"Elías Miranda: el señor de los libros"
Es difícil hablar cuando se muere un amigo, sobre todo cuando ha sido un compañero entrañable a lo largo de casi 40 años de compartir amistad, los temas cotidianos y sobre todo placenteras conversaciones sobre literatura, humanismo y utopía.
Conocí al profesor Elías Miranda en el año de 1975 en la Preparatoria Rosales de Mazatlán, fue mi profesor de literatura durante un semestre aunque su amistad perduró toda la vida, al igual que sus enseñanzas que se trasladaron del espacio formal de las aulas de la prepa a los pasillos universitarios y de ahí a lugares más relajados como las mesas de los cafés o los bares del puerto, donde nos reuníamos los amigos, la mayor parte estudiantes y maestros, en tertulias interminables con amenas pláticas sobre libros relevantes y autores de interés, en las que se comentaban obras y escritores de distintas corrientes literarias o se abordaban temas filosóficos y acontecimientos políticos.
Elías era un lector voraz de textos inteligentes, críticos o propositivos; fue un apasionado coleccionista de libros emblemáticos, joyas literarias, les llamaba, de autores clásicos y contemporáneos. Cultivó la lectura de libros en todos los géneros de la literatura, como la novela, el cuento, el teatro, la crónica, el ensayo y la poesía.
Fue uno de los más fieles seguidores del maravilloso invento de Johannes Gutemberg al adquirir y utilizar, de forma masiva durante toda su vida, los productos culturales derivados de la imprenta. Sin duda su manera de leer y de promover los libros entre potenciales lectores elevó el índice de lectura per cápita de Mazatlán y el sur de Sinaloa en las últimas cinco décadas.
Elías no aceptó otras formas de lectura de textos que no fuera en los libros, revistas y periódicos impresos en papel, no quiso adaptarse a los cambios tecnológicos de la computadora, las bases de datos y la Internet; siempre prefirió los libros, el papel, la tinta, la tipografía, las imágenes, el encuadernado, todo lo relacionado con la producción del objeto libro le produjo placer.
Pero su afán al adquirir los libros no era para mantenerlos encerrados dentro de los muros de su casa biblioteca, sólo para el disfrute de su lectura o la contemplación en los estantes, como podría ser el caso de algún bibliómano egoísta; el propósito principal de Elías siempre fue acercarle sus libros a nuevos lectores, sobre todo a sus alumnos, aunque también a colegas profesores, a sus amigos lectores o a personas interesadas en la cultura que se acercaban a él en busca de un consejo y terminaban por obtener valiosa información junto a un paquete de libros prestados que pocas veces devolvían.
Una existencia especial
El profe Elías empezó a trabajar en la Preparatoria Mazatlán en 1973, poco tiempo después de la renuncia de Gonzalo Armienta a la Rectoría de la Universidad Autónoma de Sinaloa, tras la muerte, a manos de la policía, de los estudiantes Juan de Dios Quiñonez y María Isabel Landeros, el 7 de abril de 1972, en Culiacán. En la transición se vivieron tiempos muy duros en las escuelas de la UAS para hacer viable un nuevo proyecto de universidad.
Fueron tiempos de agitación estudiantil, de mucha rebeldía contra el Estado por la represión del 2 de octubre de 1968 y el 10 de junio de 1971, de intensa participación en las asambleas universitarias en las que no pocos jóvenes se radicalizaron al asumir que la revolución estaba a la vuelta de la esquina y había que prepararse para el asalto al cielo.
En ese ambiente, el profesor Elías ejerció su trabajo docente, siempre comprometido con una ética de sacrificio que lo acompañó toda su carrera como docente, trabajador incansable de la educación, maestro abnegado que sirvió como guía de muchos estudiantes a los que acompañó en no pocas luchas.
