"NUESTROS VALORES/Los León, orfebres por tradición, cinegéticos por vocación"

"Los hermanos Carlos y Octavio León Delgado son muy reconocidos en dos mundos muy diferentes, pero igualmente respetados por la sociedad mazatleca en general"
09/11/2015 08:30

    MAZATLÁN.- Los hermanos Carlos y Octavio León Delgado son muy reconocidos en dos mundos muy diferentes, pero igualmente respetados por la sociedad mazatleca en general.
    Como orfebres son parte de los artistas que viven en pleno corazón del Centro Histórico y como deportistas, desde hace muchos años, forman parte activa del Club de Tiro, Caza y Pesca Mazatlamini, al que van cada fin de semana para desestresarse del trabajo diario.
    Desde 1962, siendo su padre don Carlos León Gallego, el jefe de su taller de hechura, reparación y conservación de joyas, ambos decidieron seguir el oficio de su progenitor, quien les dio lugar de honor entre sus trabajadores.
    De él heredaron el oficio que les ha permitido tener una vida honesta y también el taller donde trabajan, que, entre paréntesis, es un verdadero museo, allí están colocadas, perfectamente en orden, las herramientas fabricadas en Francia, Alemania y Estados Unidos. Algunas llegaron a Mazatlán a finales del Siglo 19, otras en el Siglo 20 y las más modernas en el Siglo 21.
    Con ellas moldean las piezas que fabrican o reparan, con la cera crean los moldes para vaciar en ellos el metal que después se convertirá en aretes, anillos, pulseras o collares de diseño exclusivo; verdaderas obras de arte.
    Grandes conocedores de las aleaciones de metales, que igual transforman el oro puro a diferentes quilatajes y quintan la plata; durante mucho tiempo trabajaron en exclusiva para el diseñador de joyas originario de Michigan, Donald H. Graham, quien manejaba la firma Beckman aquí en Mazatlán.
    Así, los León conocieron a infinidad de artistas y personajes de la política nacional e internacional, para los que Donald diseñaba y luego ellos interpretaban y convertían en bella y valiosa realidad.
    A la muerte de Beckman, quien falleció de cáncer, ellos siguieron trabajando con su compañero de apellido Hernández, pero ya no fue igual. Lástima que no exista ni una sola foto de la pieza diseñada por él con un gran ópalo y que hizo don Carlos León, la que fue comprada por la Casa Cartier para su colección.
    "No hay misterio entre las fórmulas antiguas y las modernas ligas italianas que permiten hacer el oro blanco y otras aleaciones porque manejando la cantidad exacta de cianuro se da el color dorado exacto al terminar una joya. Igualmente manejamos el palladium o el rodium que permite platinar o oscurecer la plata", dice Carlos.
    "Sin embargo", continúa, "el oficio de orfebre tiende a desaparecer. Hace poco comentaba con un compañero que se dedica al mismo oficio, que antes un gramo de oro costaba 14 pesos y lo que le daba valor a una joya era el diseño y el perfecto trabajo realizado. Ahora no es así, se le da valor únicamente al metal y no al trabajo artístico, y así hemos visto fundirse piezas de valor estético incalculable para comerciar el oro, que sigue siendo la moneda de cambio en el mundo".
    A los León les gusta contar cómo su familia se inició en el mundo de la joyería y también que ellos serán los últimos que se dediquen a ello porque sus hijos, todos profesionistas, tomaron otros caminos para llevar el pan a casa y no siguieron la tradición.
    "Mi abuelo, Heriberto Malcampo", dice Carlos, "era un juez de la Ciudad de México que, regularmente, viajaba a Culiacán para arreglar asuntos después de la Revolución Mexicana. Mi abuela, que se llamaba Leonor, trabajaba en un juzgado y al relacionarse con él vino al mundo su hijo, Heriberto. Después de 19 años ella se volvió a embarazar, pero para entonces, Heriberto hijo se avergonzó de que la gente supiera que tenía un hermano recién nacido y lo registró como Carlos León Gallego, ese fue mi padre.
    "Por esos años, ya la familia había abierto la Joyería Malcampo en la Calle Carnaval, entre Mariano Escobedo y Constitución, donde ahora se encuentra el Sexto Sol. Mi padre, que era un jovencito, se unió al ejército de 30 joyeros que trabajaban incansablemente para poder cumplir con los trabajos que la sociedad mazatleca les solicitaba y allí aprendió todo lo imaginable, aunque el diseño de joyas se le daba natural".
    Cuando se cerró la Joyería Malcampo, don Carlos se fue a trabajar a la Joyería Almada y luego instaló el taller por la Calle Nicaragua, que aún existe.
    "Con mi papá aprendimos a valuar tanto oro como piedras preciosas. Hemos ido a cursos para hacer las cosas más profesionales, pero el conocimiento de mi papá es la base. El comercio de joyas es muy veleidoso y eso nos ha afectado mucho, la gente de hoy prefiere vender el oro que mandar hacer alhajas. Sin embargo, hay personas que siguen apreciando nuestro trabajo y nosotros seguimos sintiendo un gran gusto al hacer las piezas.
    "Todos los días se aprende algo. Por ejemplo, antes un brillante regularmente tenía ocho cortes. Ahora, los diamantes que se cortan en Sudáfrica, Israel y Holanda llevan hasta 130 facetas, que es lo más moderno y valen más que los brillantes antiguos. Los rubíes son piedras eternas por su dureza, los zafiros y esmeraldas por muy puros que sean siempre en valor están más abajo que los diamantes, que mientras más claros más caros".
    Ahora, los diamantes de color son preferidos por los amantes de las joyas, desde el champagne hasta el más subido que es café, luego vienen los diamantes azules, los verdes y los diamantes negros, pero el diamante blanco sigue siendo el rey.
    "Del taller de nosotros han salido muchos artesanos que después han hecho de esto su forma de vivir modestamente, porque no da para más. Como te dije, la orfebrería tiende a desaparecer y una muestra de ello es que los chinos ya están fabricando en serie la réplica del anillo con un zafiro y rodeado de diamantes que fue el de compromiso de Diana Spencer con Carlos, de Inglaterra, y que ahora lleva la novia de Guillermo, Kate Midleton. Desde luego que ni las piedras son auténticas ni el metal es oro de 18 kilates, pero a la gente eso ya no le importa.
    "Nuestro trabajo se ha convertido más bien en reparaciones, ya sólo hacemos una que otra alhaja para una ocasión muy especial, pero le ponemos toda nuestra creatividad. Ahorita estamos realizando una cruz para un niño que va a hacer su primera comunión y su madrina le escogió ese regalo.
    "Las firmas extranjeras que se han establecido en el puerto traen sus propios joyeros y de repente nos traen una que otra pieza para cortar. Pero la gente local sigue prefiriéndonos y para nosotros seguirán siendo los mejores clientes".

    Detalles
    Carlos y Octavio León reciben en su taller, cada año, a una señora que viene de Miami para aprender el arte de la orfebrería. También, a través del tiempo, han ofrecido sus conocimientos a diferentes personas nada más por el gusto de difundir el oficio que les fue heredado y con el que después se comprometieron.