Nuevos vientos soplan en el ambiente político nacional, como resultado de la elección de los integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Es un hecho histórico, de gran trascendencia en la vida nacional, de tal manera que podemos decir que el 1 de junio del presente mes terminó una época de ignominia e inició un presente lleno de buenas nuevas para toda la sociedad. Es tan importante este acontecimiento que los ciudadanos se sienten contentos y seguros que la democracia llegó para quedarse en este gran país.
No hay duda en nuestra afirmación anterior. Lo que se ha decidido implica la transformación de la vida nacional en bien de todo el pueblo. Se le dijo adiós a un sistema jurídico lento y estrechamente ligado con los intereses económicos y políticos del pasado. El signo de ese sistema, como todos lo sabemos, era la corrupción.
Después de padecer, por décadas, los peores gobiernos, el pueblo, en 2018, dijo: ¡basta! y se echó a andar, impulsando la regeneración del País. Durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se sentaron las bases y se construyó el primer piso, teniendo claros sus objetivos, para hacer de México una Nación democrática y progresista, teniendo como premisa liberar a los más pobres de su ancestral pobreza. Paso a paso se van logrando esos objetivos.
Lo que se planteó realizar el primer gobierno de la cuarta transformación del País tiene continuidad en el gobierno actual de Claudia Sheinbaum, provocando verdadero entusiasmo en las masas populares, que son receptivas de lo que se construye en bien y para detonar el desarrollo nacional de manera efectiva, sin medias tintas. Todo bien planeado y pensando en el bien del pueblo, como destinatario de todos los esfuerzos que se realizan desde Palacio Nacional.
Con una entereza que no deja lugar a dudar, se viene planeando el desarrollo con bienestar en todo el territorio nacional, con una formidable fuerza que entusiasma a la ciudadanía.
Se vienen construyendo polos de desarrollo a todo lo largo y ancho del territorio nacional, con un dinamismo que apabulla incluso a los más recalcitrantes opositores, quienes no pueden negar la importancia de obras de infraestructura sembradas en todo el País. Sólo los muy ciegos no quieren ver la estela de obras de gran calado (el Tren Maya, los aeropuertos Felipe Ángeles y el de Tulum, la refinería Dos Bocas, la ampliación de puertos en Manzanillo y Veracruz, etc.) que están moldeando un nuevo paisaje económico, pleno de dinamismo, en México.
La transformación es evidente en todos los rincones del territorio nacional.
Es impresionante la cantidad de obras estructurales que se vienen realizando en todos los estados de la Unión. Para antes de que termine el actual sexenio de gobierno, el pueblo de México va a contar con trenes modernos, para desplazarse cómodamente en todo el territorio nacional. Eso se llama progreso, un sinfín de obras de gran envergadura se vienen realizando, para beneplácito del pueblo.
Además, en los gobiernos de la Cuarta Transformación todo proyecto se basa en estudios de viabilidad, escudriñando hasta los mínimos detalles, ponderando su impacto ambiental y su beneficio en bien del pueblo. Bajo ninguna circunstancia se aprueban obras o proyectos que impliquen un daño al medio ambiente y deterioren el territorio, poniendo en peligro a sus habitantes. El bienestar social, ecológico, del pueblo es un principio inamovible en todos los planes de desarrollo en marcha.
El pueblo de México posee incontables cualidades, entre ellas el de ser muy trabajador y tener arraigada una acendrada cultura de la honradez, que es reconocida por tirios y troyanos. Por eso ha dado su respaldo a un gobierno que busca dejar en el pasado la corrupción y mantener incólumes esos dos principios básicos que señalamos.