Cuando de repente veo que algún amigo de Facebook que está desde hace rato en silencio empieza a dar señales de vida, subir muchas cosas u opinar acremente en todo, me preocupo.
¿Se habrá quedado sin trabajo? ¿Por qué tiene repentinamente tanto tiempo libre? ¿Y ahora lamenta tanto del Gobierno que tenemos si jamás le interesó la política? ¿Lo dejó la mujer? ¿Al fin descubrió que su misión en la vida es meterse en la existencia de los demás?
Esos durmientes, que se activan como los espías "topos" de la época de la Guerra Fría, son peligrosos, especialmente si empiezan a subir Memes de autoayuda o discutir con desconocidos.
Hay una herida abierta en secreto ahí que de repente supura pus y muerde, sorpresivamente, como si fuera un ente rabioso.
En realidad, pueden ser sólo los algoritmos los que hacen variar lo que vemos en el Newsfeed, Time Line o como se llame la conversación virtual, eterno Mercado de lágrimas cibernéticas que no pocos confunden con la vida real.
Internet nos vigila y decide qué y a quién vemos.
Yo tengo al amigo brasileño Paulo Lins en el Face, nunca veía nada de él hasta que le mandé dos correos en el Mundial de Brasil y ahora me entero hasta qué cosa se desayuna, porque ya aparecen ante mí muchas de sus publicaciones, antes invisibles para mí.
Con todas sus convulsiones y revoluciones las redes sociales pueden ser positivas. Si usted, por ejemplo, tiene hijos fuera y casi no los ve, el Facebook o el Twitter es una buena manera de saber cómo andan y así atisbar el crecimiento de sus nietos.
A veces la rutina nos separa de los amigos, pero luego recordamos con cariño los momentos que vivimos con ellos y de alguna forma tratamos de acercarnos de nuevo y, si hay distancia, este es el único medio.
Las redes sociales son como las armas, los medicamentos -o sea las drogas- y los medios masivos: pueden generar un gran bien o un gran mal, según la manera en que se utilicen.
Por ejemplo, una especie de personaje social que está en extinción que en estos momentos es el "name dropper" o "viejo echador". Antes mucha gente podía mentir descaradamente del pasado, ahora Wikipedia desenmascara al más convencido de su verdad.
Ya no es como antes: si uno dice que fue novio de Isela Vega cuando vino al Maunaloa, corre el riesgo de que un testigo saque su teléfono y cheque ahí mismo su biografía y diferencia de edades, así como las imposibilidades cronológicas y geográficas.
Una vez puse un CD del cantante cubano Bola de Nieve en una fiesta y un compañero universitario me dijo que había venido a Mazatlán a mediados de los años 70 con el Partido Comunista apoyando a Valentín Campa. Luego me enteré que Bola de Nieve nunca vino a esta región, aunque su música circulaba en la onda cubana castrista. Y había muerto en 1971, después de varios años de enfermedad.
El gran problema de Internet también sucede en sentido contrario, en el aplanamiento los contenidos y la falta de verificación. Si nos dicen que no va haber luz solar por tres días la gente se lo cree y lo comenta.
Hay personas que le creen más a una página falsa, con faltas de ortografía y redacción, que a un periódico establecido que paga servicios de información y verifica todo.
Hace unos años, cuando la ciudad de Los Mochis se puso muy violenta, bastaba que un anónimo subiera al Twitter una frase como: "no salgan hoy en la noche va haber matasagüi" (palabra de aquel rumbo) para que ya nadie saliera a las calles.
También las redes sociales han provocado conflictos en personas que se dejan de hablar o convivir por una discusión originada por un meme.
Yo soy de los que aplican correctivos quirúrgicos. A quienes se portan agresivos en mi Facebook les aplicó la justicia.
Una estadística dice que el 80 por ciento de las personas que ponen algo corrosivo en las redes sociales se arrepiente a los pocos segundos, aunque no son capaces de disculparse públicamente.
Quizá no se trata de que las redes sociales nos hacen malos o sacan lo peor de nosotros. Sucede que mucha gente se porta en la red social tal como es en la vida real. ¿Habrá que agradecer su honda sinceridad? Veremos, dijo un ciego al otro.