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"11-S"

"'Fue un día de terror… vimos a un avión que chocó contra una torre'"

"El 11 de septiembre de 2001, Dante se levantó muy temprano y se fue a trabajar, aun estaba oscuro... A las 8:30 servirían un banquete en el piso 102 de la Torre 1"
09/11/2015 12:31

    ACATLÁN DE OSORIO, Pue._ Dante Ortega nació en este pueblo alejado de todo, en la sierra que une a Puebla y Oaxaca. Ante la miseria, un día se fue al norte, su papá, el maestro Antonio lo siguió hasta la ciudad de México y le pidió no irse. Aquel muchacho se mantuvo firme… Esa decisión marcó a su familia en los dos lados de la frontera. 

    El 11 de septiembre de 2001, Dante se levantó muy temprano y se fue a trabajar, aun estaba oscuro. Fue el primero en llegar al Café Bravo, a dos calles del WTC de Nueva York, y puso todo en orden, eran las cinco de la mañana... A las 8:30 servirían un banquete en el piso 102 de la Torre 1. 

    Acatlán es tierra de migrantes. Pese a que en la región no es un polo de desarrollo económico, las calles que rodean la plaza central están llenas de casas de cambio, de empeño, de centros de recepción de remesas, de tiendas de ropa, banquetes y cabinas que presumen enlaces a Estados Unidos. 

    Dante en Nueva York y sus padres Antonio Ortega y Celia Baltasar en Acatlán, cerca de la iglesia de San Juan Bautista aceptan que el ataque a las Torres Gemelas "sí, nos marcó de los dos lados de la frontera… "hoy estamos más unidos", dicen los padres… "nos preocupamos más unos por otros", dice el migrante. 

    Diez años después reflexionan sobre el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York. En las palabras del migrante de 36 años y en las de sus padres hay lágrimas, dolor, angustia y resignación. 

    Con el paso del tiempo Dante comienza a superar la muerte de dos de sus compañeros. Manager del Café Bravo, mandó de avanzada a David y Marcos, dos paisanos poblanos, para preparar el banquete. "Fue un día de terror. Salí a la calle, vimos a un avión que chocó contra una torre, hubo un ruido muy fuerte, hubo un fuerte viento y me tiró... Comencé a caminar sobre la calle Washington, para el lado contrario de donde todos corrían... Pensé en mis compañeros... En que yo los había mandado", hace una pausa. 

    "Era un martes, nosotros entrábamos a trabajar, siempre coordinábamos banquetes en el piso 102 de la Torre 1. Ese día nos tocó entrar temprano, a las cinco de la mañana, trabajábamos varias personas, pero yo coordinaba todo, tenía a unos muchachos que entregan la comida. Los mandamos a llevar todas las cosas para preparar todo y llegar a poner la comida caliente". 

    Narra que entonces la Guardia Nacional de Estados Unidos tomó control de la zona cero. Las cuatro sucursales del Café Bravo siguieron trabajando, pero no emplearon a sus trabajadores. El trabajo escaseó. Los paisanos trataron de apoyarse pero algunos de fueron a California y otros a México. 

    Algunos mexicanos, de acuerdo con Dante, recibieron el apoyo del gobierno estadounidense pagar rentas y comprar alimentos pro fueron pocos. Este migrante cumplirá 18 años en Estados Unidos. Vive con su mujer, esperanza García y sus hijas Aimayra, Amy y Brittney…formó el Comité Santa Teresa en Queens y no abandona a su familia México. 

    "Me pongo a pensar que no nos tocaba porque yo hubiera estado allá arriba. Esa es una, otra es que actualmente a mi familia la he acostumbrado a que es muy importante ayudar a las personas, yo ayudo, forme un comité para ayudar a personas a mi raza, a mis paisanos", dice con nostalgia. 

    Antonio Ortega y Celia Baltasar son gente de trabajo. Viven en la calle Libertad, del Barrio San Miguel, tienen una cartulina con la frase: "se vende ropa americana". Amables esperan al visitante. Comienzan su plática y desahogan su angustia. 

    A los padres de Dante los fueron a buscar periodistas de Estados Unidos, lo creían muerto. Pero sus padres se encargaron de demostrar que vivía. En la sala de su casa tienen un altar con imágenes del Sagrado Corazón, de Cristo, de la Virgen de Juquila, San Miguel Arcángel, Cristo Rey y al Niño Dios vestido como médico. Todos los días rezan por sus cuatro hijos que están lejos. 

    Celia Baltasar recuerda: Fue espantoso porque nosotros cuando nos dimos cuenta es porque la televisión nos decía que está pasando algo malo en Nueva York, lo primero que vimos era cómo estaba y en lo primero que pensamos fue en mi hijo porque él trabajaba en ese lugar. 

    Antonio Ortega fue maestro de la primaria de Acatlán, su sueldo no alcanzaba para su familia y los hijos se fueron al norte. Después de los ataques a las Torres Gemelas sufrió una serie de infartos cerebrales pero hoy anda de un lado a otro en una vieja camioneta de carga. 

    "Mamá, papá no se asusten, estoy bien, me decía mi hijo. El impacto fue tremendo, fue grave el derrumbe fue… Son tres hijos, esa preocupación no se acaba por lo mismo de que los tres están allá, es un lugar ajeno que no podemos confiar en nada… porque son ilegales", comenta. 

