Xóchitl Gálvez: la candidatura que se construyó en 15 días

Ernesto Núñez Albarrán
    La Senadora panista Xóchitl Gálvez ha hecho que la Oposición y los detractores de López Obrador vuelvan a sonreír, luego de cinco años de amargura y, de paso, su irrupción también le cambió el semblante al oficialismo

    La historia comenzó en diciembre pasado, cuando el Presidente Andrés Manuel López Obrador criticó las declaraciones hechas por Xóchitl Gálvez, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, sobre la manera en la que se operan los programas sociales en México.

    Como suele ocurrir, el Presidente hizo su propia adaptación de los dichos de la Senadora y afirmó que ella se había pronunciado por eliminar la pensión universal a adultos mayores, a lo que Gálvez respondió de inmediato, pidiendo al Primer Mandatario que le permitiera ir a la conferencia de prensa mañanera a aclarar lo que realmente había dicho.

    El Presidente se negó y, fiel a su costumbre, aprovechó para cargar en contra de la Senadora panista: le colgó todos los cuestionamientos y todas las descalificaciones posibles, quizás pensando que -con lo apabullante de su discurso y su tribuna- bastaría para zanjar la polémica.

    Con todo el aparato del oficialismo, Xóchitl quedaría como una más de las personas “clasistas, racistas, prianistas” en las filas de la Oposición “moralmente derrotada”. Pero no fue así.

    A principios de 2023, la Senadora acudió a la justicia para ampararse en contra de la negativa presidencial de otorgarle el derecho de réplica en el noticiero matutino más influyente del País, llamado conferencia mañanera.

    En febrero, la Presidencia de la República impugnó el amparo tramitado por la Senadora y, de esta forma, le regaló una primera victoria: mantener vivo su pulso contra el hombre más poderoso del País, tanto por la vía legal como por la ruta mediática.

    Gálvez se convirtió en una estrella ascendente dentro de las filas opositoras, una Senadora protagónica que aparecía en el pleno vistiendo una botarga de dinosaurio, levantando una pancarta o durmiendo en la tribuna para exigir que Morena y sus aliados nombraran a un comisionado del INAI.

    Todas las acciones de Xóchitl parecían conducir a la candidatura del PAN para la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. Su estridencia y protagonismo la colocaron, muy pronto, como la puntera en las encuestas en la capital del País, mientras otros panistas se desdibujaban: Lía Limón, por su gobierno invisible en Álvaro Obregón, y Santiago Taboada por su innegable vínculo con el Cártel inmobiliario encabezado por Jorge Romero y Christian von Roehrich.

    El 28 de abril, Gálvez llegó al extremo de encadenarse en la tribuna del antiguo recinto legislativo del Senado de la República, para tratar de impedir que Morena y sus aliados concretaran las reformas del llamado “viernes negro”, en el que el oficialismo sacó adelante una docena de reformas a leyes secundarias violando el procedimiento legislativo. Después, reprochó a sus compañeros de la Oposición haberla abandonado en una fallida escaramuza que la hizo ver sola y extraviada.

    Pero en junio su suerte cambió para siempre: un juez le otorgó el amparo para que el Presidente de la República le otorgara derecho de réplica en la mañanera.

    La irrupción de Xóchitl

    El viernes 9 de junio, Gálvez envió una carta al vocero de la Presidencia, Jesús Ramírez, advirtiéndole que se presentaría el lunes a las 5:30 de la mañana para ingresar al Salón Tesorería del Palacio Nacional a hacer efectiva la orden judicial.

    El lunes 12, la Senadora llegó a Palacio acompañada de simpatizantes -algunos de ellos gritones y radicales-, y se encontró con simpatizantes del Presidente, igualmente estridentes y ruidosos.

    Aunque logró pasar las vallas metálicas que rodean el edificio, nadie le abrió la puerta de Palacio Nacional. Pero esa negativa la puso en el radar de los dirigentes de la Oposición.

    Mientras Morena convocaba a su proceso interno, y Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López se separaban de sus cargos para iniciar sus precampañas adelantadas, Xóchitl Gálvez fue invitada a comidas, cenas y reuniones con dirigentes partidistas, líderes empresariales.

    Especialmente, con los dirigentes de Unidos -la asociación que encabeza Claudio X González- y el Frente Cívico Nacional, organizadores de las marchas de defensa del INE en noviembre y febrero pasados.

    En unos cuantos días, la Senadora fue persuadida de bajarse de la contienda por la candidatura en la Ciudad de México y buscar la candidatura presidencial.

    Su imagen de política no convencional, su historia de vida más cercana al relato de “por el bien de todos primero lo pobres” que el de Marcelo, Adán Augusto o Claudia, y el reciente episodio con el Presidente, la convertían en la némesis perfecta del régimen.

    Como escribió en este espacio Rubén Aguilar -ex vocero de Vicente Fox y ex compañero de Xóchitl Gálvez en aquel gobierno-, la Senadora hidalguense tiene -a diferencia de sus rivales en el oficialismo- una historia de lucha personal que se cuenta muy bien.

    Así lo ha hecho Xóchitl en las decenas de entrevistas que dio antes y después de que se anunciara el Frente Amplio por México y su barroco método para elegir la candidatura presidencial de la Oposición.

    De pronto, a Xóchitl se le abrieron todas las puertas. En un mundo -la política- donde no suele premiarse la sinceridad, ella ganó siendo genuina.

