Del amor humano hacia el amor divino
“¿Me amas Pedro?, Señor, tú sabes que te quiero”, este fragmento del diálogo entre Jesús y el apóstol Pedro, después de la resurrección, a simple vista solo se refería al sentimiento del amor de Pedro hacia Jesús, pero en él, en la traducción castellana, son usados lo verbos amar y querer, muy semejantes en su significado, pero en el original arameo y después en el griego, en que fue escrito, tienen una gran profundidad en cuanto a su sentido.
Estas dos formas de expresión quieren señalar la existencia del dilema entre el amor divino y el amor humano. En la primera pregunta, Jesús, según el texto original griego, habla del amor divino, Pedro, consciente de sus limitaciones, usa según la traducción castellana, el verbo querer, queriendo refiriéndose al amor humano, pues no posee otro, pero con él y con sus limitaciones quiere amar Jesús.
Jesús vuelve insistir en la pregunta y la respuesta sigue siendo la misma, por tercera vez el Maestro hace la pregunta, pero ahora en la traducción castellana usa el verbo querer, indicando no ya el amor perfecto divino, sin el amor humano limitado, Pedro con ojos enrojecidos responde con humildad “Señor tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”.
El drama del amor humano, es que, a pesar de la decisión, es un amor limitado e imperfecto, bien se puede decir “te amare toda la vida, nunca te fallare”, pero siempre existirá el riesgo del olvido, la desatención y las actitudes airadas, pues la naturaleza humana es deficiente y limitada, pero a pesar de ello, siempre deberá de estar presente la sinceridad del amor.
En el sacramento del matrimonio, expresión humana del amor divino, en el momento de pronunciar la fórmula que los convierte en esposos, estos dicen: “Prometo amarte, todos los días de tu vida, en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad”, estas palabras son la promesa de un amor que a pesar de las circunstancias y las limitaciones humanas vivirán por todos los días de su vida.
Decir te quiero puede resultar muy sencillo e incluso con un aire de autosuficiencia, pero el ejercicio de ascender en amor humano hasta alcanzar el amor divino será un ejercicio de superación como esposos durante toda la vida, visible en esposos que han atravesado las tormentas del diario vivir.
Después de la triple pregunta, Jesús le da el encargo a Pedro, de vigilar y dirigir a quienes le seguirán, no porque él fuera perfecto incapaz de equivocarse sino porque era capaz de amar a pesar de sus limitaciones.
Después Jesús le anuncia; “Cuando eras joven tú ibas a donde querías, cuando seas mayor otro te llevará”, según el apóstol san Juan, al narrar esta experiencia afirma que Jesús le reveló el tipo de muerte con la cual iba a glorificarlo. Para entonces, Pedro ya habría evolucionado y entonces, ya sin presunción sería capaz de seguir a Jesús hasta la misma muerte.
Desde las limitaciones humanas el amor no es perfecto y siempre estará expuesto a fallas y deficiencias, por ello el apóstol Pablo en la Carta a los Corintios nos lo muestra como un camino a seguir, también dice que, aunque haya notables cualidades, si falta el amor todo deja de tener sentido y valor.
Ciertamente el amor perfecto no lo alcanzaremos en esta vida, pero podemos avanzar hacia estados en donde se vislumbre la plenitud de él.