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"XAVIER VELASCO"

"Diez años con el diablo"

"El escritor mexicano celebra el décimo aniversario de recibir el Premio Alfaguara de Novela"
14/11/2015 08:32

    MÉXICO (UNIV)._ Días antes del anuncio del premio solía repetirse, como un mantra para tranquilizarse. 

    "Lo más probable es que no gane, tengo que entender eso. Hay otras opciones". Pero llegada la hora, a las 6:01 de la mañana del 24 de febrero de 2003, mientras las frases hechas se le disolvían y sólo iba quedando el terror, sonó el teléfono. Pensó que alguien le estaba jugando una broma. Pero no. Era Luis Mateo Diez, escritor, académico y presidente del jurado del Premio Alfaguara, quien le dijo, como conductor de un programa de concursos. 

    "¡Mil felicidades, es usted el feliz poseedor del Premio Alfaguara 2003!". 

    Su obra Diablo Guardián, tras el premio, estaba a punto de convertirse en una de las novelas en castellano más influyentes del siglo que corre: más de 10 ediciones y 250 mil ejemplares vendidos. 

    Como si se tratara de una ex novia no superada del todo, Xavier Velasco acepta que hubo varios intentos fallidos para entablar una relación sana con Violetta, la protagonista de la novela que se imaginaba todas las noches. Algunos de estos intentos por conquistarla llegaron hasta la página 50 o 60. Los nombres iban cambiando y no parecían funcionar: Begoña, Ivana o Juanita. Todas acartonadas y con poco cuero para la correa que él quería sacarle. Pero antes de Violetta, Velasco tuvo otras mujeres importantes en su vida. 


    ¿Cómo era la relación que tenías con tu mamá?

    "Uy, con mi mamá. Mira, mi madre fue una mujer muy consentidora. Con mucho sentido del humor y con mucho sentido del deber. Tenía la doble misión de consentirme y corregirme. 

    La pasó muy dura porque no es fácil controlarme ni corregirme. Así que si me preguntas si me parezco más a 'Pig' o a 'Violetta' (personajes principales de 'Diablo Guardián') te diría que a 'Violetta', definitivamente. Mi madre tenía una frase que a mí siempre me gustó y la adopté desde muy pequeño. Cuando se enojaba decía: '¡No ha nacido quien me mande, fíjate!'. Lo decía con la misma enorme vehemencia con la que me podía consentir y llenar de cariños".

    ¿Y con tu abuela?

    "Ella —dice tras suspirar profundamente— era mi secuaz, mi incondicional, mi fan. Fue la primera persona que siempre creyó que yo iba a ser escritor. Y cuando a los 21 años escribí una novela —a la que nadie le hizo caso porque era muy mala— y yo la quería meter para el Premio Grijalbo, ella me pagó las copias. 

    Cuando quise irme a Europa porque 'era una educación interesante para un escritor', ella me pagó el viaje. Siempre tenía mucho orgullo en decir 'mi nieto va a ser escritor'. Por eso 'Diablo Guardián' está dedicado a ella: Celia Alcalde de la Peña. Porque cuando finalmente gané el Premio Alfaguara, una de las primeras cosas que hice fue voltear al cielo y decir 'lo hicimos, Celita. Celia, lo hicimos'.

    Y después te llegó la fama...

    "¡Claro! La fama al principio es muy bonita, hasta que luego el destino llega y te la cobra".

    ¿Te pasó tan fuerte?

    "Por supuesto que te pasa. Y te pasan cosas como las siguientes: vas a una presentación, das conferencias, entrevistas, te acostumbras a la gran atención de la gente; vuelves al hotel y ahí eres el mismo hijo de vecino. Y te preguntas '¿dónde se fueron todos?'. 

