Continuando con las reflexiones de Séneca acerca de la extensión y profundidad de la vida, hoy reflexionaremos sobre la intensidad de la vida, porque una vida exitosa no es acorde necesariamente con una vida extensa y prolongada. Quien muere joven puede haber vivido con mayor provecho que quien se extiende en años.
Escribió Séneca a Lucilio: “Pero aquél ha muerto en su juventud. En cambio, ha cumplido las obligaciones de un buen ciudadano... Aunque el tiempo de su vida sea incompleto, su vida es completa... Te suplico, Lucilio, que obremos de modo que, como los objetos preciosos, así también nuestra vida no tenga mucha extensión, sino mucho peso”.
El filósofo exhortó a considerar el provecho de la vida por sus obras, no por su extensión: “Valorémosla por su actividad, no por su duración. ¿Quieres saber cuál es la diferencia entre este hombre vigoroso... y aquél otro por quien han pasado muchos años? El primero subsiste todavía después de muerto, el segundo ha sucumbido antes de morir”.
A Séneca no le importó resultar fastidioso, por eso recalcó con insistencia: “Lo que importa es vivir bien, no vivir mucho tiempo; sin embargo, a menudo vivir bien implica no vivir mucho tiempo”.
No obstante, si volvemos nuestra mirada a la época actual, hoy se recalca el vivir intensamente con otro significado. El filósofo Tristán García, alertó sobre este giro conceptual en su libro La vida intensa: “Vivir con intensidad se ha convertido en el ideal de nuestra sociedad: cualquier argumento de venta se basa en la búsqueda de sensaciones fuertes -desde los juegos de azar a la seducción, el amor pasional o la fe exaltada en eventos sociales- que nos despierten y arranquen de la monotonía, del automatismo y, por ende, de la existencia banal”.
¿Vivo con intensidad?
Continuando con las reflexiones de Séneca acerca de la extensión y profundidad de la vida, hoy reflexionaremos sobre la intensidad de la vida, porque una vida exitosa no es acorde necesariamente con una vida extensa y prolongada. Quien muere joven puede haber vivido con mayor provecho que quien se extiende en años.
Escribió Séneca a Lucilio: “Pero aquél ha muerto en su juventud. En cambio, ha cumplido las obligaciones de un buen ciudadano... Aunque el tiempo de su vida sea incompleto, su vida es completa... Te suplico, Lucilio, que obremos de modo que, como los objetos preciosos, así también nuestra vida no tenga mucha extensión, sino mucho peso”.
El filósofo exhortó a considerar el provecho de la vida por sus obras, no por su extensión: “Valorémosla por su actividad, no por su duración. ¿Quieres saber cuál es la diferencia entre este hombre vigoroso... y aquél otro por quien han pasado muchos años? El primero subsiste todavía después de muerto, el segundo ha sucumbido antes de morir”.
A Séneca no le importó resultar fastidioso, por eso recalcó con insistencia: “Lo que importa es vivir bien, no vivir mucho tiempo; sin embargo, a menudo vivir bien implica no vivir mucho tiempo”.
No obstante, si volvemos nuestra mirada a la época actual, hoy se recalca el vivir intensamente con otro significado. El filósofo Tristán García, alertó sobre este giro conceptual en su libro La vida intensa: “Vivir con intensidad se ha convertido en el ideal de nuestra sociedad: cualquier argumento de venta se basa en la búsqueda de sensaciones fuertes -desde los juegos de azar a la seducción, el amor pasional o la fe exaltada en eventos sociales- que nos despierten y arranquen de la monotonía, del automatismo y, por ende, de la existencia banal”.
¿Vivo con intensidad?