    El sábado 24 de junio acudió a la marcha del orgullo, y subió un tuit diciendo: “el amor siempre será la respuesta”. Mientras tanto, Lilly Téllez se peleaba con “todes” en una medieval defensa del diccionario.

    El domingo 25, antes de que se anunciara el método del frente opositor, comenzaron a caerse sus rivales internos: el Senador Germán Martínez, el Gobernador Mauricio Vila y, días después, las senadoras Lilly Téllez y Claudia Ruiz Massieu. Gustavo de Hoyos y Alejandro Murat se bajaron una semana después.

    El martes 27 en la madrugada, Xóchitl Gálvez regresó a Palacio Nacional, pero ya no para tocarle la puerta a López Obrador, sino para grabar un video -que hasta la fecha ha acumulado 7.4 millones de reproducciones- en el que confirma sus aspiraciones presidenciales.

    “Estoy convencida de que los programas sociales son absolutamente indispensables. Eso es lo que yo quería decirle al Presidente, pero al cerrarme la puerta, miles de mexicanos me abrieron la suya y entendí un poderoso mensaje: que la puerta de Palacio Nacional sólo se abre de adentro hacia afuera: por eso, vamos a abrir esa puerta para millones de mexicanos. Desde aquí les digo, voy a ser la próxima Presidenta de México”, dijo.

    Ese mismo día, Xóchitl Gálvez dio 30 entrevistas de radio, televisión y prensa. Su destape causó revuelo en la Oposición y en el oficialismo.

    Los dirigentes del PAN, PRI y PRD fueron descolocados por una candidatura -la primera de la Oposición- que sí fue recibida con entusiasmo en circuitos no partidistas.

    Los chats anti-AMLO se llenaron de mensajes con su nombre, su historia, su abierto desafío al Presidente y su auténtica imagen de aficionada del Cruz Azul, que sabe que tiene pocas posibilidades de ganar, pero nada que perder en el intento.

    Su meteórica aparición en el escenario 2024 hizo que el Presidente y sus “corcholatas” reaccionaran con dureza, afirmando que el destape de Xóchitl era una maniobra de la oligarquía para tratar de frenar la “cuarta transformación”.

    Y ciertamente lo es: al cerrarle la puerta de Palacio Nacional, López Obrador le abrió a Xóchitl las puertas de los que están incómodos con las políticas del actual sexenio.

    Paradójicamente, el Presidente pavimentó el camino de la única candidatura que realmente ha preocupado al oficialismo. Le abrió a Xóchitl una ruta envidiable para todos los demás aspirantes de la Oposición: la ruta del patrocinio sin límites, los apoyos desmesurados, los intereses que se alinearán, una vez más, para combatir al lopezobradorismo.

    Los mismos intereses que, en 2006, se le alinearon a Felipe Calderón y, en 2012, a Enrique Peña Nieto. Los mismos que en 2018 titubearon entre Ricardo Anaya y José Antonio Meade y que al final se tuvieron que resignar con el triunfo de López Obrador.

    No será extraño que, en las próximas semanas, se acumulen más declinaciones en el frente opositor, decenas de pronunciamientos por Xóchitl en los circuitos más radicales del antipejismo, y que la hidalguense aparezca muy bien posicionada en las próximas encuestas.

    La Oposición, y los muchos frentes cívicos hartos del lopezobradorismo, han encontrado al fin un personaje al que el Presidente no podrá destruir colgándole motes y denuestos en las conferencias mañaneras.

    Al Presidente más popular de las últimas décadas le puede salir muy caro descalificar a la niña nacida en Tepatepec (un pueblito del Valle del Mezquital), quien presume la foto de su familia pobre y de rasgos indígenas, que estudió becada en la UNAM, viajó en Metro y acumuló muchos kilómetros de calle antes de graduarse de ingeniera, fundar una empresa de tecnología y ser reclutada por los headhunters de Vicente Fox como jefa de la Oficina Presidencial para la Atención de los Pueblos Indígenas, en el año 2000.

    Ciertamente, la carrera de Xóchitl es breve y sin grandes vuelos. Nunca ha sido de grandes puestos, ni ha formado parte de las cúpulas burocráticas de la partidocracia.

    Después de ser comisionada para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, se desapareció de la política en los primeros años del sexenio de Calderón; quiso ser Gobernadora de Hidalgo en 2010 como candidata de la alianza PAN-PRD y perdió la elección denunciando fraude y el atropello de la maquinaria priista de Miguel Ángel Osorio Chong. Quiso ser Senadora en 2012 y perdió; fue jefa delegacional de Miguel Hidalgo en 2015 y, en 2018, fue candidata del PAN al Senado, ahora de la alianza PAN-PRD-MC.

    Ganó el escaño y, con ello, una plataforma para construir el personaje que hoy tanto incomoda al oficialismo. La Senadora panista -y los intereses que se alinean en su entorno- han hecho que la Oposición y los detractores de López Obrador vuelvan a sonreír, luego de cinco años de amargura.

    De paso, su irrupción en la sucesión 2024 también le ha cambiado el semblante al Presidente y a sus seguidores, que ahora lucen preocupados en un proceso que, hasta hace 15 días, tenían totalmente resuelto.

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    @chamanesco

    Animal Político / @Pajaropolitico

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