Sentada en la primera fila estaba Marina, la niña mariposa. No perdía detalle de la celebración y escuchaba con atención las palabras del maestro de ceremonias. Mientras escuchaba recordó las veces que su padre la acompañó a los festivales escolares, siempre lo buscaba entre el público y se alegraba cuando descubría su cara alegre e impaciente esperando la aparición de su hija. Una vez que salía al escenario a bailar, Marina siempre recordaba que su padre le decía que tratara de sonreír, pues a su rostro le faltaba un gesto de alegría.
Ahora era ella la que estaba como espectadora y su padre el que estaba arriba con sus compañeros de uniforme. ̶ Él siempre me acompaña a los festivales, aunque ninguno de éstos sea por el Día del Padre, pensó la niña mariposa, mientras veía a su padre orgulloso de portar la placa y el uniforme azul.
̶ ¿Por qué no celebran a los padres como a las madres, si ellos están cuando la mamá se ha ido? Mi padre se ha esforzado siempre porque a mí y a mis hermanos no nos falte nada. Aunque nunca hablamos de la falta que me hace mi madre, pienso que a él también le da mucha tristeza que ella no esté con nosotros. Cómo podría sonreír en los festivales, si siempre he bailando con un nudo en la garganta, pues ella nunca estuvo presente.
No importaba que nunca antes un festival celebrara a su padre y que su mamá no estuviera presente, ahora era el momento y él estaba feliz. Mencionaron su nombre y dio uno pasos al frente, saludó a los del presídium y recibió un reconocimiento y una medalla. Avanzó hacia un costado, dejando el lugar para el siguiente homenajeado, y posó para la foto con su diploma y su nueva medalla. ̶ ¿Cómo pudo exponerse así mi padre? Sé que su deber de policía es dar seguridad a las personas, pero si también lo hubieran matado a él, qué hubiéramos hecho nosotros sin madre y sin padre?
'Policías como ellos: con valor, conocedores de su deber y anteponiendo su vida para ofrecer seguridad a la ciudadanía es lo que necesitamos en nuestra corporación y es lo que demanda nuestro país. Felicidades a cada uno de ustedes, nos sentimos orgullosos y también debe ser motivo de orgullo para sus familias', fueron las últimas palabras del hombre del micrófono. Yo veía a los cuatro hombres bajitos de estatura y con una grandes que no les cabía en el pecho, como queriendo que todos los presentes vieran sus placas y ahora la nueva de un color más brillante.
Del lado derecho de mi silla estaba una señora que no tenía muy claro el motivo del reconocimiento, llegó tarde y no escuchó el inicio de la ceremonia; alguien le había apartado el lugar y sólo estuvo en la última parte.
- Oye, ¿por qué les están entregando la medalla, ellos son los que estuvieron en la balacera donde salvaron la vida de la niña?
- No, ellos son los que estuvieron en la balacera del urbano, en la que un tipo loco sacó un arma y empezó a disparar a los pasajeros.
- Ah, ¿dónde murieron tres personas?
- Sí, pero salvaron la vida de todos los demás. No son muchos los que se arriesgan aunque sean policías y uno de ellos es mi papá.
Mientras decía eso, Marina, la niña mariposa, pensó que en realidad su padre era un tipo honorable, con un fuerte sentido del deber. A ella no le importaba que la mayoría de las personas hablaran mal de los policías, su padre estaba de pie, recibiendo un reconocimiento por su valentía y aunque no fuera así ella celebraba que ahora fuera él quien estuviera recibiendo los aplausos, mucho más merecidos que los de ella pero evidentemente menos visibles. Que contrastes, pensó la niña mariposa, su padre defendiendo la vida de las personas con un arma y ella expresando su vida y tratando al mundo de puntitas con sus zapatos de ballet.
Comentarios: mjuliaa@hotmail.com