    Los padres de Dante concluyen: "Pensamos que si aquí hubiera un medio para pasarla mejor, una fuente de trabajo, no lo permitiríamos aun siendo nuestro hijo, cuando él dijo que se quería ir no se imagina que doloroso fue esos tiempos cuando nos dijo que se iba". 

    Antonio abraza a su mujer. Se dicen tranquilos y agradecidos de que su hijo este vivo, pero lamentan: "En San Pablo murió un muchacho que estaba allá… fue un dolor muy grande para todos"… el maestro se sube a su camioneta y se va a trabajar, Celia lo mira desde la puerta. 




    "Fue muy duro para la familia entender que no tuvo escapatoria"

    Francisco Reséndiz

    SAN PABLO ANICANO, Pue._ Llueve y hace frío. El atrio de la iglesia de esta comunidad está cerrado con candado y cadenas. Ahí, en una orilla, está la tumba de Leobardo López Pascual. Murió hace 10 años en el WTC de Nueva York. No tiene una lápida, tampoco una cruz, solo yerba… el agua arrecia. 

    Diez años después del ataque a las Torres Gemelas, en este poblado ubicado a cinco horas de la capital del estado, aún hay dolor, coraje, poca resignación y demanda de empleos bien pagados para que nadie se tenga que ir "al norte" a buscar lo que aquí no tienen: trabajo. 

    La casa de Ana Pascual está vacía. La madre de Leobardo divide el año en dos. Los primeros seis meses los pasa en México, en el número 53 de Central Guerrero, la calle que parte por la mitad al pueblo. El resto se va a Estados Unidos, con sus hijos. 

    Leobardo murió el 11 de septiembre de 2001, hoy tendría 51 años. Lo sepultaron, en los jardines de la Iglesia a la que iba de niño, tres años después. El gobierno de Estados Unidos sólo encontró un pedazo de fémur, lo entregó a la familia y al final lo enterraron en su pueblo. 

    Los adultos en San Pablo Anicano conocen la historia de Leobardo, los niños piensan que es una leyenda... los más grandes saben que es el riesgo que corren cada vez que viajan a Estados Unidos. 

    Teresa Mejía camina por senderos lodosos. A gritos llama a Manuela López Pascual, una mujer bajita, delgadita, con algunas canas, de piel morena y ojos grandes… es enfermera, la única hermana de Leobardo que sigue aquí. 

    Manuela desconfía de las visitas... pero comienza a hablar, despacito: "Cuando vi las Torres Gemelas por primera vez fue en televisión…", hace una pausa, la voz se quiebra, continua: "mi hermano me decía que había un sótano muy grande y pensé que tomó el elevador, se escondió, los pensamientos son esos y no fue así". 

    Supo después que el avión pegó donde Leobardo trabajaba, el restaurante "Windows of the World", en el piso 107 de la Torre 1. "Fue muy duro para la familia entender que no tuvo escapatoria. 

    Ahora Manuela camina junto a Teresa, los perros ladran a las afueras de la casa de Mirna Hernández. Ella es una mujer morena, de rostro duro y ojos pequeños. A lo lejos se escucha el paso del Río Tizaa oscurecido por el lodo que arrastra por la lluvia. 

    Desde la puerta de su casa Mirna pregunta "¿Tantos años y porqué se acordaron de él?, han venido muchos reporteros, y decíamos que ya nos habían dejado en paz. ¿No más regresan por los 10 años de su muerte?". 

    Es la viuda de Leobardo… suaviza el tono y muestra resignación. "Lo que pasó ya pasó, tenemos que seguir la vida, quedan hijos de por medio y tenemos que seguir adelante. El dolor se mantiene,lo recordamos todo el tiempo". 

    Acepta la soledad. Leobardo murió dos semanas antes de que su hija mayor cumpliera 13 años. "A la primera persona no se olvida, fue mi primer novio, mi primer esposo. Él fue y sigue siendo mi esposo todavía", susurra. 

    Tantísima gente –piensa- no debió haber pasado por eso, pero no hay con quien pelear, uno no conoce a la persona que hizo eso, si los ricos y poderosos no hacen nada nosotros que somos pobres y vivimos tan lejos… 

    Vice con sus hijas Mariela, Lizeth y Arely, con su nieta Wendy, en la casa de ladrillo y loza que construyó con la indemnización que le dio el gobierno de Estados Unidos. 

    La viuda de Leobardo vende ropa, hilos y servilletas en abonos y participa en programas sociales para salvar la cotidianidad. 

    "Me quede sola… si tuviera en frente al presidente le pediría trabajo, que no hubiera guerra, que nos den trabajo para salir adelante aun siendo mujeres solas". 

    Manuela recuerda: "El gobernador Melquiades Morales nos mandó avisar que mi hermano estaba muerto. Lo que a mí más me duele es su ausencia y la forma en que él murió, él iba a estar en la nada porque hasta los tres años llegó un pedacito de él". 

    El Río Tizaa corre con fuerza, está lodoso… ahí se queda el pueblo de donde Leobardo López Pascual salió en 1984 y se fue al norte. Murió a los 41 años, en las Torres Gemelas de Nueva York, era mesero y cocinero. El sábado rezarán por él