"Esculpe su vida y familia en el arte"
CULIACÁN._ Primero talló su vida en el arte. No fue difícil, el impulso llegó al alba de su vida. Luego Gregorio García Grimaldo vio crecer su más grande obra: sus cuatro hijos, entre la alfarería y muralismo.
Su mirada se torna de un brillo especial cuando recuerda que desde chico siempre tuvo inquietud por el arte. Sus dos pasiones han sido las artes plásticas y la música.
Incluso era aún un niño cuando pidió a su padre, don Adrián García Cortés, que le comprara no pinturas, sino los pigmentos para hacer las pinturas.
"Eso lo logré pero cuando me metí en la cerámica, porque en la cerámica uno hace las pinturas, ya traía esa inquietud desde muy chiquito", narra.
Cuando radicaba en la Ciudad de México, García Grimaldo estudió Artes Plásticas en Bellas Artes, después estudió en la Escuela Superior de Música, y posteriormente se formó como diseñador gráfico, carrera que desarrolló ya en Culiacán en medios como Noroeste, así como en el Gobierno.
En los 80 fue cuando descubrió la cerámica, que le apasionó. Empezó haciendo macetas y vasijas. Incluso no sólo hace piezas sino también los hornos.
En 1986 dio forma, con baldosas pintadas en cerámica, al mural que está en el Jardín Botánico. Fue la primera obra pública con la técnica en cerámica a la que le siguieron otras, una en Los Mochis, dos murales más en la Central Camionera nueva y el escudo de Aguaruto. Pero más ha trabajado en la alfarería, siempre teniendo el respaldo de su esposa, Sara Espinoza.
-¿Qué ha venido a ser el arte en su vida?
Es parte de mi vida, ya no es qué ha sido, es parte de mí el arte.
Su plática transcurre sin que en ningún momento pierda la sonrisa que le provoca el pasado que ha tallado y el presente que moldea como una pieza preciada, que sabe cómo quiere que quede.
Entusiasmado porque en unos días acudirá al premio Nacional de la Cerámica en Tlaquepaque, Jalisco, por octava ocasión, recuerda cómo su papá buscaba que él y sus hermanos Adrián y Paloma ocuparan sus tardes en algo para que no anduvieran de vagos.
"A mí me mandó a la de artes plásticas, a mi hermano a la de música y a mi hermana a danza. Todos en la casa siempre estábamos en alguna actividad", señala.
Ese interés que mostró en ellos su padre, reconocido cronista, hoy lo agradece.
"No nos hicimos vagos, siempre estuvimos ocupados. Yo fui malo para la escuela, pero gracias a las artes plásticas me desarrollé mejor".
Recordó que don Adrián fue jefe de prensa en la inauguración del Polyforum Cultural Siqueiros, y él tuvo acceso y convivió con grandes muralistas, ya que trabajó como office boy. Tenía 15 años cuando olió las pinturas, conoció más del arte, y resultado de ello fue un primer mural, en paredes de su casa, lo que cuenta entre risas.
"Me acuerdo que donde tenía la oficina de copias, al lado estaba la oficina de Siqueiros, ahí había todo un ambiente, todo estaba manchado de pinturas... me gustaba mucho el ambiente, y mi papá tenía también mucha relación con artistas de esa época".
Mencionó que su padre fue muy estricto, que cuando le dijo que quería ser músico, se fuera a la escuela de música, y que nada de ser rockero.
Esa rigidez, señala, no la aplicó en sus hijos. No fue tan severo porque considera que son otros tiempos.
Dice que Sara Macrina, Fabián, Adriana y Julio crecieron en el taller de alfarería y lo acompañaban a sus obras, de la que también ha sido parte su esposa.
Hoy todos son adultos, algunos no quisieron meter de lleno las manos al barro, pero conocen de técnicas y procesos, incluso hacen equipo cuando el trabajo lo requiere.
Macrina, por ejemplo, tiene paciencia para pulir; Adriana es ceramista además de fotógrafa; Fabián no es tan artista, pero también se suma, es más metódico, sabe pegar mosaicos, describe García Grimaldo.
