"La careada del domingo que ha durado treinta años"
CULIACÁN._ El Basquetbol se ha convertido en una especie de religión para un grupo de amigos que domingo a domingo se dan cita en su catedral, las canchas del Centro Cívico Constitución, a partir de las siete de la mañana, una horario pactada en silencio.
Este ritual lo celebran desde hace más de tres décadas. Como fieles creyentes domingo a domingo en punto de las siete de la mañana van arribando una a una esas viejas caras conocidas que se van integrando hasta completarse en la cancha.
Aquí no hay nombres, ni apellidos, a pesar de conocerse de muchos años atrás pocos saben exactamente cuál es el nombre completo del resto de los compañeros, en muchas ocasiones ni siquiera el nombre de alguno de ellos ha sido pronunciado en años.
El Chino, el Pollo, los Jaimes, "El bueno" y "el malo", dicen entre risas. El Yorch, Isaac, el Polo, el Güero, el Chapo, el Profe, el Viejo, el Chupa, el Beto, el Gil, el Jimmy, son algunos de los amigos y compañeros que han compartido el balón a lo largo de más de 30 años.
"Uuuuuy", dice el Chino en una clara expresión a que han pasado muchos años desde que este grupo de amigos inició con esta tradición.
"Yo estaba en la prepa, hace como treinta años que empezamos a venir al parque", expresó con cierto tono de añoranza a aquellos tiempos.
Son pocos los que aún permanecen de aquella camada que inició con este religioso ritual hace más de 30 años.
"Muchos se han ido quedando en el camino. Algunos por lesiones, otro se fueron a vivir a otra ciudad por su trabajo y algunos simplemente no supimos que les pasó", agregó.
Los pares, los nones y la bola
Un solitario Parque Constitución ve cómo uno a uno van llegando esta camada de basquetbolistas y una vez completados los seis jugadores, comienzan a tirar desde la línea de tiros libres, para formar los equipos.
Es muy fácil, según el orden en que anotes estarás en un equipo que se divide en los pares y nones. Pero a lo lejos se ve a otros jugadores bajar por la rampa de acceso, pegada a las canchas de voleibol, por lo que los jugadores afinan la puntería y meten el acelerador para asegurar un lugar dentro de la cancha, el resto es "la reta".
Aquí no hay árbitros. Las reglas se aplican por su propia cuenta, las marcaciones las hacen cada jugador y aunque a veces esto provoca la discusión, cuando no se puede llegar a un acuerdo todo se define tirando desde la línea de tres puntos.
Pareciera ser una tanda de penales en la muerte súbita, esto se define hasta que uno anota y el otro falla.
A pesar de que aquí no hay registro de jugadores y nadie lleva la cuenta de los puntos anotados, los rebotes capturados, las asistencias repartidas, las tapas o los robos suministrados, a nadie le gusta perder y menos cuando afuera hay cerca de una decena de jugadores haciendo la reta, lo que significa que de quedar fuera tendrás que espera al menos tres juegos, pactados a veintiún puntos, para tener la revancha.
A pesar de ser muchos jugadores como para dejar de jugar tres contra tres en media cancha y jugar cinco contra cinco a cancha completa, no lo hacen, ¿Por qué? La respuesta vino desde el anonimato: Es la bola, sí, pero la bola de años que no nos deja correr.
Las carcajadas cimbraron el lugar.
Juegar, hasta caer rendidos
Entre las ocho y nueve de la mañana el Centro Cívico Constitución empieza a cobrar vida, sobre todo con los puestos ambulantes que empiezan a ser armados, el de la fruta, la tiendita, el de los raspados, el de las viejitas y todos los puestos que esperan darle la bienvenida a las familias que principalmente se dan la vuelta al zoológico.
Mientras, a un costado de las canchas uno a uno van quedado rendido los jugadores, quienes se quedan a convivir con los compañeros, incluso algunos de los jugadores que no han perdido en la cancha y no han sido obligados a abandonar el juego, piden su cambio.
"Ya fue todo para mí", "ya no aguanto", "ahí muere", se escucha.
Uno a uno van cayendo rendidos los jugadores, hasta que no se completan dentro de la cancha o se juega "el último y nos vamos", que suena como un grito de batalla ya que nadie quiere irse con la derrota a casa, y los jugadores sacan fuerzas de flaqueza.
Uno a uno comienza a marcharse esos viejos amigos que aunque no lo dijeron, el próximo domingo tiene una cita en el mismo lugar, a la misma hora.
Algunos se quedan viendo los juegos de basquetbol, cuando hay torneo, otros le dedican un tiempo a "recrear la pupila" en el voleibol femenil para después marcharse.
A la salida los espera Don José, el señor de las aguas frescas, que tiene los mismos o más años instalado en el parque Constitución, y que con el paso de los años ha conocido a todos.
La mayoría de ellos termina ahí el ritual, comprando las aguas con Don José, incluso algunos ya se hicieron merecedores del pilón "por derecho de antigüedad", como dice el propio aguador.