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EVANGELIZACIÓN, EDUCACIÓN Y CULTURA

María Reina

EVANGELIZACIÓN, EDUCACIÓN Y CULTURA
18/11/2025 16:10

    A lo largo de los siglos encontramos la realeza de María en festividades, oraciones, invocaciones y alabanzas, es difícil establecer, con exactitud, a cuánto tiempo se remonta la veneración a María, como reina del universo, tanto en oriente como en occidente es representada en imágenes y esculturas, con los atributos propios de una soberana.

    Para un católico, reconocer a María como un hijo y un súbdito, se deriva, de modo natural, en su primer atributo; la maternidad Divina.

    Llamar, a quien es Madre de Dios, a quien es Llena de Gracia, a quien se concibió sin pecado original, quien fue siempre Virgen, fue llevada al cielo en cuerpo y alma, como Reina o Emperatriz, parece natural a un creyente, no puede dar menor título a quien acepto ser la madre de su Creador y su Redentor.

    A través del tiempo se le ha representado con los atributos de la realeza; coronas, diademas, cetros, mantos, mostrándola en; bajorrelieves, óleos, grabados, estampados y esculturas de todo tipo y estilo.

    Coronar expresa, en concepto cristiano, un lenguaje universal, la corona significa dignidad, poder, fuerza. Su forma circular colocada en la cabeza y el material que se emplea en su construcción, oro por lo general, expresan el deseo de conferir, a un ser humano, una condición de preeminencia en su capacidad, virtud, don de mando ya sean cualidades propias o heredadas.

    Sus terminados en punta aluden a la luz, cuando se cierra en un domo significa la soberanía absoluta, se ha dicho que toda corona partirá del fulgor y simbolismo de la corona solar, constituyendo la representación por excelencia del grado más elevado de la evolución espiritual.

    El cetro, como prolongación del brazo, manifiesta el poder y la autoridad, reproduce, en miniatura, el bastón de mando y se hermana con la costumbre de antiguas civilizaciones la columna del mundo a sus soberanos. En el siglo XVIII el conde italiano Alejandro Sforza fundó una orden con el propósito de realizar y ordenar las coronaciones de María por todo el mundo.

    Para guardar memoria, se abrió un registro en la Basílica de san Pedro, en el Vaticano, el mismo donó una parte de su fortuna, el cabildo de san Pedro debía recibir la solicitud y examinar su procedencia, si la solicitud era aprobada se llevaba un acto solemne donde todos eran testigos, un acontecimiento solo visto en las pinturas.

    En México, desde sus inicios, el culto a la Guadalupana fue vinculado a la realeza de María, el Nican Mopohua se refiere a la “casita de la niña reina allá en el Tepeyac”, también el Sr. Obispo Juan de Zumárraga le dijo a Juan Diego; “anda, vamos a que muestres dónde es la voluntad de la reina del cielo, que se erijan su templo”.

    A la Virgen de Guadalupe se le consideró Reina y Madre de los mexicanos, abundan los textos donde se le confieren estos títulos, todo parece indicar que los primeros en sentirse hijos de tal soberana fueron los indígenas y los primeros mestizos de estas tierras.

    En 1726 Lorenzo Botirini Benaduci, Señor del castillo de Hom, vino a México y quedó maravillado del prodigio del Tepeyac. El 18 de julio de 1738 Botirini solicitó del cabildo Vaticano la anuencia para coronar a la imagen de Santa María de Guadalupe, el permiso llegó dos años después, se concedía el permiso pero la corona debía costearse en México, siguiendo las normas del cabildo de San Pedro.

    Con el contexto de la guerra entre España e Inglaterra, solicitó el permiso de la coronación a la Real Audiencia de México, la cual la concedió de inmediato, esto irrito al Virrey Conde de Fuenteclara, quien prohibió el acto mandando encarcelar a Boturini, este salió de Nueva España y nunca regresó a México.

    Hasta 1895 se consumó el anhelo de los mexicanos, después de varios intentos de diligencias del pueblo y jerarquía católica, el sábado 12 de octubre el Arzobispo de México, Prospero María Alarcón y Sánchez de la Baquera, en nombre de la autoridad del Romano Pontífice, coronó a María, Señora de Guadalupe, Reina de México, por siempre.

    Se propuso, también, que cada diócesis mexicana visitara el Tepeyac en peregrinación anual.

    El pueblo se postró en su veneración y la coronó en las calles, su corazón la guardo en lo íntimo, le refrendó su símbolo de religiosidad, desde el inicio de su culto; la libertad quedó plasmada en las luchas revolucionarias, desde Hidalgo, pasando por los campesinos seguidores de Zapata, Así se intuye cuando se le invoca como Reina y Madre, emergiendo la esperanza colectiva, en la recuperación de un mundo mejor y más justo.