Vendrá la ofensiva de Trump a Sinaloa

    Lo único viable a corto plazo de las amenazas a México del nuevo inquilino de la Casa Blanca es enfrentar de lleno a los cárteles de la droga, lo cual coloca a Sinaloa como escenario central de esa política. Máxime que ni los clanes de ‘El Mayo’ Zambada y de ‘El Chapo’ Guzmán parecen entender o creer que Trump va en serio por ellos.

    Ni Trump ni Claudia Sheimbaum van a detener definitivamente el tráfico de drogas entre los dos países, haya cooperación o no para combatir a los cárteles, pero de las acciones ejecutivas del hombre naranja que incumben a México y que menos dificultades tendrán para concretarse será combatir a las organizaciones criminales clasificadas como terroristas.

    Así es, prácticamente la única política trumpiana que tendrá pleno apoyo en Estados Unidos y no poca aceptación entre políticos opositores, comunicadores y amplias capas sociales de México será que el país de las barras y las estrellas intervenga en el nuestro, no con tropas pero sí con asesoría militar, policial, dinero, armas y alta tecnología de inteligencia, para buscar la detención o eliminación de los líderes del crimen organizado, destruir laboratorios, intervenir en las empresas lavadoras de dinero y minar su poderío. Y, quizá, más operaciones tipo “enjambre”.

    En contraste, la imposición de aranceles y la expulsión masiva de migrantes ya enfrenta una fuerte resistencia de poderosos sectores empresariales, gobernadores, senadores, alcaldes, organizaciones humanitarias e iglesias. Unos por intereses estrictamente económicos y/o políticos, otros por razones humanitarias y religiosas.

    Trump tiene un masivo y beligerante apoyo en por lo menos poco más la mitad del electorado, no en balde las ovaciones más entusiastas de los invitados por el hombre naranja a la ceremonia de su segundo arribo a la Casa Blanca fueron las iniciativas que afectan a México, pero tendrá serios obstáculos para expulsar a millones de migrantes e imponer los aranceles.

    De los 11 millones de inmigrantes indocumentados que se calcula viven en Estados Unidos, dentro de los cuales aproximadamente 5 millones son mexicanos, al ritmo que van no podrán cumplir con su oferta de regresarlos a nuestro territorio. A pesar de que Donald Trump ha prometido llevar a cabo la mayor expulsión de inmigrantes de la historia de Estados Unidos, su primera Presidencia no encabeza el número de deportaciones llevadas a cabo. Sus antecesores en el cargo sobrepasaron los 1.5 millones que realizó entre 2017 y 2021, cuando ocupó por primera vez la Casa Blanca. Lo superaron los 5 millones de deportaciones que se registraron durante la Presidencia de Barack Obama, entre 2009 y 2017, y más aún, los 10 millones ocurridos durante el mandato de George W. Bush y los 12 millones de la gestión de Bill Clinton. Aunque en los tres casos se incluyen las deportaciones de dos mandatos, no de uno, como en el caso de Trump.

    Y si el magnate, aún con todas las advertencias de importantes economistas y empresarios de que la imposición de altas tarifas arancelarias provocaría una alta inflación en Estados Unidos, decide aplicarlas, podría generar la primera crisis de su segundo mandato. Para empezar, el Primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, ya anunció que su gobierno impondrá aranceles a las mercancías estadounidenses si es que Trump cumple con su promesa proteccionista.

    Así pues, lo único viable a corto plazo de las amenazas a México del nuevo inquilino de la Casa Blanca es enfrentar de lleno a los cárteles de la droga, lo cual coloca a Sinaloa como escenario central de esa política. Máxime que ni los clanes de “El Mayo” Zambada y de “El Chapo” Guzmán parecen entender o creer que Trump va en serio por ellos.

    Si hubiese una visión estratégica en los líderes actuales de ambos grupos, a pesar de las traiciones y pérdidas entre ellos, y que sus fundadores permanecerán en las prisiones de Estados Unidos hasta el final de sus vidas, buscarían dejar la confrontación y parar el tráfico de las píldoras de fentanilo hacia el norte de la frontera. Pero no hay ningún indicio de que eso vaya a suceder. Al contrario, el asesinato de un policía que fue arrojado a las puertas del edificio del Congreso del Estado de Sinaloa y el asesinato de Gael y Alexander y su padre en Culiacán se ven como crímenes que desafían, sin lógica alguna, no tan sólo al Gobierno de Sinaloa y al de la doctora Sheinbaum sino también la decisión de Trump de llamarlos terroristas y de enfrentarlos directamente.

    Como el amigo de Elon Musk y Zuckerberg no podrá colgarse triunfos espectaculares ni en política arancelaria ni en migración y menos anexarse Canadá, Groenlandia y el Canal de Panamá, lo que le queda, en lo inmediato, es atacar de frente a los cárteles mexicanos de la droga y más particularmente el de Sinaloa. Pero Mayos y Chapos no ven la tormenta para ponerse a rezar.

    Donald Trump tiene que entregar a sus seguidores triunfos rápidos los primeros 100 días o a más tardar este año, así que, lo más seguro, es que veamos la ofensiva contra el Cártel de Sinaloa en los próximos meses.

    Posdata

    Los grandes capos de Sinaloa, particularmente “El Mayo” y “El Chapo”, contaron, ante la sorpresa del mundo, con la simpatía y admiración, o por lo menos la tolerancia, de miles de sinaloenses, así como una amplia base social de apoyo, pero sus hijos no parecen que puedan presumir lo mismo, y en esta guerra han cometido muchos errores. El hecho que más le ha dolido a la población sinaloense, es el asesinato de Gael y Alexander y su papá. La marcha de protesta contra esas muertes grita lo que las mayorías sinaloenses piden: “¡Ya basta, no más violencia!”.