"Sobremesa"

"Bullying"
07/11/2015 14:03

    Gnozin Navarro

    "Hemos aprendido a volar como los pájaros y a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir juntos como hermanos".
    Martín Luter King

    El estresante regreso a clases. Mi madre nos estuvo, y ahora entiendo que también se estuvo preparando sicológicamente para ello. Aléteya pasaría a secundaria y sus horas de entrada y salida nos afectarían a todos. Para nosotros, los hermanos menores, no podía resultar tan grande el agobio, ya que otros amigos de nuestros respectivos años y salones también tenían hermanos "grandes". Yo iba a cuarto con la maestra Aurelia Echeagaray Echeagaray, en el Colegio Sinaloa Ramos Millán. Liétay a tercero en el AC. Acostumbrados a llegar al 10 para las 8, ahora lo haríamos con unos 40 minutos de antelación. Recuerdo con precisión el momento que me bajé del carro y el pavimento de la calle estaba mojado como si hubiera llovido la noche anterior, yo estrenaba zapatos choclos con suela de goma, los usaban casi todos los niños. ¡Los había deseado tanto!, y tuve la certeza de que el agua no penetraría las esferas de gel comprimido, no me harían nada. Me pasé por enfrente del carro, como siempre, mi padre nos los decía para estar a la vista del conductor, y subí a la banqueta de un brinquito aterrizando con los dos pies al mismo tiempo. Mi madre me llama -Gnozin- y yo giro sin contestar. -Pórtate bien-, sí, mamá, -no hagas travesuras-, está bien mamá. Ella arrancó y yo con mi mochilota al lomo corrí hacia la aventura esa de entrar a escuela. Me impresionó ver el patio vacío. Me sentí privilegiado de ser de los primeros. Me pareció increíble no ver los espacios llenos de niños. Dejé caer sobre la banca de la entrada mi mochila e intempestivamente arranqué hacia los bebederos, detrás de las escaleras, para ver si ahí no había nadie. Efectivamente. El patio escueto. Pronto empezarían a llegar los otros compañeros que también tenían hermanos(as) en secundaria y me daría mucho gusto volver a verlos de nuevo en el regreso a clases, pero, en ese instante de desolación retumbó la voz de mi madre con su última palabra de la mañana y pensé ¿travesuras? Aquí no se pueden hacer travesuras. Llegó el primero de mis compañeros, Gustavo Pliego García, cuyo hermano mayor, Aurelio, ya estaba en secundaria, inmediatamente después, Federico Octavio Díaz Vega con su hermano menor, Enrique, ya que "El Cono", hermano de ellos, también entraría a secundaria. José Antonio Núñez González. Francisco Solano Morales. Federico Octavio Vega Zazueta (ese año nacería la distinción los primos hermanos "Octavio güero" y "Octavio negro"). Fueron llegando más, Fernando Martínez Corona. Enrique Téllez Zazueta. Carlos Guillermo Zazueta Tena. Manuel Meza Castro. Bernardo Quintana Corrales. Héctor Ortiz. José Antonio Silva, uno a uno recalando. Todos igualitos. Todos asicaladitos. Estrenando pantalones, zapatos, camisa blanca. Particularmente y casi como sello de la casa: Todos engomadísimos de la cabeza y no me acuerdo cómo estuvo, no sé quién empezó. De un instante a otro el momento de la espera se convirtió en escandalosa recepción. Al que iba llegando lo íbamos despeinando. No había golpes, patadas, ni empujones fuertes, sólo nos despeinábamos con las palmas de nuestras manos. La madre Blanquita, que custodiaba la puerta del Colegio, mejor se tapó la boca con una mano para cubrir la sonrisa de festejo que le daba con nuestro entusiasmo, risas y relajo. Como viejos compañeros de varios años más o menos sabíamos cómo íbamos llegando. Anticipábamos el arribo del próximo "bien peinado", y cuando ya faltaban muy pocos engomados y estaban a punto de dar las 8, "el Solano" dijo con el rostro rebozando de antojo "ahorita que llegue el Rafa, el Óliver y el Édgar", se refería a Rafael Palazuelos Carreón y a sus hermanos menores, ellos siempre llegaban bien engomaditos, entonces el Rick Avendaño dijo -"y pa´ que lo esperamos, si aquí vive cerca". Efectivamente. Vivía a dos calles del colegio y así fue como fuimos hasta allá. Desde la banqueta le gritábamos para que saliera. Hacíamos ruido chocando monedas sobre el cancel de la cochera. Su madre abre la puerta principal y despide a los tres dándoles su bendición. Nosotros aguardamos y aguardamos hasta que salió a la banqueta. Esa fue la despeinada del año, la despeinada del Rafa Palazuelos en las puertas de su propia casa. Lo que siempre habíamos dicho de que qué chilo vivir cerca del colegio se le había revertido. No recuerdo cuál fue la reacción de su mamá. Es muy probable que lo haya dejado pasar. Había sido una broma pesada de los niños del salón y hasta ahí llegó. Lo que sí sé es que fue muy divertido y que jamás se volvió a repetir. Las monjas no mandaron llamar a nuestros padres. No hubo junta, ni asamblea extraordinaria para abordar la violencia y el abuso entre los niños. No hubo conferencia de valores. Ningún papá, ninguna mamá tuvo que leer a Martha Alicia Sánchez (TU HIJO, TU ESPEJO), ni mucho menos los materiales de Josefina Leroux acerca del desarrollo de una sana autoestima y habilidades sociales dentro de la escuela. Nadie fue a terapia. Nadie fue medicado con parexotina para taimar sus ánimos. Fue una travesura que no pasó a mayores. Ese año aprendí con la maestra Aurelia la palabra gaznatada y conocí todas las sensaciones que ésta despierta. El que la hacía, la pagaba. El que reprobaba, repetía año. Muchos niños a la salida se iban en camión o caminando a sus casas porque terminada la hora de la escuela el chamaco pasaba a ser responsabilidad de los padres otra vez. Hoy, cada vez las escuelas se parecen más a las cárceles: enrejadas y con sistemas de seguridad extrema. Las bromas pesadas siempre han existido. Los expulsados tiraban huevos a la escuela y las camisas del uniforme terminaban autografiadas por los compañeros el último día de clases. ¿Cuál es la realidad de nuestras escuelas hoy? Una de ellas es el BULLYING, un fenómeno social que esta noche abordaremos en la Sobremesa Eventos con una conferencia gratuita en el Bistro Miró, en punto de las 19:30 horas. Nuestro conferencista invitado, el abogado y criminólogo Francisco Eduardo Urrea Ortega compartirá con nosotros, contigo, conmigo e invitados a esta Sobremesa, distinciones acerca del BULLYING. ¿Es esto un signo de delincuentes en potencia?, ¿se trata de un exageración más producida por nuestra culpa colectiva de abandono desde la guardería?, ¿o es un problema auténticamente serio que hay que resolver de fondo? Se trata pues de un tema tanto atractivo como interesante para todos aquellos que nos encontramos en la tarea esta de educar, ya sea como padres, maestros o directores de escuelas. Para todos aquellos que quieren conocer un poco más. La invitación es abierta. Es gratuita. Empezaremos puntuales en el Bistro Miro a las 19:30 horas. Te espero. Quedo con Dios y contigo: yosoy@gnozin.com