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Columna

El misterio del hombre desde su origen

EVANGELIZACIÓN, EDUCACIÓN Y CULTURA

    Adán, el varón y su complemento Eva, la madre, placenteramente recorrían el lugar, disfrutando la plena armonía de donde emanaba una sensación de perfección que sería conocida como la felicidad.

    Un universo pletórico de maravillas se extiende hasta una inalcanzable distancia, misterio y fascinación es contemplado, pero la comprensión queda herida ante el abismal misterio, levantándose, ante percepción de la mirada del conocimiento profundo.

    Ahí estaba, se denominaría como el árbol de la vida, una vida, que abundaba en variedad de formas, expresando el ascenso de la creación, hasta su culmen. Eva la mujer primera y única complementaria con Adán, ambos son el culmen de esencia de vida, maravilla suprema de la creación, en su esencia pensante y racional, que sería conocido como la humanidad.

    El punto misterioso del origen del conocimiento, de manera vulgar denominado el árbol del conocimiento, lugar de encuentro entre la posibilidad de alcanzar, la profundidad de dos principios complementarios y distantes entre sí, de lo adecuado y de lo inadecuado, inherentes entre sí mismos y que simplemente la limitación humana los define como: El bien y el mal.

    Bien y mal, luz y oscuridad, muerte y vida, hablar y callar, masculinidad y feminidad combinación binaria, dos principios que rigen y sostienen el misterio del cosmos. Penetrar este misterio es la gran tentación y el reto desde el origen del ser pensante.

    El tentador fruto está ahí presente, un reto originado en el mismo interior de la esencia humana, un reto al Creador nacido en el mismo ser creado desde su esencia que le impulsa y le precipita, es la impronta de la esencia divina en ser humano: Creado a imagen y semejanza del ser creador.

    “Serán como dioses”, la tentación surge en el mismo interior de la naturaleza humana, interpretándose a sí mismo bajo su misma visión de las cosas.

    El ser humano en su caída desde sus primeros pasos como humano, encuentra la sublimidad de su llamada a la creación y de su destino en ella. En su colapso encontrará su dirección y en su destino encontrará la purificación de su colapso.

    La pregunta surge; “Qué es el hombre, para que él te acuerdes, lo hiciste inferior a los ángeles y lo coronaste de honor y dignidad”. El ser humano puede canonizar y condenar, pero solo Dios es dueño y dirige y tiene en sus manos el destino del hombre.

    En todo momento está presente la infinita misericordia de Dios.

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