Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
Es común que al comenzar el año se formulen propósitos de diversa índole. Ahora que han pasado ya varias semanas de su inicio, es buen momento para examinarnos si ha habido progresos. No extraña que algunos no se hubieran cumplido.
Y es que conociendo a la persona humana podemos observar que existe cierta tensión en sí mismo. Por una parte desea unas cosas buenas y, por otra, muchas veces no puede conseguirlas.
Y no sólo en el ámbito externo, sino, lo más llamativo, es que esa lucha se de en uno mismo, en el interior. A veces se quiere hacer una cosa, pero uno mismo desiste.
Por ejemplo, se desea hacer ejercicio, aprender un idioma o leer un libro y al final se abandona ¿por qué se da esto?
2) Para pensar
Se cuenta la historia de un viejo anacoreta o ermitaño, es decir, era una de esas personas que por amor a Dios se refugian en la soledad del desierto o de las montañas solamente para dedicarse a la oración y a la penitencia.
Pues bien, a este hombre lo visitaban muchas personas para pedirle consejos. Cuando le preguntaban cómo se encontraba solía decirles que tenía demasiado quehacer. La gente no entendía cómo era posible que tuviera tanto trabajo en su retiro.
En una ocasión le pidieron que les explicara en qué se ocupaba. El ermitaño les contestó: "Ustedes no saben pero tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león".
Los visitantes, entre extrañados y admirados, le preguntaron: "No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives. ¿Dónde están todos estos animales?"
Entonces el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron. "Estos animales los llevamos dentro: Los dos halcones, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, sea bueno o malo. Tengo que entrenarlos para que sólo se lancen sobre presas buenas... Son mis ojos.
Las dos águilas con sus garras hieren y destrozan. Tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio y ayuden sin herir
Son mis manos.
Y los conejos quieren ir adonde les plazca, huir de los demás y esquivar las situaciones difíciles. Tengo que enseñarles a estar quietos donde deben estar, aunque haya un sufrimiento, un problema o cualquier cosa que no me gusta... Son mis pies.
Lo más difícil es vigilar la serpiente. Aunque se encuentra encerrada en una jaula de 32 varillas, siempre está lista por morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la jaula, si no la vigilo de cerca, hace daño... Es mi lengua.
El burro es muy obstinado, no quiere cumplir con su deber. Pretende estar cansado y no quiere llevar su carga de cada día... Es mi cuerpo.
Finalmente necesito domar al león, pues quiere ser el Rey, quiere ser siempre el primero, es vanidoso y orgulloso... Ese... es mi corazón".
3) Para vivir
Efectivamente, encontramos en nosotros esa pugna que si no sabemos someter acabará por dominarnos. Por eso no debe de extrañarnos que debamos luchar muchas veces en esta vida contra nosotros mismos.
La Sagrada Escritura nos recuerda que la vida sobre la tierra es milicia, es lucha.
San Josemaría Escrivá nos invita a pelear en un pensamiento de su libro Camino: "¡Que cuesta! -Ya lo sé. Pero, ¡adelante!: nadie será premiado -y qué premio!- sino el que pelee con bravura" (n. 720).
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