A la distancia se contempla el caserío del poblado, esparcidas las sencillas edificaciones, parecen emerger de la misma tierra, como plantas de frutos y flores, en un perenne huerto que envejece y se renueva con el paso del tiempo; es el bíblico poblado de Naín.
El serpeante camino desciende de la colina invitando a los visitantes a subir para contemplar desde ahí una visión extendida hasta la lejanía en este nórdico rincón de la tierra prometida en la región de Galilea.
La pequeña comunidad asentada en la colina de ese marginado lugar, contempla a los esporádicos visitantes llegando hasta ahí. Un cortejo fúnebre desciende, llevando el cuerpo sin vida de un desafortunado joven que ha dejado ya este mundo, para emprender su definitivo viaje al seno de Abraham.
Un grupo de visitantes se encuentra con el doliente cortejo, a la cabeza de él está Jesús y sus inseparables acompañantes, los apóstoles, tal vez una oculta intuición guiaba al Divino Maestro a ese lugar en ese momento, para dejar ahí un mensaje y una enseñanza de la profundidad de su obra redentora.
El poblado de Naín está ubicado a 40 kilómetros al suroeste de Cafarnaún, cercano al Monte Tabor, su nombre hebreo significa pasto verde agradable, muy probablemente esto se deba a que al observarlo sobre la colina ofrece una imagen de extraordinaria belleza y desde su altura se podía contemplar una lejana distancia panorámica, que podía llegar hasta el Monte Carmelo.
Aquel camino no era la ruta habitualmente transitada y debía hacerse de manera ascendente, pues el lugar estaba en una altura de 213 metros sobre el nivel del mar, a diferencia de Cafarnaún que se encuentra a 183 metros por debajo de este nivel, lo cual nos da una idea de la fatiga causada al subir ese sendero,
Tal vez en algún momento del pasado, el lugar disfrutó de prosperidad y progreso, gozando de cierta solvencia económica, pero eso quedo atrás y en el momento de la visita de Jesús, narrada en el evangelio estaba con cierto abandono.
En la Edad Media en ese lugar fue construida una capilla cristiana, en el lugar donde, según se decía, vivía la viuda del evangelio, pero ya en el Siglo 16 solo quedaban ruinas de ella, en la actualidad existe una modesta capilla edificada sobre las ruinas de la antigua iglesia.
El evangelista san Lucas con su característico estilo, en su visión del Nazareno parece contemplar la escena, interiorizándose en los sentimientos que guiaban al Maestro Divino, tanto es su actuar, como en sus enseñanzas.
Un gesto de compasión, le hace contemplar a la pobre mujer, quien había perdido a su marido y ahora pierde a su único hijo, con lo cual quedaba estigmatizada según los cánones sociales de la época, pues perder primero a uno y luego al otro ya era una tragedia familiar, incrementando su significado, el considerar esto como la señal de un castigo por un supuesto pecado no revelado, condenándola a la indigencia.
La mención de este poblado es conocida, no tanto por sus logros materiales, pues tal vez estos nunca existieron, se debe más bien al hecho de protagonizar el gesto del Redentor Divino, al tomar en sus manos la tragedia y el dolor de aquella mujer, regresándole el consuelo que había perdido, convirtiendo así, la misericordia de Jesús en una voz de aliento y esperanza, para quienes sufren y se sienten marginados, diciéndoles, con imperante voz; “Levántate, yo te lo ordeno, ya no llores más”.