alegrías frente a las camas de hospital, intubaciones y personal médico que ya se cansó de ofrendar su vida a cambio de las negligencias ajenas.

    El miércoles fueron agregados a la estadística oficial 843 contagios y 18 defunciones, datos que por sí solos derrumban la posibilidad de que la nao de la pandemia prosiga imperturbable en el océano de descuidos, simulaciones y protagonismos que mienten sobre el curso de la nave sinaloense hacia la desgracia colectiva. Está muriendo la gente por decenas, están cayendo pilares significativos del edificio cívico, pero la fiesta debe continuar.

    ¿Cuándo empezamos a ser indiferentes a la tragedia cercana? Mientras la clase política lamenta al unísono la pérdida de uno de los suyos, constructor de acuerdos y diálogos para la gobernabilidad y la academia; el sector de comunicadores siente en carne propia otra zarpada de la muerte, y la familia de Atanacio Loza se apresta a despedir al activista que no pretendía gloria ni cargos públicos, “un gran papá, amigo, compañero y luchador sin buscar alguna ventaja”, en Mazatlán el Alcalde Luis Guillermo Benítez Torres proclama la risa, el baile, la cerveza y la farsa como última voluntad de los sobrevivientes de la pandemia.

    Lo que resulta irrefutable a la luz de las vacilaciones del “sí” y “no” al Carnaval, es que se decidió efectuarlo con base a criterios más políticos que pandémicos. Benítez Torres refrendó que tiene inmejorables hilos de protección tendidos hacia Palacio Nacional, tan sólidos que posiblemente el Presidente Andrés Manuel López Obrador avale el domingo con su presencia la fiesta, a unos días de que envió al Secretario de Turismo, Miguel Torruco a anunciar que se haría el Carnaval, pasando por alto a las autoridades estatales.

    Y qué casualidad que el mismo día que el Gobernador Rubén Rocha Moya autorizó que se realice el Carnaval estuviera en Culiacán el dirigente del Movimiento Regeneración Nacional, Mario Delgado Carrillo (el que a veces hunde y en ocasiones rescata a los alcaldes de Morena de Culiacán y Mazatlán), en un evento dizque para socializar la reforma energética propuesta por López Obrador.

    De esta manera a “El Químico” se le anticipa el margen de exculpación por si acaso las cosas le salieran mal. La convocatoria para que los mazatlecos y visitantes acudan a la franja carnavalera a convivir simultáneamente con el virus y el bullicio, constituye un aviso a tiempo para el Presidente, Gobernador, Secretario de Salud, Alcalde, empresarios turísticos y cerveceros y cualquiera que esté involucrado en la celebración del Carnaval: es imposible que en una concentración humana tan grande se controle que las personas guarden un metro y medio de distancia entre sí, usen cubrebocas y gel antibacterial, o se les verifique la temperatura corporal.

    Lo más seguro es que el Carnaval transite por las vías de fantasía y negligencias y que la población de Mazatlán y los turistas les den rienda suelta a los placeres. Antes que eso, la conjunción de desidias gubernativa, ciudadana, partidista y económica logró la deslumbrante comparsa para que la gente baile con el virus, sufra con la Covid-19 y -ojalá esto no suceda- les lleve el contagio a adultos mayores, niños y enfermos que serían puestos en peligro de muerte.

    Rogando para que todo salga bien, regístrese mientras tanto la lista de aquellos a los que hacemos responsables.

    Reverso

    El edicto del rey Momo avisa,

    Que quien hoy asista al Carnaval,

    Vaya mañana a orar en misa,

    Por las víctimas del virus letal.

    Con disfraz de paladines

    No crean los maestros agremiados en la Sección 53 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación que la elección de secretario general, que se realizará hoy en Sinaloa, es una votación para elegir al nuevo rey feo (espantoso por las mañas que pueda tener) del SNTE. Que no los enajenen con el carnestolendo son de guitarras, bombo y caja que acompaña la comparsa corrupta que trata de retener el mando sindical para cacicazgos que amasan fortunas con el dinero del magisterio, mientras éste continuará ofensivamente desvalijado.

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