Los yaquis, asentados en el estado de Sonora, a lo largo de su historia solamente han otorgado pleno reconocimiento a dos presidentes de la República, al General Lázaro Cárdenas y a Andrés Manuel López Obrador.

    Los yaquis, asentados en el estado de Sonora, a lo largo de su historia solamente han otorgado pleno reconocimiento a dos presidentes de la República, al General Lázaro Cárdenas y a Andrés Manuel López Obrador. “Tata” Lázaro los dotó de un territorio para que asentaran sus poblados, cultivaran sus tierras y las regaran con el agua comunal del Río Yaqui; la resolución del Presidente Cárdenas, con el tiempo y mediante maniobras de políticos corruptos, se intentó desconocerla, les arrebataron 22 mil hectáreas del total del territorio que se les entregó, además les quitaron la mayor parte del agua del Río Yaqui, no obstante que en el decreto de dotación de tierras se asentaba claramente que la mitad del caudal del Río Yaqui les pertenecía como nación originaria y la otra mitad correspondía a los agricultores sonorenses.

    El Presidente Andrés Manuel López Obrador, como parte del plan de justicia para los yaquis, se comprometió a que, antes de que termine su mandato constitucional el 2024, les va a restituir las 22 mil hectáreas de que fueron despojados de manera ilegal por latifundistas y políticos sin escrúpulos; además, en el acto de perdón pedido a los yaquis por los atropellos de que han sido víctimas, se anunció crear un Distrito de riego exclusivo para los pueblos yaquis, administrado por ellos mismos. Al restituirles la tierra y el agua por parte del Gobierno de la República se da un paso definitivo en la solución de una añeja demanda de justicia para esta importante etnia del noroeste del País.

    Los yaquis, durante muchos años, fueron reprimidos con saña inaudita. Durante el porfiriato (ese periodo dictatorial que los neoliberales no dejan de alabar) se les combatió con la barbarie más grave que se tenga memoria, con el fin de exterminarlos. Durante la Guerra del Yaqui se les deportaba a los estados de Yucatán y Quintana Roo para que trabajaran como esclavos en las haciendas henequeneras, todo con la idea de acabar con esa heroica tribu, pero no lo lograron por resistencia que los yaquis mantuvieron durante todo el periodo de la dictadura porfirista. Mientras que otros pueblos originarios del norte de México fueron total o parcialmente exterminados, los yaquis combatieron con valor y resistieron los más fieros embates militares que no buscaban otra cosa que despojarlos de sus ricas tierras. Por muchas razones es una tribu admirable, ha resistido todos los intentos que los gobiernos “yoris” han pretendido para despojarlos de su legado cultural, pero no han podido por la bravura indómita de esa Nación ancestral, que ha tenido que resistir para sobrevivir como la mayoría de los pueblos originarios.

    Es muy loable la actitud del Presidente Andrés Manuel López Obrador de pedir perdón a los pueblos originarios y hacerles justicia verdadera. En el acto con los Yaquis se anunció una obra de gran envergadura en los ocho pueblos que integran la nación Yaqui, dotándolos de un integral sistema educativo, desde lo básico hasta la fundación de una universidad con todos los niveles superiores de estudio; con estos apoyos el Gobierno federal restituye una deuda histórica, a la vez que sienta bases firmes para detonar el desarrollo en esa importante región del estado de Sonora.

    Con el acto realizado en Vicam, corazón de los ocho pueblos de la tribu yaqui, inicia una acción de justicia del gobierno federal con este pueblo originario, por agravios cometidos desde la llegada de los invasores españoles hasta la actualidad. “El estado mexicano no debe permitir nunca más la marginación, los abusos y las injusticias en contra de los yaquis, y de ningún otro grupo étnico o cultural de nuestro país, primero deseamos pedirles perdón”, declaró visiblemente emocionado el Presidente López Obrador ante la comunidad del pueblo yaqui.

    El Presidente de la República ha venido demostrando con hechos incontrastables su entereza en incidir verdaderamente en la liberación de los pueblos originarios, los cuales en su mayor parte viven en comunidades muy apartadas, incluso de difícil acceso. Esos pueblos, por siglos, han sido olvidados por los gobiernos en turno, no se diga por los gobiernos neoliberales que amenazaron con despojarlos de sus tierras y aguas; por eso es alentador que el Presidente actual les tienda la mano y construya puentes de entendimiento.

    Se dan pasos firmes, en el propósito de liberar a los pueblos originarios que por siglos han permanecido en el total abandono, sin solución a sus problemas de fondo. Urge atender a estos pueblos sin medias tintas.

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