"La responsabilidad es un acto de conciencia"
Alfredo Pallares
La responsabilidad, como toda virtud, es propia del ser humano que elige voluntariamente vivir bien, y digo que elige esto porque sin responsabilidad no se puede vivir una buena vida. La responsabilidad implica, en primer lugar, un acto de conciencia y, en seguida un acto de compromiso de la voluntad que, sabiendo a lo que se compromete al elegir algo, decide aceptarlo.
Ninguna vida humana puede construirse sin compromisos, como tampoco puede lograrse el progreso social sin comprometerse a realizar lo que se necesita para que se dé. Todo desarrollo está sustentado en compromisos cumplidos. Es relativamente fácil entender que la responsabilidad es asumir las consecuencias de nuestros actos, y que las consecuencias de lo que hacemos no sólo tienen una repercusión inmediata, sino otras a mediano e incluso a largo plazo.
Cuando una persona llega tarde a cumplir un compromiso, no sólo se afecta a sí mismo dando una mala impresión por su impuntualidad, sino que también afecta a la persona que esperaba recibir a determinada hora el producto de cumplir ese compromiso, y muy probablemente tal retraso afectará los proyectos y los compromisos de otras personas.
La responsabilidad tiene dos aspectos a cuidar: uno antecedente y otro trascendente. Respecto del primero, los especialistas consideran que hay compromisos que debemos cumplir y mantener aunque tales compromisos no sean consecuencia directa de nuestra decisión: por ejemplo, en una familia cada uno de sus miembros nace y recibe la cultura y los valores que se viven en ella, tiene por tanto, el compromiso de respetar, cuidar y mantener el prestigio de su familia (que ha sido construido y mantenido por sus padres, abuelos y demás ascendientes).
Asimismo, se tienen compromisos de ciudadanía por el hecho de nacer en un país, compromisos de lealtad y respeto. Como también hay un compromiso antecedente que se acepta junto con los compromisos que serán consecuencia de un acuerdo de trabajo, pues la institución con la que se acepte trabajar tendrá también un prestigio que es producto del esfuerzo, dedicación y honradez de quienes la fundaron y de todos aquellos quienes con su trabajo responsable han contribuido a que se conserve el prestigio de la institución.
Los ejemplos anteriores son de responsabilidad antecedente y comprometen a dar continuidad al prestigio de la familia, empresa o país. Se acepta cuidar y acrecentar el patrimonio cultural y moral de tales instituciones.
El aspecto trascendente tiene que ver con lo que llamamos comúnmente deberes de estado y que vienen con el cargo que se acepta desempeñar. Ese tipo de deberes conlleva una responsabilidad que va más allá de las horas laborales. Las decisiones, acciones y conductas de quienes tienen responsabilidades importantes van a tener una trascendencia de mucho tiempo y van a afectar a muchas personas. Hay, por tanto, una exigencia de cumplir los deberes aceptados, como hoy ante los problemas de violencia las autoridades tienen esa responsabilidad trascendente que asumieron.
Cuando los deberes de estado son en el contexto de una familia, la trascendencia es también muy grande, porque al cumplirlos (o dejar de cumplirlos) estamos incidiendo en la vida de los hijos y de muchas otras personas.