-¡Estamos embrujados, Asunción!
-No mujer, por qué crees eso.
-Pos nada más mira lo que encontré dándole tierra a la maceta que está a la entrada de la casa.
-Estos monos tan refeos no se parecen a nosotros, a lo mejor se equivocaron de lugar.
-No es equivocación, yo ya he sentido cosas raras y veo una sombra que me persigue y ya tengo días que me da mucho miedo cuando me quedo sola. Siento que algún día vas a llegar a comer y me vas a encontrar bien tiesa, ya fría.
-No ALMITA, tú tienes un corazón de ángel, tierno y limpio.
-Pues no sé, pero esto es algo feo.
-Tíralos, quémalos, y echa agua bendita, solo Diosito sabe cuándo debemos de subir al cielo y él dirá el día y la hora que a nosotros nos toque.
-Pues eso sí, el padrecito lo dijo muy clarito en su sermón el domingo y también te acuerdas que dejo bien claro que Satanás no perdía el tiempo y volteó mirando para con la Chona , diciendo que la que obra mal se le pudre el tamal, pero viejito, yo no quiero que a ella se le pudra; a veces es buena gente, el otro día me regalo unas tortillas que ella hizo en su comal y estaban bien hinchaditas.
-Son las que me dieron chorro, ay mujer, ya te dije que hay que prevenir para luego no lamentar.
Mejor ven para acá, y recemos a la Lupita que nos quiere tanto, y diciendo esto se hincaron frente a la imagen de la Santísima Virgen y le pidieron con lágrimas en los ojos que los pocos años que les queden juntos el amor que sintieron desde el primer día siga triunfando y que nada ni naiden los separe, como dijo el padre cuando los casó.
El aire arrasó la hojarasca que estaba fuera del jacal y arrastró junto con ella a los dos monos hasta el cascajal del Río, y en eso se oye un bramido de agua que sumergió a las piedras y se llevó a los monitos de alambre y tela con la corriente.
-Ya ves ALMITA, ahora ya no hay que tener miedo, el amor es grandioso y la corriente del río que vino despeñándose desde arriba se encargó de nuestra felicidad.
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