Unos hacen las tazas, otros pulen, otros hornean. Es una convivencia familiar en la que platican, "mitotean", salen alegatas, chistes, donde su papá los deja ser, es tolerante.
"A mí a veces me regañan más que yo a ellos", expresa sonriente.
Y de esa convivencia resultó hace dos años Loditos Artesanos, pero que apenas en septiembre fue registrada. En esta empresa está toda la familia, pero él es el guía y Adriana, quien lo ve con un gran amigo, la administradora.
"Compartimos muchos gustos en común, en especial la música y el arte, él me contagió la pasión por la cerámica y me inculcó el valor por las tradiciones y nuestras raíces. Me enseñó a respetar a la gente y tratarla por igual", dice Adriana, maestra de cerámica.
"Sí es un papá diferente a lo que comúnmente se ve, ya que siempre nos ha dejado a nuestro libre albedrío y respeta nuestras decisiones. Día a día me motiva a hacer mejor las cosas en todos los sentidos. Y por supuesto que lo amo muchísimo y no lo cambio por nada".
Aún de grandes, García Grimaldo no deja de aconsejar a sus herederos a aprovechar el tiempo, lo que tienen, el taller de alfarería, al que se vale que también hoy los nietos metan mano.
"Mi abuelo es paciente, divertido, me enseña muchas cosas y aprendo mucho de él, se toma el tiempo para platicar, mostrarme cosas, es muy bueno en lo que hace, sabe trabajar muy bien, es muy sociable y lo quiero mucho", expresa Martín Gregorio, hijo de Macrina, el nieto más apegado a los abuelos.
Valorar cultura popular
García Grimaldo no es celoso de su arte. Le gusta enseñar lo que sabe, incluso es una manera de fomentar un arte que siente está desvalorado, una cultura popular que dice las instituciones culturales no voltean a ver.
Señaló que el Isic lo mandó a un foro nacional de artesanías, en el que fue a quejarse, a decir que aquí no hay exposiciones, eventos, mucho menos capacitación para el surgimiento de nuevos artesanos.
"Las artesanías se están perdiendo, ya no hay lapidaria, se cuentan con los dedos de la mano los alfareros, la cestería está desapareciendo, la talabartería va en declive", sostiene.
"En pueblos como Concordia que eran altamente artesanales, no existe la alfarería y no han hecho nada para rescatarla".
El artista propone la creación de una casa del artesano, que sea un sitio para capacitación y comercialización de obra.
Se refirió a sitios como Tlaquepaque, donde le dan un alto valor a la artesanía.
"Para mí la cerámica estuvo antes que la pintura, antes que la escultura, es más ancestral la cerámica como arte y aquí la cerámica en México la ven como Mexican curious, como si fuera un subarte, no le dan el nivel de la pintura. En otros países sí le dan otros niveles", indica.
"Sí hay lugares en México que la valoran, pero en muchos no, no hay eventos. Yo estaba insistiendo por qué no hacen un foro estatal para ver qué tenemos de artesanías, cuántos somos y qué hacemos. La cosa está olvidada aquí".
La artesanía no son chácharas ni manualidades, sino es alta artesanía, insiste García Grimaldo.
PROYECTOS
Gregorio García Grimaldo propuso hace dos semanas al Cabildo hacer el escudo de Culiacán con una historia Tahue.
Hará las placas de los monumentos públicos que fueron sustraídos en cerámica.
Para el Parque Temático está haciendo hornos.
Planea convertir la segunda planta alta de su casa en el taller de Loditos Artesanos, una empresa familiar.
Coordinó en noviembre el área de artesanías del Festival Cultural Yoreme.
LODITOS, EN FAMILIA
Es una empresa familiar surgida hace dos años junto a su hija Adriana García Espinoza, y que se formalizó hace poco.
HORNOS
Cuando vivía en Navolato, en los 80, empezó a hacer hornos rústicos basándose en libros. Hizo uno de barro natural para una señora de Choix que es rarámuri-yoreme, otro más en Baimena, para un albergue yoreme.
El año pasado, en Agua Nueva, Elota, cuando trabajó en Consejos Municipales de Cultura, impartiendo un taller junto a su hija Adriana, realizó un horno pequeño de leña.