Recuerdo su participación en la protesta contra el Gobernador Antonio Toledo, en 1981, cuando pretendió quitarle las prepas a la UAS. Hubo marchas simultáneas desde distintos puntos de Sinaloa. A nosotros nos tocó ir desde el sur hacia Culiacán, ahí fuimos cientos de universitarios acompañados por el viejo Elías en las caminatas por la carretera y por terracería para el arribo a los pueblos en que debíamos descansar y pasar la noche, en medio de fogatas y guitarras a la luz de la luna, para continuar con la marcha al día siguiente.
El maestro Elías Miranda nació en el pueblo de Atengo en Jalisco, en el año de 1940, en el seno de una familia campesina. Fue el cuarto de 10 hermanos. Desde muy joven sintió atracción por el mundo de las letras y su primera forma de acercarse a la lectura se dio en la iglesia de su pueblo con el sacerdote del lugar.
La cercanía con las lecturas religiosas lo llevó a participar como interno en el monasterio Santa María de la Resurrección, que estuvo dirigido por el sacerdote Gregorio, nombre religioso de Joseph Lemercier (nacido en Lieja, Bélgica en 1912 y muerto en Cuernavaca, Morelos, en 1989). La estancia en el monasterio le generó a Elías una disciplina de monje que le duró toda la vida, al aprender de la orden de los benedictinos principios de humildad, sacrificio y de trabajo a favor de los demás.
El prior Lemercier promovió innovaciones en la vida del monasterio al introducir el psicoanálisis grupal como una práctica cotidiana para mejorar la mente de los monjes y separar los problemas psicológicos de la vocación religiosa.
Uno de los distinguidos visitantes a ese monasterio ubicado en Santa María Ahuacatitlán, Morelos, fue el filósofo alemán Erich From, que había sido integrante de la prestigiada Escuela de Frankfurt y autor entre otros libros de El miedo a la libertad y El arte de amar.
Al principio no le creía al profe Elías cuando me decía que había recibido clases de Erich From, pero después de investigar un poco sobre la estancia del filósofo europeo en la UNAM, en los años 50, me convencí de que era accesible asistir desde la Ciudad de México a ofrecer conferencias o cursos a Cuernavaca, donde se ubicaba el monasterio de Lemercier.
Elías llegó a ser una especie de secretario particular del sacerdote belga, lo que le permitió abrevar de sus saberes por la cercanía con el innovador religioso y por el acceso a los libros de la biblioteca que el prior le facilitaba.
El monasterio fue clausurado por el Vaticano en 1967, al no acceder el prior Gregorio Lemercier a abandonar la práctica del psicoanálisis. Frente a la disyuntiva de quedarse con el psicoanálisis o con la Iglesia, Lemercier y muchos de sus discípulos optaron por separarse del sacerdocio.
Tras su salida del monasterio, Elías llegó a Mazatlán a fines de los años 60, mantuvo estrecho contacto con jóvenes que se reunían en los ombligos de la Plazuela República, con los que desarrollaba una relación de diálogo permanente sobre sus inquietudes y problemas de la vida. Practicaba la dialéctica socrática en conversaciones informales con los jóvenes de la época.
Años después, ya como profesor de literatura de la Preparatoria Mazatlán, consolidó su vocación de maestro de los jóvenes al acercarlos, formal e informalmente, a la lectura de los creadores más destacados de obras literarias, filosóficas, psicológicas y pedagógicas.
Una biblioteca andante
En su acervo se incluían aparte de los genios de la literatura universal, grandes obras de mexicanos distinguidos, entre los que destacaban los autores jaliscienses que él presumía por ser oriundo de aquel estado. Uno de sus autores preferidos fue Juan Rulfo, con sus obras Pedro Páramo y El llano en llamas; aunque también nos citaba a Agustín Yáñez, con Al filo del agua; a Juan José Arreola con Confabulario y La feria; a Mariano Azuela con Los de abajo, entre otros.
Junto a ellos no dejaba de mencionar a un escritor avecindado en Jalisco pero oriundo de Mazatlán, me refiero a Ramón Rubín, un destacado escritor que había sido olvidado en la tierra de venados y que Elías ayudó a rescatar al promover la lectura de sus novelas y cuentos.
