"Corazón de mujer"

"El Principito"
14/11/2015 07:46

    Cuando lo leí la primera vez, fue por encargo de la maestra. No me gustó. Me aburrió. Yo tenía 13 o 14 años. Lo volví a leer a mis 22. Lloré. Me enamoré de él, del zorro y de la rosa roja. Se convirtió en uno de mis libros favoritos. Si me preguntan "qué libros marcaron tu vida", respondería, sin dudar, que uno de ellos es El Principito.
    Entendí entonces lo que el autor - Antoine de Saint-Exupéry- dice al inicio: "Quiero dedicar este libro al niño que una vez fue esa persona mayor". Así es, El Principito no es para niños, sino más bien, para el niño que una vez fuimos. Es un libro que hasta que se ha amado, vivido y sufrido, podemos entenderlo, disfrutarlo, emocionarnos, y sentir que una lágrima se asoma porque El Principito nos ha tocado el corazón. Es todo un tratado de amor y de amistad, de filosofía de vida.
    En este mes, este famoso personaje cumple ¡setenta años! Y se los envié a mis hijas en archivo digital a sus correos electrónicos, diciéndoles que es uno de los libros que deben de leer en su vida, inaceptable no hacerlo. Quizá lo hayan leído por tarea de escuela, pero hay que leerlo por convencimiento propio, para ver con el corazón, porque lo esencial es invisible para los ojos. No sé si ya me hicieron caso, lo que sí sé es que seguiré insistiendo hasta que lo lean y ojalá algún día, ellas me regalen una reunión, donde las cuatro hablemos de la historia, de los personajes y de lo que les ha dejado este chico de cabellos dorados como el trigo.
    Al igual que El Principito, todas y todos tenemos una flor única en el universo, igual a su rosa roja, y no porque no hubiera otra (como ella le hizo creer), sino porque él la había domesticado sin saberlo: la cuidó, le dedicó tiempo, la conocía bien, y se hizo responsable de ella, aún cuando creyera que había sido demasiado joven para saber amarla.
    Y así son las historias de amor, nos convertimos en la única rosa roja del universo para nuestro amado o amada. Porque nos hemos "domesticado" (y domesticar sigifica crear lazos) y nos hemos hecho responsables uno del otro. Porque cuando volvemos a ver el trigo, su color nos recuerda los rizos dorados. Y, entonces, podemos ir al jardín y ver cinco mil rosas rojas y saber, igual que él que:
    —No son nada, ni en nada se parecen a mi rosa. Nadie las ha domesticado ni ustedes han domesticado a nadie.
    —...Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que mí rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas ) y es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa.
    Y entonces, como le enseñó Zorro a El Principito, tendremos bien presente, que: —…Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa...
    —Yo soy responsable de mi rosa... —repitió el principito a fin de recordarlo.
    Y así es (o debiera ser) nuestra historia: cada una, cada uno, somos responsables de nuestra rosa, de nuestro amor, de nuestra amistad, de nuestra mascota, de nuestra vida. Gracias Principito, gracias Zorro, gracias Rosa Roja.

    Para reflexionar: ¿Te haces responsable de los lazos que has creado con tus seres queridos?
    Te invito a escucharme hoy en El Siguiente Paso en Radio Sinaloa, a las 10.30 AM, con Kirey Ámano. Escríbeme a zamudioangelina@yahoo.com y compárteme que bellos aprendizajes de ha dejado El Principito.