El Concierto Familiar que ofreció el domingo la OSSLA fue todo un éxito. Se congregaron muchas familias y los niños se comportaron a la altura. Los músicos deleitaron a los asistentes al interpretar el Concierto para piano, de Edvard Grieg, así como la Tercera Sinfonía, “Eroica”, de Ludwig van Beethoven.
Una gran lección para niños y adolescentes resultó el joven pianista, originario de Zacatecas, Elías Manzo, quien cuenta con 17 años de edad y ofreció un soberbio recital. Sobre todo, dio gusto ver que un niño que está aprendiendo a tocar el violín en la Escuela de Música del ISIC, acudiera en unión de su papá a este concierto. Se augura una prometedora cantera de jóvenes que aman y tocan la música clásica.
Al terminar el concierto, la ovación del público no se hizo esperar, quien batiendo palmas prolongó los aplausos hasta que el director, Miguel Salmón del Real (extremando explicaciones para la comprensión y deleite del público), señaló que ofrecerían un encore: el Vals triste, de Jean Sibelius.
Presa de una grave crisis emocional, Sibelius buscó la tranquilidad del campo y compuso esta pieza incidental como parte de una obra llamada La Muerte, escrita por su cuñado, el dramaturgo Aevid Järnefelt. Sin embargo, posteriormente la dio a conocer como pieza independiente con el nombre Tempo di valse lente - Poco risoluto.
Esa interpretación primigenia no se conservó, pero la tristeza y melancolía asoman por todas las notas del vals, con el cual Sibelius transmitió la nostalgia que sentía por su país, Finlandia.
La tristeza se reconforta con el bálsamo de la música, como hizo Chopin con el Estudio en Mi mayor opus 10, No. 3, conocido popularmente como Divina ilusión, por la letra de Enrique Quezada Reyes, de Los Tres Diamantes.
¿Me reconforta la música?