Tenía una colección de obras de poetas mexicanos entre los que destacaba la obra del zacatecano Ramón López Velarde, del que promovía la lectura de toda su producción poética. Otros poetas que dio a conocer a sus alumnos, colegas y amigos fueron Manuel Gutiérrez Nájera, Amado Nervo, Salvador Díaz Mirón, Enrique González Martínez y José Juan Tablada. Nunca olvidó recomendar la lectura de los poemas de Sor Juana Inés de la Cruz.
Distinguía por escuelas o corrientes literarias como el Ateneo de la juventud en la que participaron Alfonso Reyes, Pedro Henriquez Ureña, José Vasconcelos, Martín Luis Guzmán, Julio Torri, entre otros escritores mexicanos del Siglo 20.
De los poetas denominados contemporáneos destacaba la obra de Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia, José Gorostiza, Salvador Novo, Gilberto Owen, Jorge Cuesta, Enrique González Rojo, entre otros.
Destacó también la promoción de la obra de los recientemente homenajeados por su centenario: Octavio Paz, José Revueltas y Efraín Huerta.
De los escritores latinoamericanos que más destacó el profe Miranda fueron los argentinos Jorge Luis Borges, Ernesto Sabato, Julio Cortázar; de Chile, Vicente Huidobro y Pablo Neruda; de Cuba a José Martí, Alejo Carpentier y José Lezama Lima; de Colombia a Gabriel García Márquez, José Asunción Silva y Fernando Vallejo: de Nicaragua al inolvidable Rubén Darío; de Venezuela a Arturo Uslar Pietri y Rómulo Gallegos; de Paraguay a Augusto Roa Bastos; de Uruguay a Juan Carlos Onetti, Horacio Quiroga y Mario Benedetti; de Brasil a Jorge Amado; de Perú el poeta César Vallejo.
De España fueron muchos los escritores que Elías recomendaba, los del siglo de oro, entre los que destacaba Miguel de Cervantes Saavedra, Lope de Vega, Luis de Góngora y Francisco de Quevedo. En su lecho de muerte mantuvo cerca dos libros de los poetas místicos: San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús.
También destacó la obra de poetas españoles de otras épocas como Antonio Machado y Federico García Lorca.
Del vecino país del norte, recomendaba las obras de Edgar Allan Poe, Nathaniel Hawthorne, Walt Whitman, William Faulkner, Ernest Hemingway, Scott Fitzgerald y John Steinbeck. Además de los más recientes Cormac McCarthy, Phillip Roth y Paul Auster.
En realidad es demasiado corto el espacio de este artículo para abarcar la inmensa cantidad de autores de distintos países y épocas que Elías leyó y mantuvo en su biblioteca a disposición de las personas que se los solicitaran. Imaginen ustedes la riqueza literaria de su conversación que disfrutamos todos los que compartimos con él su magisterio y su amistad.
Un ejemplo del altruismo del maestro Elías para con la UAS fue la donación de un lote con cerca de 6 mil libros a la recién inaugurada Biblioteca Central del campus universitario en Mazatlán, durante la administración de Rubén Rocha.
Lamentablemente el profesor Elías Miranda Estrada falleció víctima de cáncer, la mañana del 15 de diciembre de 2014, en una modesta casa de retiro ubicada en Maza-tlán. Sus restos fueron trasladados a su pueblo natal Atengo, Jalisco. El recuerdo de su generosa personalidad y sus enseñanzas prevalecerán en todos los que fuimos sus alumnos y amigos.
¡Descanse en paz, el señor de los libros!
PEDRO BRITO OSUNA
Profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Autor de las obras "Desarrollo regional y migración", "Morir en Sinaloa: violencia, cultura y narcotráfico" (en coautoría con Arturo Santamaría y Luis A. Martínez Peña, 2010), entre otras.