"La vida en imágenes"
CULIACÁN._Si se tratara de contar las imágenes que a lo largo de 100 años han capturado las diferentes generaciones de la familia Valdés, esta historia no tendría fin.
Claudio Valdés Anaya tendría que sacar cada sobre con negativos, notas, que aún conserva en un cuarto oscuro, en el que los días parecieran no haber transcurrido.
En la grabadora sonaría la música de Bob Dylan, Bee Gees, Tracy Champan, George Duke, Don Hehley, y el viejo minutero avanzaría para medir el tiempo establecido para el revelado de las fotografías blanco y negro.
Regresaría el ruido de las charolas con agua, la textura del papel blanco, el olor a químicos, y la sensación de haber concebido esa magia, que desde niño ha experimentado. En la vida de Claudio nunca ha habido espacio para otra cosa.
Ha vivido 88 años de historias. Desde que aprendió a caminar estuvo cerca de su padre, Arnulfo Valdés, un hombre de arte, nacido en Orizaba, Veracruz, que recorrió el estado con una carpa de titiriteros y decidió quedarse en Culiacán para abrir en 1910 Fotografía Hermanos Valdés. Primero estuvo instalado en un espacio de Los Portales, después por la Avenida Obregón, y desde hace 35 años por la misma avenida pero frente a la Escuela de Enfermería.
No era una ocurrencia, se daba continuidad a lo iniciado por una generación anterior, y a lo aprendido con los fotógrafos que se hacían llamar Yáñez y Zazueta, y a quienes Culiacán le debe casi la mayoría de las imágenes que ahora son históricas.
Carrete de imágenes
Su destino está previsto y así lo quiso seguir. Al morir su padre, junto a sus hermanos dieron seguimiento a una tradición: la fotografía de estudio, en un Culiacán que emergía como un espacio de ensueño.
De eso, queda poco. Claudio recordará sus calles, su Puente Cañedo, su Catedral como una imagen en sepia. Sus recuerdos correrán como un carrete con miles de fotografías de personas de todos los estratos sociales, capturadas en el estudio pionero en la ciudad que atesora.
Él se convirtió en maestro de casi todos los que después abrieron sus estudios; Escamilla, López Castro, Guerrero, Núñez, Alcaraz. A Claudio se le reconoce como el maestro de la iluminación, esa fue la característica para que, incluso pasara noches en vela para atender a los clientes, de los que pocos quedan.
Sus hermanos: Rafael, en Eldorado, y Enrique, en Los Mochis, tienen una historia similar en sus respectivos estudios.
La resistencia en el tiempo
Parecería ilógico pensar que aunque el trabajo ya no sea como en antaño, el estudio se resista ante el paso del tiempo. No es extraño sentir una sensación de nostalgia, que hasta el mismo Claudio confiesa experimentar:
"Cómo no, claro que extraño mucho estar en el cuarto oscuro, aquí está toda mi vida y toda mi historia".
Aquí no ha transcurrido el tiempo. La cámara con la que abrieron el negocio, el inmobiliario, las lámparas, ampliadoras, calculadora, notas, negativos... siguen intactos.
Los tiempos mozos le permitieron convertir este estudio en un medio para el sostén familiar. Sus hijos Elsa Dolores y Sergio Valdés Tizoc, y ahora su nieto Adalberto Moreno Tizoc están al frente del estudio.
"Este es un lugar con muchos recuerdos para mí, porque aunque hace 10 años ya no estoy trabajando en el estudio porque me dio un infarto, esto ha sido parte siempre de mi vida", comenta.
"Desde que era un niño ahí anduve pegado a mi padre, me gustaba mucho verlo trabajar, el ingenio que tenía, hacía fondos en el papel con un cerillo, fabricaba y arreglaba las cámaras" .
La llegada del color
Con su cámara Nova, adquirida en Los Ángeles y con lo aprendido en convenciones en diversas partes del país, incluso en Alemania, Claudio sacó el mejor perfil de la gente.
Esto lo hizo con una emoción que todavía transmite cuando lo cuenta, pero la llegada del color a la ciudad cambió la historia. Los procesos cambiaron y se dejó de lado la permanencia de la foto.
"Yo tomé, como todos, con agrado la llegada del color, me resistí un poco, pero tuve que hacerlo, pero con ello llegó la poca permanencia de las imágenes porque nunca vamos a comparar lo que dura una fotografía blanco y negro a una de color, con el tiempo se pierde y ya no tiene remedio".
La demanda por tener una imagen a color subió como espuma, cuenta Claudio, pero a los años, los clientes reclamaban el hecho de que se borraban.
"Cuando llegó el color éramos muy solicitados, fuimos el primer estudio en Culiacán, aquí aprendieron casi todos, Escamilla era mi primo hermano, aquí empezó a trabajar; también Alcaraz y a Núñez yo lo crié desde chiquito".
El cierre de Kodak
La cerrada hace poco tiempo de Kodak selló un capítulo que Claudio apreció como si fuera su vida: el proceso tradicional del revelado de las fotografías en el cuarto oscuro.
Al no existir papel fotográfico de esta marca todo se complicó. Ahora para ese capítulo sólo hay espacio para el recuerdo:
"Sí lo extraño cómo no".
"A mí me sigue gustando lo blanco y negro, seguí en lo digital pero cerró cuando cerró la Kodak, nos quedamos sin papel y sin película, ya no podemos hacer una foto grande, no la podemos hacer porque no tenemos material".
El paso de los años a Claudio le ha dado la razón. Los tiempos de la fotografía han sido los mejores de su vida. En la actualidad dice que seguirá al menos mirando sus recuerdos.
"Ya no te puedes desligar de esto, habrá poco trabajo pero no podemos dejarlo, no podemos decir vamos a cerrar, esta emoción que trae uno es de las personas que también lo hicieron antes de nosotros".
Fotografía Valdés es entonces un encuentro con el Culiacán y su gente, que aparecen en las imágenes que penden de las paredes, que están bajo los cristales del escritorio.
"Este es un lugar con muchos recuerdos para mí, porque aunque hace 10 años ya no estoy trabajando en el estudio porque me dio un infarto, esto ha sido parte siempre de mi vida".
Claudio Valdés Anaya
PRÓXIMO El lunes próximo se publicará como parte de este serial de Los Fotógrafos la historia de los fundadores de Fotografía Alcaraz.