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Evangelización, educación y cultura

Los fieles difuntos

EVANGELIZACIÓN, EDUCACIÓN Y CULTURA
04/11/2025 15:14

    Al tomar conciencia de si mismo, el hombre penetra dentro del misterio de su propia existencia y de la trascendencia de su vida, con respecto al destino final.

    En todas las culturas dispersas en los más remotos rincones de este mundo, al principio de la respuesta del hombre, sobre la incógnita de su ser, ha dado origen a la búsqueda de trascendencia, en el concepto de un ser supremo, origen y fin de todas las cosas, en el cual pudo encontrar satisfacción a la interrogante más profunda del ser humano: ¿Cuál es el destino de quienes dejan este mundo? ¿Hacia donde de dirigen? ¿Cómo es el camino que han de recorrer? Esta y otras preguntas están latentes en la incógnita.

    En nuestra patria, una profunda tradición venera, con respeto el recuerdo de quienes se han ido. Envueltas en símbolos de diversa manifestaciones, expresan un hondo contenido sobre el sentido de la muerte y su relación profunda con la vida. El carácter trascendente de nuestros, antepasados, en este continente, ahondaba en el origen y destino del ser humano.

    Siendo nuestra patria un mosaico de culturas, las manifestaciones culturales también son diversas, pero en una constante, las formas, en apariencia, simples y sencillas revelan un simbolismo rico sobre el ser humano y su misterio.

    En la antigua cultura náhuatl, se creía que después de la muerte se emprendía un largo y difícil viaje hacia las regiones profundas del Mictlán, donde reinaba Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, los señores del mundo subterráneo, era un viaje lleno de peligros a través de nueve regiones, empezando por Chignahuapan, el río que era necesario atravesar, con la ayuda de un perro bermejo, matado y puesto junto al finado en el lugar de su sepultura, cada una de estas regiones ofrecía una diferente dificultad, para lo cual se le proveía de las herramientas necesarias para poder seguir hasta su destino final. Al llegar a esta última etapa, llamada Chignahuamictlán, los dioses, señores del lugar, otorgaban al alma el descanso definitivo.

    Con la llegada del cristianismo, la acción evangelizadora de los misioneros logro una inculturación en las visión cristiana más allá de la misma muerte, con los conceptos de trascendencia de nuestros antepasados, en estas tierras. La sutileza de estos maestros en humanidad y sabios en predicación, van incorporando las formas y símbolos autóctonos, para encarnar, por medio de la liturgia católica, el sublime mensaje de la resurrección, a través de la muerte, ¡La victoria definitiva de Jesucristo!

    Lejos de eliminarlos indiscriminadamente, los símbolos son encausados a fin de dar un encarnada e inculturada expresividad de nuestro constante peregrinar por esta vida hacia la patria definitiva, a donde nos dirigirnos, armados con nuestras obras y donde nos espera Jesús, no para el descanso inactivo, sino para reinar con Él.