Amigo lector de Noroeste, el hablar de los azúcares y harinas refinadas es hablar de alimentación, y estos nutrientes son parte de la alimentación de un gran porcentaje de la población mundial, desde tiempos pasados cuando el azúcar se extraía de la caña en Guinea y posteriormente de la remolacha, y su posterior industrialización para hacerla blanca ya se le daba el nombre de “droga blanca o droga dulce”, porque causa adicción, y gracias a esta “droga” muchas empresas son económicamente solventes, y dan empleo a millones de individuos.
Pero en la alimentación los padres de familia juegan un papel importante ya que en una gran mayoría de hogares parecen que se sirve a la “carta”, porque si no quieren comer los hijos comida “normal”, luego le cumplen el “capricho” al hijo dándole harinas o azúcares (alimentos de fácil digestión) lo que contribuye a crear un “drogadicto” el día de mañana, además de todas las alteraciones y complicaciones que desencadena el consumo de productos como fritangas, enducolorantes artificiales y todo “para no batallar”.
Una de las estructuras que más afectan el consumo de harinas refinadas y azúcares son los huesos, también el ingerir harinas refinadas libres o con añadidos en exceso en la dieta se les vincula al desarrollo de obesidad, caries dentales, hipertensión, cáncer y otras enfermedades. Sin embargo, también podría afectar la salud de otros órganos entre estos los huesos, incrementando el riesgo de sufrir fracturas.
Existen diferentes estudios, entre los que realizan científicos, que estudian la osteoporosis donde se afirma que a peor control glucémico en personas con diabetes, mayores son las probabilidades de perder masa ósea, pues se reduce la respuesta de osteoblastos y osteoclastos a la vitamina D. Es decir, la salud de los huesos se deteriora a mayores niveles de glucosa e insulina circulando en la sangre.
Las harinas son almidones que a través del metabolismo orgánico se convierte en glucosa, pero si estas harinas son industrializadas en extremo y a esto se le agrega otros productos hace que las mismas sea mayor el contenido calórico, recordemos que los carbohidratos y proteínas aportan cuatro calorías por gramos, el alcohol siete calorías por gramos y las grasas nueve calorías por gramo, y si estas (azúcares y harinas) se refinan al organismo le cuesta menos trabajo en su digestión, pero si mencionamos que el azúcar es una droga adictiva, hace que el individuo tenga ansiedad por seguir consumiendo azúcares, que al ser de fácil digestión esta “sobrecarga” de nutrientes al no ser utilizado (por no realizar actividad física), se transforma en grasa la cual se almacena en tejido subcutáneo, órganos y otras estructuras dando origen a la obesidad.
En un estudio de personas de 55 a 80 años (900 adultos) se comprobó que quienes llevaban dietas con predominio de alimentos de alto índice glucémico y alta carga glucémica tenían mayor incidencia de fracturas de tipo osteoporóticas. Esto nos lleva a pensar que una dieta con muchos azúcares libres o harinas refinadas que promueven la liberación de insulina así como los altos niveles de glucosa en el cuerpo también daña la salud del sistema esquelético. Por esto se recomienda que no solo debemos evitar azúcares añadidos y harinas refinadas en nuestra dieta si queremos prevenir el aumento de peso, las caries, la diabetes y problemas cardiovasculares así como el cáncer, sino también si queremos evitar o disminuir el riesgo de osteoporosis y la pérdida de masa ósea a lo largo del tiempo.
Padres de familia, eviten en sus hijos desde el embarazo el consumo de azúcares, harinas refinadas, dense tiempo de ser eso, padres de familia, con sus hijos, no contribuyamos a tener hijos “drogadictos” el día de mañana, recuerde que todo evoluciona, primero será el azúcar (droga blanca o dulce) y después no satisfacerse y querer otro tipo de droga, y sabe qué, la encontrará, mejor pongamos el remedio a tiempo y no lamentarnos el día de mañana.