"Festeja La Cebra Danza Gay 15 años de rebeldía"
MÉXICO (UNIV)._ Una cebra jala aire y lo exhala, casi eróticamente. Su gemido es la señal para que las otras cinco cebras comiencen a bailar. Todas elevan las manos, sacan el pecho, mueven las piernas, giran sus torsos, endurecen el rostro y crean miradas seductoras. Ahí están las seis cebras danzando sin música, respondiendo a la pasión que hay en cada centímetro de sus esculturales cuerpos.
Ensayan al calor del medio día, sudan y se miran unas a otras a través de los espejos en las paredes de un salón. Se saben hermosas, ágiles, virtuosas, pero aspiran siempre a la perfección.
Las han llamado locas, jotas, burras con rayas, revoltosas, odiosas, polémicas e irreverentes; pero sobre todo las han reconocido como las mejores, el arte que crean con sus cuerpos ha sido ovacionado por miles y su transgresión ha sido una de sus virtudes.
Son las cebras de José Rivera Moya y están preparando su fiesta por 15 años de vivir bailando en el escenario, pero también luchando contra la intolerancia y por el respeto a la diferencia.
Durante tres lustros, la compañía de danza contemporánea La Cebra Danza Gay ha conseguido lo que en los años 90 era impensable: llevar a escena un universo que había sido condenado a la clandestinidad; una realidad en la que converge el drama, la violencia, la discriminación, el sentido del humor, el erotismo, la seducción, el juego y el compromiso social.
Una anécdota ilustra bien lo que ha sido La Cebra. En 2002, ante un Palacio de Bellas Artes abarrotado, José Rivera salió al escenario enfundado en hilo delantal y botas de tacón rayadas en blanco y negro, cantando a capela el Himno Nacional.
Sentados en un sillón, los bailarines que integran actualmente la compañía, unos desde hace años, otros de recién ingreso, conversan sobre lo que ha sido su experiencia y sobre lo que La Cebra ha aportado a la danza nacional.
"Antes no podías jotear en la calle porque eras marginado, hoy puedes ver a los chicos besándose. La Cebra ha sido parte fundamental de esa transformación a través de la danza. Al principio nos presentábamos y la gente se salía, en provincia aún ocurre, les parece muy fuerte lo que tratamos porque el prejuicio en algunas partes sigue intacto, por eso seguimos aquí, por amor a lo que hacemos y porque falta mucho por hacer en ese sentido", dice Alejandro Medina.
En ello coincide Bruno Ramírez.
"A mí me han dicho que lo gay ya pasó de moda, que abrimos brecha y nuestro tiempo pasó. No es así, hay temas que siguen siendo tabú. Hace poco fuimos a Coahuila y nos presentaron como La Cebra, cuando vieron al soldado con el marinero, a la bailarina drogándose, la gente se espantó, pensaron que representábamos lo peor de la sociedad. Nosotros estamos listos para todo, si se enojan, ni modo", agregó.
"Pero más allá de eso, me gustaría que la gente supiera que lo que hacemos no es pura jotería, que atrás de cada función hay horas intensas de ensayo, que somos profesionales y que la danza, independientemente de si es gay o no, cura el alma, alimenta el espíritu".
OBRAS DESTACADAS
Algunas de las obras más destacadas de Cebra Danza Gay son "No soy Pancho Villa ni me gusta el futbol", en la que aborda temas como la masculinidad y el cuarto oscuro del folclor urbano gay; "Danza del mal amor", que refleja el conflicto homosexual, las dudas, las inquietudes de una generación sobre sus emociones hacia un amor reprobado por la sociedad y el camino a la aceptación y "Antes que amanezca", sobre la prostitución de travestis.