En mi niñez conocí a la chalangantín y al tordo.
No los leí en alguna fábula:
Me tocó verlos camino al pueblo.
La chalangantín
en el grueso tronco del jiote
abrazado a las piedras
teje con su pico un nido colgante
raíces, pajas, ramas
arrullarán en columpio a los polluelos.
El tordo lo espía
y cuando la chalangantín pone sus huevos
y sale en busca de gusanos
entra
por un instante roba el nido
desova
sale
vuela
huye
nunca regresa
la chalangantín es amorosa y tierna
no tiene el alma amarilla o negra
como sus plumas,
regresa,
calienta el nido
y bien sabe
que no es madre
la que pone huevos,
sino la que incuba,
cría,
enseña.