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In memoriam

Annie Coppel (1972-2024)

23/12/2024 12:06

    Presbítero Carlos Núñez Aispuro

    Vicario del Opus Dei en el Norte de México

    El Papa Francisco escribió en una ocasión que “la santidad es el rostro más bello de la Iglesia”. Y en un momento en que hay muchos malos ejemplos, que han desprestigiado instituciones, incluso a la Iglesia misma, es buen momento para voltear a ver los testimonios de luz en vez de las tinieblas. Con ocasión de Annie, ojalá y nos dejemos “escandalizar” por la santidad. Obvio me refiero a la lucha por la santidad. Tomando pie de las palabras del obispo de Culiacán en la Misa del triduo por Annie, en las que comentaba el “sí” de la Virgen María a las palabras del ángel, pienso en el “sí” de Annie a ser buena hija de sus papás, su “sí” a su vocación de esposa, su “sí” a su vocación de madre, su “sí” a ser ciudadana solidaria, y también su “sí” a una vocación específica al Opus Dei, camino eclesial de santidad en lo ordinario, que ella vivió generosamente.

    La vida de Annie me trae a la cabeza esas palabras de Jesucristo: “sin Mí no pueden hacer nada”, y también “el que está unido a Mí, ese da mucho fruto”. Annie durante muchos años se esforzó por comulgar a diario. Tengo para mí que esa intimidad con Jesucristo la llevó a desplegar un bien enorme, que todos los que la conocimos podemos atestiguar. Su vida es un ejemplo de hasta dónde puede llegar la capacidad humana, ayudada con la gracia divina. Están los ejemplos de los grandes santos, como san Pablo o santa Mónica, pero no olvidar que tenemos gente a nuestro lado que también se deja transformar por Dios. Falleció muy joven, con poco más de 50 años, pero desplegó un bien enorme. Soy consciente de que no todos tenemos las cualidades y recursos morales para alcanzar esos niveles de nobleza y magnanimidad, pero ella sí los tenía y fue generosa hasta el final de su vida terrena, el pasado 14 de diciembre.

    Aún en medio del dolor por la partida de una persona querida, me atrevo a felicitar a su esposo, a sus papás y a sus hijos. Felicidades porque han sido agraciados durante su vida por un don muy grande, que también es una responsabilidad, porque “al que mucho se le dio, mucho se le pedirá”. Y, ¿por qué no?, felicitar a la sociedad de Culiacán, por esta hija predilecta. Ella era muy culichi, muy sinaloense. Yo llevo 15 años en Monterrey, y recuerdo que hace tiempo en alguna conversación con ella hice un comentario que podía llevar a pensar que Monterrey era mejor, como sociedad más industrial y tecnológica, que Culiacán que es una sociedad más basada en la agricultura... Y claramente no le gustó mi comentario. Y tenía razón. Para los sinaloenses Culiacán es mejor. Ella y su familia, como quizá hacen otros, podían haber abandonado Culiacán por la situación de violencia que la aqueja desde hace tiempo, pero no. Hizo suya la actitud que recomendaba san Pablo: “no te dejes vencer por el mal, antes bien, vence el mal con el bien”, y se movía de distintas maneras para ayudar, participando, en muchos ámbitos, como el educativo, el asistencial, etc. Incluso hay labores de ayuda a personas más necesitadas, que ayudó a iniciar, y que seguirán adelante.

    En definitiva, la de Annie es la actitud cristiana ante las situaciones, ya que es la materialización de la virtud de la esperanza. Pero independientemente de si se tiene o no el don de la fe, es la actitud correcta ante la vida. Todos deseamos que, en medio de la incertidumbre que vive nuestra sociedad, lo que prevalezca sean las buenas obras, para así adelantar el tiempo de la solución de la actual problemática social. Es una solución que lógicamente llevará tiempo y esfuerzo, que siempre estará en proceso y requiere no dejarse vencer por el pesimismo. Es contraponer el “sí” al “no”. “Sí” a la generosidad y a la alegría, sí al cuidado de nuestras familias, sí a la solidaridad y a la ayuda a los más necesitados, sí a la participación y a involucrarse en soluciones creativas. “No” al miedo y al derrotismo, no a la apatía, no a la colaboración con el mal. Resumen: “Sí” a luz y “No” a las tinieblas. Descanse en paz Annie.

    La vida de Annie me trae a la cabeza esas palabras de Jesucristo: “sin Mí no pueden hacer nada”, y también “el que está unido a Mí, ese da mucho fruto”. Annie durante muchos años se esforzó por comulgar a diario. Tengo para mí que esa intimidad con Jesucristo la llevó a desplegar un bien enorme, que todos los que la conocimos podemos atestiguar. Su vida es un ejemplo de hasta dónde puede llegar la capacidad humana, ayudada con la gracia divina.