Pbro. J. Esteban González Lara
LA PALABRA DEL SEÑOR.
En aquel tiempo, Juan le dijo a Jesús: "Hemos visto a uno que expulsaba a los demonios en tu nombre, y como no es de los nuestros, se lo prohibimos". Pero Jesús les respondió: "No se lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí. Todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor.
Todo aquel que les dé a beber un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que no se quedará sin recompensa. Al que sea ocasión de pecado para esta gente sencilla que cree en mí, más le valdría que le pusieran al cuello una de esas enormes piedras de molino y lo arrojaran al mar. Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela; pues más te vale entrar manco en la vida eterna, que ir con tus dos manos al lugar de castigo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo; pues más te vale entrar cojo en la vida eterna, que con tus dos pies ser arrojado al lugar de castigo. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo; pues más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al lugar de castigo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga". (Mc 9, 38-43. 45, 47-48).
Cada 8 días, en cada celebración litúrgica la Iglesia va seleccionando pedagógicamente fragmentos de la palabra de Dios para que nuestra vida cristiana asuma su proyecto.
Jesús nos enseña a valorar el bien que hacen los demás, aunque no pertenezcan a nuestro grupo. Esto tiene aplicaciones muy concretas. Por ejemplo, hay quienes piensan que sólo los de su iglesia, organización, partido, grupo o ideología, hacen cosas buenas. Eso no es así. Dios actúa por medio de muchas personas, incluso por quienes carecen de fe. Hemos de aprender a reconocer las cualidades y los servicios de los demás, aunque no comulguemos en todo con sus posturas.
1. QUE TODOS VIVAMOS UNIDOS Y DE ACUERDO.
Dentro de la Iglesia, hay quienes sólo aceptan lo que se hace en su parroquia, en su movimiento, en su grupo o comunidad; rechazan y hasta condenan a lo que, por caminos distintos, están procurando también vivir cristianamente. O piensan que sólo su "modelo" eclesiológico es el que interpreta mejor el Concilio Vaticano II. O que su práctica pastoral es la única que lleva al Reino de Dios. Eso no es conforme al Evangelio.
Si alguien encontró a Cristo en el Movimiento de Renovación en el Espíritu Santo, en el Encuentro Matrimonial, en los Cursillos de Cristiandad, en las Comunidades Eclesiales de Base, en el Movimiento de Apóstoles de la Palabra, en la Pastoral Juvenil, en la Escuela de la Cruz, etcétera, hemos de respetarlo y aceptarlo, en vez de pensar que sólo nuestro camino es bueno y verdadero. Son distintos medios de los que se vale el Espíritu Santo para llevarnos a la santidad, y no hemos de absolutizar lo de nuestro propio grupo, movimiento o estilo de espiritualidad y de pastoral. Nadie puede acaparar al Espíritu Santo y éste lleva a su iglesia por caminos muy diversos. Exigir que todos vayamos por un solo camino es pretender atar al Espíritu. Sin embargo, hay criterios de "eclesialidad" y de autenticidad evangélica, para discernir cuáles son los verdaderos caminos del Evangelio. La comunión eclesial, la opción por los pobres, la humildad y el despojo de intereses personalistas, son buenas señales.
En el libro de los números (11, 25-29), nos dice que el Espíritu de Dios se manifestó en dos personas que no estaban con el grupo de ancianos que se habían reunido con Moisés. Alguien pide que se les prohíba profetizar, pues no eran parte de su equipo; pero Moisés responde: "¿Crees que voy a ponerme celoso?". Ojalá todo el pueblo de Dios fuera profeta y descendiera sobre todos ellos el Espíritu del Señor".
Sostenemos que la Iglesia que Jesucristo fundó "subsiste en la Iglesia Católica"; pero hay muchos elementos de esta verdadera Iglesia en varias comunidades y grupos religiosos que aceptan a Jesucristo.
2. QUE TODOS NOS AYUDEMOS
Jesús promete no dejar sin recompensa cualquier cosa que se haga por sus discípulos, aunque sea algo tan sencillo como darles un vaso de agua, con esto, se exige ayudar a los demás, sobre todo a los pobres, viendo en cada uno de ellos el rostro de Cristo. En vez, pues, de despreciar a quienes piden limosna, a los ancianos, a los niños de la calle, hemos de procurar darles algo, a no ser que tengamos sospecha razonada de que nos engañan y de que emplearán mal nuestra ayuda. Y si alguien sabe de que sus padres u otras personas los explotan, que los denuncie. De todos modos, más vale ayudar de alguna manera a tantos indígenas que hay entre nosotros, al menos con una palabra amable. El Señor no dejará sin recompensa a quien así proceda.
En cambio, para aquellos que tienen el corazón duro y no se compadecen de los pobres, sino que se enriquecen a base de engaños, el apóstol Santiago hace una advertencia muy severa:
"Lloren y laméntense, ustedes, los ricos, por las desgracias que les esperan. Sus riquezas se han corrompido; la polilla se ha comido sus vestidos; enmohecido están su oro y su plata, y ese moho será una prueba contra ustedes y consumirá sus carnes, como el fuego".
¿Es imposible que un rico se salve? Se puede salvar si se convierte de corazón; si cambia de vida, siguiendo el ejemplo de zaqueo. Cuando éste manifestó su compromiso de devolver cuatro veces lo que había robado y dar la mitad de sus bienes a los pobres, la salvación llegó a su casa (Lc 19, 1-10). Esta es la doctrina perenne del Evangelio, y es la que hemos de predicar sacerdotes, religiosas, diáconos, catequistas y demás agentes de pastoral. En esto no podemos claudicar.
CONCLUSIÓN
Hay una advertencia muy dura en el Evangelio. "Al que sea ocasión de pecado para esta gente sencilla que cree en mí, más le valiera que le pusieran en el cuello una de esas enormes piedras de molino y lo arrojaran al mar". ¿Qué significa esto? Que quienes aconsejan a otros al mal e incitan a la perversión, les espera una suerte poco favorable. Que quien presiona a otros para que se embriaguen, prueben alguna droga, o se organicen para robar, secuestrar o matar, éste merecería estar encerrado en una cárcel. Que a quien difunde pornografía, vulgaridades y otros vicios en revistas, espectáculos, radio, televisión, centros nocturnos, etcétera. Más le valdría no haber nacido.
En el Evangelio, el Señor es también muy exigente. Jesús nos invita a cortar todo aquello que nos pueda llevar al pecado, aunque sea un pie, una mano o incluso un ojo. Es decir, si una amistad, una persona, una revista, un video, un espectáculo, un puesto público, un trabajo, etcétera, nos lleva al pecado, hay que rechazarlo y alejarnos. Son una ocasión de pecado. Es difícil esta indicación, pero es muy sabia. Pongámosla en práctica y veremos los buenos resultados.