Voluntad política: el motor que
falta para erradicar el hambre

BANCO DE ALIMENTOS
03/11/2025 04:00
    Los Bancos de Alimentos hemos demostrado que con pocos recursos, pero con organización y trabajo, es posible rescatar toneladas de frutas, verduras y abarrotes que de otro modo terminarían en la basura

    La voluntad política es, en esencia, la decisión consciente y sostenida de los gobiernos de colocar un tema como prioridad, no solo en el discurso, sino en las acciones concretas, los presupuestos, las leyes y las alianzas que lo vuelven posible.

    No basta con reconocer un problema: hace falta tener la determinación de resolverlo. Es la diferencia entre decir “hay hambre” y decir “nadie volverá a pasar hambre”. La voluntad política es el punto de partida de todo cambio real.

    En México, y particularmente en estados como Sinaloa, donde la abundancia convive con la carencia, la falta de voluntad política es una herida visible.

    No porque falten recursos —el campo produce toneladas de alimento cada día— sino porque falta dirección, coordinación y compromiso.

    Los Bancos de Alimentos hemos demostrado que con pocos recursos, pero con organización y trabajo, es posible rescatar toneladas de frutas, verduras y abarrotes que de otro modo terminarían en la basura.

    Sin embargo, imaginar lo que podríamos lograr si existiera verdadera voluntad política es revelador: podríamos duplicar o triplicar el alcance, podríamos alimentar a todas las familias en inseguridad alimentaria, podríamos rescatar cada kilo desperdiciado en el campo, podríamos transformar la asistencia social en desarrollo humano.

    La voluntad política no se mide en promesas de campaña ni en fotografías entregando apoyos. Se mide en presupuestos sostenidos, en infraestructura pública que fortalezca el trabajo de organizaciones civiles, en marcos legales que incentiven la donación de alimentos, en políticas fiscales que no castiguen al que ayuda, sino que lo motiven.

    Cada vez que un gobierno decide invertir en espectáculos antes que en nutrición, en propaganda antes que en programas alimentarios, está demostrando dónde pone realmente su voluntad.

    Y aunque la crítica es necesaria, debe ser también una invitación: los Bancos de Alimentos no buscamos confrontar al gobierno, sino sumar. Necesitamos gobiernos que vean en nosotros aliados, no beneficiarios; que vean en el combate al hambre una inversión, no un gasto.

    Con voluntad política, podríamos llegar más lejos. En el Banco de Alimentos de Culiacán, por ejemplo, podríamos atender a dos de cada tres personas en inseguridad alimentaria de la región; podríamos llevar alimento a cada comunidad rural sin depender de donativos inestables; podríamos transformar los excedentes agrícolas en seguridad alimentaria para miles de familias.

    Hoy rescatamos toneladas de alimentos con esfuerzo y compromiso, pero con apoyo gubernamental coordinado, podríamos hablar de millones.

    No se trata de pedir más dinero, sino de tener una estrategia común: que los gobiernos, sin importar su partido o ideología, comprendan que el hambre no tiene color, y que su solución no debería tenerlo tampoco.

    La voluntad política no es un concepto abstracto: es la decisión de actuar cuando ya no hay excusas. Porque hambre hay todos los días, y el tiempo que pasa sin actuar también cuesta vidas, salud y futuro.

    Si los gobiernos hicieran del combate al hambre una prioridad—como debería ser— Sinaloa podría ser un estado donde la comida se rescata, no se desperdicia; donde los productores son aliados, no víctimas; y donde cada ciudadano tiene la certeza de que comer no es un privilegio, sino un derecho.

    El día que exista verdadera voluntad política, el hambre en Sinaloa dejará de ser un problema crónico y se convertirá en una historia superada.

    Mientras tanto, los Bancos de Alimentos seguiremos demostrando, con hechos y no con discursos, que sí se puede. Solo falta que el país decida hacerlo.