    "Te agarran unas depresiones espantosas. Yo empecé a entender por qué las estrellas de rock destrozan los cuartos de hotel: te vuelves loco. Después de que todo el mundo te aulló y brincó, te amaron, te abrazaron, vuelves a lo mismo y ni quien te pele. Además, si son las dos de la mañana, ¿a quién le vas a llamar para contarle lo que te está pasando? Pues a nadie. Entonces pierdes el sentido de la realidad. Gente que no te conoce te abraza, te para en la calle y te cuenta cosas. Adiós a la privacidad. 

    "Tienes que tener control de tus actos porque si quieres agarrar una revista de esas del corazón en el supermercado, ya no puedes porque luego llega alguien y te dice 'Oye, ¿tú escribiste tal libro?', y la tienes que esconder como si fuera pornografía. Se vuelve tan raro que dices: 'Ya no me estén viendo, ya déjenme en paz' ".

    De peloteros y escritores

    Xavier Velasco no se distingue por tener amigos del gremio, más bien, procura a los amigos rockstars y mantiene a los que son publicistas, profesión que ejerció por varios años, ingenieros o ninis. 

    A fin de cuentas, dice, su vocación punk le ha dejado dos cosas claras: el cinismo y la inadaptación. 

    A él, como a pocos en este País, no le gusta el futbol, ni ir en contra de todo, pero sí le gusta el tenis.

    Si estuvieras en una cancha atípica de tenis, y en lugar de pelotas se golpearan libros con la raqueta, ¿cuáles golpearías y quién te gustaría que fuera el contrincante? 

    "Pues finalmente en esto se termina haciendo eso. ¿Qué hace el tenista Roger Federer cuando lanza el servicio al otro lado? Pone la bola en juego. Arma un juego. Escribir un libro es iniciar un juego. Y el lector está del otro lado de la cancha. Pero no se trata de ganarle, sino de llevarle cierta ventaja. Más bien es cosa de no perder de vista la pelota (o la escritura), se trata de jugar por ti, esperando que lo demás venga contigo. ¿Sabes por qué me gusta el tenis, el billar y el boliche? Porque uno juega contra uno mismo".

    ¿Te consideras el antihéroe de la literatura mexicana?
    No. Aunque si lo pones así, prefiero ser el antihéroe que el héroe. Pero no lo pienso así. Ni siquiera me veo en la literatura mexicana. Ni pienso en un lugar en ella. ¡Sácate! Eso es muy pesado. 

    Ya que lo digan cuando me muera. No pienso en si soy éste o aquel personaje. Yo veo a la literatura como fechoría, como atentado. No se trata de que me vean a mí, sino que vean los libros.

    Entonces, ¿quienes han comenzado esta especie de guerra en el mundo cultural por nombrar quién es el nuevo narrador mexicano?

    "Es una pérdida de tiempo. A lo mejor son cinco los nuevos narradores mexicanos. A lo mejor no es ninguno. 

    Suena muy bonito, como a que se acabaron Los Beatles y hay que encontrar a los nuevos Beatles; pero no hay eso realmente. Regresando al tenis, hubo un momento en el que había colosos: Federer, Nadal, Djokovic, y nadie se les podía acercar. Y cuando ellos ya no estén, ¿quién va a quedar? Pues nadie. Si hay alguien pensando en ser el sucesor de Octavio Paz o de Carlos Fuentes pues pobrecito, lo compadezco profundamente porque se va a morir en el intento. 

    "A mí me encanta saber que hay narradores que están proponiendo cosas; que hay un David Toscana, un Enrique Serna, un Élmer Mendoza. Pero si la pregunta es '¿quién gana de todos esos?', no creo que a ningún escritor serio le preocupe eso. Porque tú estás para pensar tus historias, no en quién eres tú. No hay un ranking que te diga '¡estás hablando con el escritor número uno o dos!'. O que diga '¡Qué te pasa, estás hablando con el escritor 427 de la literatura mundial!'. Aquí no hay competencia, me entusiasma que te pongan una marca más alta. Además, ¿qué va a decidir que un escritor es mejor que otro?, ¿las ventas, los lectores, las menciones en Twitter? No podemos saber".