Miguel Sandoval Fernández
No tuve el honor de conocerla personalmente. Leía su columna llamada Monólogos los días viernes: cuando lo hacía siempre me imaginaba que era un alma con figura humana que tomaba su pluma que convertía a sus frases destiladoras de una fragancia antigua y cara que su esencia provenía del pasado y que ella lo hacía presente en sus letras: su amor a los demás, a los muchos y a los otros.
El día de ayer, al ver su retrato, me vino la imagen de un rosal blanco por la paz en su cara y en su mirar brillante, de esperanza: una flor que tomaba su pluma y la volvía letras.
Sé del dolor, más bien sufrimiento de sus familiares. Sobran las palabras.
Pero en su esencia deben tener el orgullo de haber tenido una mujer de nivel espiritual, congruente con sus escritos que se corresponde con su rostro.
El tiempo en estos casos que será largo, es la terapia más propia para su familia.
Ella salió de viaje a un continente desconocido. Deseo a sus familiares que los acompañe la paz, que era su objetivo primordial. La paz y cultura que nos hace falta en estos momentos violentos e irritantes.
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