El testimonio del amor
Como una clara muestra de lo ahí sucedido, el sudario estaba en otro lugar, en la posición y en la forma de la sábana mortuoria no se revelaba el volumen de un cuerpo dentro de ella, estaba “doblada” con una clara evidencia de no contener nada dentro de ella.
Ante la tumba vacía de la iglesia, discípulo amado del Señor, aguarda, mientras Pedro, quien ostentará poder de las llaves, certifica y da fe del hecho. Finalmente, Pedro y la iglesia vieron y creyeron, porque hasta entonces no habían entendido lo anunciado en las Escrituras.
Las evidencias dejadas y contempladas por los testigos oculares hablaban por sí solas de lo ya anunciado por el maestro Jesús, lo cual ya antes había sido dicho antiguos los profetas en las Sagradas Escrituras y en adelante contará con el testimonio de vida avalado con los signos milagrosos, cuyo valor supera aún los mismos signos de la religiosidad.
El retorno a Jerusalén será punto de partida y culmen del anuncio salvador, empiezan a comprender el significado de su misión, en la trascendencia de un anuncio superior a cualquier testimonio fisco que pretenda probar el extraordinario hecho: Ellos deben ser un testimonio viviente del amor de Dios entre nosotros.
Vivir el amor divino entre y con los hombres, para restaurar el primitivo plan de la creación, será una tarea ardua, en la experiencia de una historia endurecida por el egoísmo y el ansia de dominio, que ha llevado a la opresión y al dominio del hombre sobre el mismo hombre.
Una tarea exigente será la de enseñar a los hombres el camino del amor, un camino mejor a todos los caminos, aún más que el hablar la lengua de los mismos ángeles, requerirá de una entrega sin límites, más allá de las propias capacidades, hasta convertirse en servidores los unos de los otros, sin mirar las cualidades o las distinciones de quien se sirve, pues solo se habrá de ver la imagen de Dios impresa, porque el hermano sirve a Dios sirviendo al hermano.
El amor a Dios y al prójimo será la esencia de la nueva fe, más allá del sagrado valor de los ritos, su despreció o falta de observancia es equiparable a un sacrilegio, que ofende a la misma persona divina: “Lo que hagan a uno de estos inferiores, a mí mismo me lo hacen”.
El testimonio de la resurrección de Jesús fue un hecho impactante en la experiencia de quienes convivieron en su tiempo, pero más determinante fue la experiencia de convivencia fraterna de la primitiva comunidad, una solidaridad que trascendió los límites de su propia comunidad e incluso fue capaz de amar a sus mismos enemigos.
El hecho de la resurrección, a pesar de los detractores, fue avalado por el testimonio de testigos presenciales de sus diversas manifestaciones, quedó claro en el sentir de los discípulos y derivó en el envío difundir el gran mandato del amor entre los hombres.
Las pruebas físicas dejadas entre nosotros, así como las señales, comúnmente llamadas milagros, son el testimonio del amor divino entre nosotros y una invitación a hacer presente el mandato, “Ámense los unos a los otros, como Yo los he amado”.