Vox, la ultraderecha panista y Morena

    En honor a los 48 años de Noroeste
    Para Vox y los firmantes panistas de la Carta de Madrid la declaración morenista de “primero los pobres” les dice que el gobierno que preside constituye un “régimen totalitario de inspiración comunista”.

    Ha causado un enorme revuelo que 15 senadores panistas hayan firmado la “Carta de Madrid: en defensa de la libertad y la democracia de la Iberosfera”, a propuesta de Santiago Abascal, presidente de Vox, partido español ultraderechista.

    En esta carta no aparecen todas las tesis doctrinarias de Vox, admirador y heredero del franquismo, sino tan solo las de estricto contenido político-ideológico. Nadie en México, me parece, estaría en desacuerdo, como dicen ellos, en que el futuro de los países debe estar “basado en el respeto a la democracia, los derechos humanos, el pluralismo, la dignidad humana y la justicia”. Ni creo que ningún partido programáticamente se opone a que haya en México “un Estado de Derecho, el imperio de la ley, la separación de poderes, la libertad de expresión y la propiedad privada”, como sostiene la carta. Sin embargo, Vox acompaña esos planteamientos de aparente origen liberal democrático con una profunda intolerancia hacia lo que ellos consideran “comunismo”.

    Evidentemente, para ellos Morena es un partido comunista y por eso vienen a México a apoyar al PAN. Para Vox y los firmantes panistas de la Carta de Madrid la declaración morenista de “primero los pobres” les dice que el gobierno que preside constituye un “régimen totalitario de inspiración comunista”.

    Es tan rupestre el razonamiento derechista que, para ellos, en este caso Vox y los 15 senadores panistas, cualquier forma de intervención de un gobierno para fortalecer el Estado y las políticas sociales, en el caso de Morena meramente asistencialistas o, si se quiere, clientelistas, es comunista o aspira a serlo. Morena, de alguna forma encabeza una suerte de izquierdismo mediante su neoliberalismo asistencialista, porque pretende corregir los excesos del modelo neoliberal con sus programas sociales, pero de eso al comunismo hay un abismo.

    Por otra parte, en efecto, hay gente de izquierda que, en México y dentro y fuera de Morena, defiende a sátrapas como Daniel Ortega y Nicolás Maduro, y no reconoce la terrible decadencia del régimen cubano -que alguna vez fue la esperanza de la izquierda latinoamericana-, pero ni Nicaragua, ni Venezuela, ni Cuba son una inspiración ni modelo para las inmensas mayorías mexicanas y de otros lugares de la “Iberosfera”, así que ¿cuál avance del comunismo?

    Al margen de los anterior, a pesar de sus aparentes tesis democrático liberales, Vox y la corriente panista que los avala, en realidad el ultraderechismo está visceralmente en contra del liberalismo igualitarista y progresista que hizo posible los derechos de las minorías sociales, culturales y sexuales. Así es, porque no fueron los comunistas, con la excepción de Alejandra Kollantai en la URSS, los que defendieron primeramente los derechos políticos femeninos, sino las mujeres del liberalismo radical en Estados Unidos y Europa Occidental de finales del siglo 19 y principios del 20. Y los derechos de las minorías raciales y sexuales, entre los que destacan el matrimonio igualitario y la libertad de las mujeres para decidir sobre su cuerpo, en lo fundamental son obra de los movimientos civiles y culturales de los negros, jóvenes y mujeres que brotaron a mediados del Siglo 20 en Estados Unidos, y posteriormente en otras partes del mundo occidental, entre los que predominaban, socialistas, libertarios, y los liberales igualitaristas, pluriculturalistas y antimachistas, que nada tenían que ver ni con comunistas ni con los liberales tradicionales a los que solo les interesa la libertad de empresa y un Estado restringido. En esos años todos los regímenes comunistas eran antifeministas y antigays.

    Y, bueno, si para los ultraderechistas trumpianos hasta Joe Biden es comunista, cómo no lo va a ser López Obrador para Vox y los panistas ultras.

    Pero, más allá de estos embrollos ideológicos, el gran problema para el PAN es que le regalaron al inquilino de Palacio Nacional y a Morena un precioso argumento para restregárselo de aquí a las elecciones de 2024, acusándolos de racistas, homófobos, antifeministas, fascistas, clasistas y demás, lo cual es cierto para el ala más derechista de los blanquiazules. Y, lo peor para ellos, es que con esa postura dificultan enormemente la alianza con el PRI y el PRD para 2024. Así como van a volver ser derrotados dentro de tres años.

    Ahora bien, no deja de ser cómicamente paradójico que en la 4T haya partidos, como el PES, que comparten gran parte de las creencias de Vox, y no tan solo el PES sino también muchos panistas y otros conservadores que son parte de Morena o son sus aliados. Aquí mismo en Sinaloa, Alejandro Higuera ha manifestado varias veces una radical homofobia y su oposición al derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo.

    Antifeministas, homofóbicos, racistas y clasistas hay en todas las corrientes ideológicas y políticas, pero en unas, como en el PAN, son predominantes, y en otras, como en Morena, son menores o, al menos, saben disimular muy bien.

    Posdata

    El futuro nos alcanzó. La total escasez de agua en Mazatlán durante casi una semana, que no perdonó a ningún sector social, fue una especie de ensayo de lo que viviremos en un futuro no muy lejano en gran parte de México y otros lugares del mundo. El calentamiento global y la crisis ambiental tendrá como uno de sus rostros más feroces la escasez del agua.

    ¿Hay posibilidades de revertirlo? Todo parece indicar que no. Hacemos muy poco para impedirlo.

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