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"Alfa y omega"

"Sexto domingo de pascua 'Jesús vive en quien ama'"
07/11/2015 10:36

    Padre Esteban González Lara

    LA PALABRA DEL SEÑOR
    En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumpla los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté con ustedes y su alegría sea plena.
    Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo les he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.
    No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros" (Jn 15, 9-17).

    INTRODUCCIÓN
    Estamos ya en el sexto domingo de las fiestas pascuales. Dentro de 8 días celebraremos la Ascensión del Señor. Dentro de 15, la solemnidad de Pentecostés, que es la culminación de la Pascua, es el envío del Espíritu Santo sobre los Apóstoles.
    Durante varias semanas, hemos venido celebrando la resurrección del Señor. Cristo triunfó sobre el pecado, sobre el sepulcro y sobre la muerte. Su victoria fue definitiva. Ya no volverá a morir, pues vive para siempre. Ha sido constituido Señor y Mesías para todo el mundo. Su resurrección es la manifestación más clara de su divinidad.
    Hoy Jesús nos dice cómo Él puede permanecer vivo en cada uno de nosotros y en su Iglesia: por medio del amor mutuo. Esto quiere decir que, si nos amamos unos a otros, permanecemos en Él y Él en nosotros. Si no nos amamos, no permanecemos en Él, ni Él vive en nosotros. La señal, pues, de que Cristo vive y está resucitado en nosotros, es que haya amor en la humanidad, sobre todo entre quienes creemos en Él, católicos, protestantes y ortodoxos.

    1. QUIEN NO AMA, NO VIVE CON DIOS
    ¡Qué triste espectáculo damos muchos que nos decimos cristianos! Vamos a Misa, leemos la Biblia, rezamos y participamos en los ritos. Nos imaginamos que con eso basta para salvarse. Pero nos olvidamos de lo fundamental, que es el amor. En este caso, no somos cristianos, y el Resucitado no vive en nosotros.
    Esto tiene aplicaciones muy concretas en todos los niveles. Por ejemplo, si un miembro de la familia participa en el culto sagrado, pero no ama a su pareja, no le perdona, no le respeta ni le tiene paciencia, Dios no vive en ese corazón ni en esa familia.
    Si alguien va a las celebraciones, pero en su trabajo es egoísta, a nadie ayuda, hace trampas, se lleva lo que no es suyo, explota a sus trabajadores, elude impuestos, se siente muy bueno y menosprecia a los demás, en esa persona no vive Dios, porque no ama.
    Muchos de los candidatos a puestos públicos son creyentes en Cristo. Sin embargo, dan espectáculos vergonzosos, pues sus campañas consisten en atacarse mutuamente, en enlodar la fama de los otros y en descalificarlos por todos los medios posibles. No se aman, no se ayudan, no se toleran, no se respetan, no se valoran en sus cualidades; sólo quieren destruirse. Según el Evangelio de hoy, en ellos no vive Dios, porque no aman.
    La verdadera política es un servicio; es decir, es dar la vida para que otros vivan más dignamente. En este sentido, la política puede ser un auténtico camino para ser santos. Un político cristiano es quien hace de su campaña y del desempeño de su cargo un acto de amor. Amar en la política es desgastar las propias energías, el tiempo, el descanso y aún los recursos propios, en beneficio e incluso en el perdón a quienes lo ofenden. Pero esto se logra sólo permaneciendo en Cristo. Sin Él, todo se vuelve un campo de batalla, donde gana el más astuto, no el que mejor sirve. Los candidatos que no aman, que buscan sólo el beneficio personal, no son dignos de confianza.

    2. TODOS SOMOS IGUALES ANTE DIOS
    Los conflictos que hay en muchas comunidades y organizaciones se explican porque los que se dicen creyentes, de cualquier religión, no se aman, sino todo lo contrario. Los que más tienen, quieren más, en vez de compartir con los que carecen casi de todo. Los que siempre han dominado, incluso cometiendo atropellos, pretenden seguir oprimidos. Los que han sido despojados, vejados y menospreciados, se han dejado influenciar por quienes les inoculan sentimientos de odio, de venganza y de hacerse justicia por propia ley. Todos se declaran creyentes en Cristo, católicos o protestantes. Sin embargo, sólo se oyen acusaciones y ofensas mutuas; muchos confían en sus armas, aunque sean palos o piedras.
    ¿Dónde quedó el amor de Cristo? ¿Dónde quedó el Evangelio? En los corazones donde no hay amor, Cristo está muerto, ausente y lejano. En quien no sabe amar, no vive Dios.
    Hay muchas personas, en cambio, que están dejando su vida en la protección y promoción de los más pobres. Pasan graves carencias y peligros, compartiendo la vida, el dolor y el peso de la marginación. Lo único que les mueve es el amor, la compasión y el anhelo de justicia. Aunque algunos no se consideren muy creyentes, en ellos sí permanece Cristo resucitado, porque aman y enseñan a amar, a perdonar y a compartir. Como dice San Pedro:
    "Ahora caigo en la cuenta de que Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que fuere" (Hech 10, 34-35).
    Hay otros que hacen gala de ser defensores de los pobres, pero se han colgado de esta causa sólo para luchar por sus propias ideologías políticas. Utilizan a los pobres, porque saben que su causa es noble y merecedora de aplauso, pero tienen sus propios fines. Están con los necesitados, pero buscándose a sí mismos, no por amor y por servicio desinteresado. Y quien no actúa por amor, pervierte las mejores causas.

    CONCLUSIÓN
    Terminamos con estas palabras:
    "Queridos hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. El amor que Dios nos tiene se ha manifestado en que envió al mundo a su hijo primogénito para que vivamos por Él. El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero y nos envió a su Hijo, como víctima de expiación por nuestros pecados" (1 Jn 4. 7-19).
    Usted, ¿sabe amar? en caso afirmativo, Cristo permanece resucitado en usted, de lo contrario, Él no vive en su persona. Acéptelo de corazón, aprenda a amar, y verá que toda su vida va a cambiar y dará frutos que permanecerán para siempre.