Violencia en Sinaloa, anzuelo electoral
Deletrear silencios y ruidos de políticos

OBSERVATORIO
    A toro pasado, con el asentimiento que pudiera traer el control del episodio en el que la delincuencia del narcotráfico privó de la libertad a 66 culiacanenses, intervención gubernamental que le costó la vida a un elemento de Guardia Nacional que cayó defendiendo a la población pacífica, sí sería conveniente el examen a los candidatos respecto a propuestas factibles para la seguridad pública duradera y verdadera.

    A diferencia de la afonía prudente que guardó la mayoría de candidatos y siglas políticas respecto a la reciente alteración de la paz pública que provocaron grupos delictivos en Culiacán, la dirigente del Partido Revolucionario Institucional en Sinaloa, Paola Gárate, le apostó a la estridencia declarativa, a la que ayer se sumó la lideresa panista Roxana Rubio, al proponer el lunes la renuncia del Secretario de Seguridad Pública del Gobierno del Estado, Gerardo Mérida Sánchez, pero sin especificar a quien, desde sus evaluaciones particularísimas, creen idóneo para garantizarnos tranquilidad a los sinaloenses.

    Quizá la mayoría de los ciudadanos comunes y corrientes piensen igual que ellas al calor de la zozobra vivida durante 72 horas, aunque la diferencia es que Gárate y Rubio presiden comunidades ideológicas y su obligación como líderes de opinión consiste en ir más allá de la crítica desprovista de soluciones. ¿Están seguras que la renuncia del titular de la SSP daría la certidumbre de no repetición de bucles recurrentes de violencia de alto impacto?

    No obstante que predominó la abstención a posicionarse frente al tema por parte de los pretensos a senadurías, diputaciones federales y locales, así como a alcaldías, se trata de dos extremos, mudez y destemplanza, que poco aportan a encabezar el debate público tan indispensable para catalizar los sentimientos de desamparo, miedo y frustración. Son iguales desatinos la voz iracunda soltada desde el pódium político, que el mutismo cómodo derivado de la carencia de ideas.

    A toro pasado, con el asentimiento que pudiera traer el control del episodio en el que la delincuencia del narcotráfico privó de la libertad a 66 culiacanenses, intervención gubernamental que le costó la vida a un elemento de Guardia Nacional que cayó defendiendo a la población pacífica, sí sería conveniente el examen a los candidatos respecto a propuestas factibles para la seguridad pública duradera y verdadera.

    Tendría que ser tal prueba bajo la advertencia de que se abstengan de decirles a los ciudadanos que esas cosas no pasarán si ellos, los candidatos, llegan a las posiciones de poder que definirá el voto el próximo 2 de junio. Vale la oportunidad de escucharlos y tal vez si convencen hasta les demos el voto. Qué tal si está allí entre ellas y ellos, oculta en el oportunismo que lucra con la desgracia social, la fórmula milagrosa contra la violencia.

    Por lo pronto, aparte de Paola Gárate y Roxana Rubio, son pocos los políticos que se colgaron de la circunstancia que en general arredró a los ciudadanos de bien. Héctor Melesio Cuén Ojeda, líder de facto del Partido Sinaloense y coyuntural priista aspirante a una diputación federal de representación proporcional, mostró cautela al manifestar que la solución al combate de la violencia tiene que ser multifactorial, iniciando desde la familia, con educación, empleo y oportunidades para jóvenes, e inversión para generar productividad y desarrollo en el País y en el estado. Dijo que la autoridad ha sido rebasada y no cuenta con una estrategia definida para garantizar la seguridad en Sinaloa y, de paso, volvió a lanzarse contra medios de comunicación que, según él, desvían la atención o minimizan las cosas a cambio de un pago por parte del Gobierno del Estado.

    Otro que se pronunció en el contexto violento con raíz en el enfrentamiento entre células del narcotráfico que dejó tres muertos en Badiraguato la madrugada del 21 de marzo, fue Ricardo Hernández Guerrero, delegado en Sinaloa de la campaña de Xóchitl Gálvez, candidata a la Presidencia por la alianza Fuerza y Corazón por México. Expresó “la más alta solidaridad para los familiares y víctimas de estos lamentables hechos. Frente a la magnitud de lo que estoy diciendo el Gobernador del Estado se limita a decir ‘estas cosas pasan’. Pues yo les digo que estas cosas no deberían de pasar, por ello hago un llamado a todos los cualiacanenses y sinaloenses para que no perdamos la capacidad de asombro, para que no normalicemos esto que está mal”.

    Excepto estos planteamientos, no hubo otros de consideración provenientes de postulantes y partidos. Son pocos y no arman consenso por lo cual sería trascendental que se genere un debate intenso, propositivo y sereno, que aborde una de las principales preocupaciones de la gente que habitamos el territorio de los once ríos, tierra de nadie a veces. ¿Podrían candidatas y candidatos aportar a un plan que coadyuve a la tranquilidad con legalidad?

    Pero que sea poniendo el bien común antes que el interés político personal o partidista. Sabiendo de antemano que la saliva como antídoto de la barbarie es una receta fallida desde hace décadas y que tanto pretensos y siglas han incurrido en el placebo de la demagogia como cura del sufrimiento colectivo que generan organizaciones criminales al atacar a personas y familias de bien, que nada tienen que ver con las reyertas delincuenciales.

    Hay que clausurar ese esquema donde cada vez que los facinerosos retan al Gobierno, los políticos saltan a la palestra ofreciéndose como resolutores providenciales de la anarquía, sin voltear a ver a las víctimas en grave situación de vulnerabilidad. Ya no más los anzuelos de desmesura lanzados en río revuelto, esperando que los muerdan electores aterrados.

    Reverso

    Son silencio y estridencia,

    Fuentes de aviesos mensajes,

    Y más en temas de violencia,

    Traen trampas ambos lenguajes.

    Reír mientras se llora

    Nadie celebre la paz que se le ofrece precisamente atacando los derechos humanos, el acceso a la justicia y el sistema de leyes que norma la convivencia social. Quien acepte jubiloso dicho esquema patibulario, del victimario poniendo orden a través de la Ley del Talión que suple al debido proceso judicial, sea consciente de que la misma risa con que hoy acepta al agresor como protector, mañana lo orillará a aprender también a llorar a carcajadas.

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