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"HISTORIAS. LOS BAILARINES"

"México, su segunda patria"

"En 1989, la maestra cubana Karemia del Rey llegó a Sinaloa, desde entonces México se convirtió en su segunda patria. Aquí ha formado a cientos de bailarinas"
14/11/2015 07:26

    CULIACÁN._La Habana, Cuba. Año de 1974. Karemia Carrión del Rey, entonces tenía ocho años y dejaba atrás la vida de una niña común para entregarse de lleno a una pasión: el ballet. 

    Lo haría contra todos los sacrificios que esto le implicaría: no desvelarse, cuidar su alimentación, no salir a fiestas, hacer trabajo voluntario, en un país con una situación política complicada. 

    Era un mundo de disciplina total. Ella supo enfrentarlo. Desde que fue seleccionada entre cientos de aspirantes, dejó su primaria regular para ingresar a la Escuela Provincial de Ballet, en donde la formación era de tiempo completo. 

    Aquella pequeña, que de manera previa había hecho gimnasia olímpica y era sobrina de Karemia Moreno, formada en la Escuela del Bolshoi, no pararía. Después de terminar su primera parte de estudios, ingresó al Nivel Medio Superior en la Escuela Nacional de Ballet Cubanacan, de donde egresó como Bailarina Profesora de Ballet. 

    Fueron 10 años de clases de pintura, piano, apreciación musical, francés, pedagogía, teatro, ballet, presentaciones, ensayos, una etapa que ella misma definirá como intensa pero fundamental para dedicarle casi toda su vida al ballet.
    De eso recordará lo siguiente: "Fue una etapa muy intensa en la mañanas teníamos ballet, luego almuerzo y después las materias, era algo muy bonito porque los maestros se ponían de acuerdo para que no se descuidara lo académico". 

    "Como el gobierno nos daba todo, teníamos la obligación de ser los mejores, por cualquier cosita podíamos ser eliminados, nuestro nivel tenía que ser muy alto, era un mundo difícil pero era algo que yo amaba, desde chiquitas allá las niñas soñamos con ser bailarinas". 

    Un nuevo mundo
    Hija del neumólogo Félix Heriberto Carrión y de Inés María del Rey, traductora-intérprete de ruso y servio- croata, el ballet cambió su mundo. Nunca más volvió a ser igual. 

    "Yo soy la nieta mayor y veía que mis primas iban a fiestas, a la playa, lo que hace alguien normal, y yo no podía hacerlo. Siempre tenía que cuidarme y limitarme. Estudiaba todo el día y regresaba a casa cansada, incluso mi abuelo me decía 'bueno, es que no puedo platicar con mi nieta'". 

    La situación que se vivía en su país era difícil. Cuando llegaba a casa, después de clases, no había luz. Con un quinqué alumbraba para poder hacer sus tareas, a eso sumaba el trabajo voluntario que tenía que realizar en los campos. Recogía plátano, papa, caña, lo que fuera de temporada. 

    Esta acción instaurada por el Che Guevara tenía la finalidad de que los jóvenes supieran lo que era el trabajo. Levantarse de madrugada y trabajar. 

    "Nosotros fuimos jóvenes con ideas muy formadas, eran momentos difíciles para Cuba. Teníamos que asumir las dos responsabilidades, la de ser buenos estudiantes y ser comunistas, eso era un orgullo. Éramos los mejores jóvenes". 

    A esto se sumó que en Cuba se vivía la época de oro del ballet. Sus referencias más cercanas fueron bailarinas de renombre internacional como Alicia Alonso, Jorge Esquivel, Pablo Moré. 

    "Uno creció con todo esto, el ballet y la cultura está en las calles; se desayuna, se come y se cena, mis padres siempre lo entendieron, para otros es difícil entender que un bailarín puede vivir completamente de su carrera". 

    En la Cuba comunista 
    Para recibir su título, Karemia tuvo que hacer las milicias de tropas territoriales y todo lo que ello implicaba: aprender a disparar y cargar en la espalda un aparato de radio ruso que pesaba como 35 kilos. 

    Esa es una escena que ella no olvida: "Yo era flaquita y tenía que cargar ese radio como un refrigerador en la espalda, esto fue durante un mes entero, de levantarnos a las cinco de la mañana, porque estábamos obligados a defender la Revolución, al país y al pueblo cubano. Teníamos que saber meternos en las trincheras". 

    Después de este proceso, Karemia no lo pensó mucho. Decidió integrarse al Ballet de Camagüey, dirigido por Fernando Alonso. Dejó La Habana, pero no sus sueños. Ahí interpretó los grandes clásicos y salió por primera vez de su país. 

    México fue el primer país que visitó. Bailaron en Puebla, Querétaro, Mérida, ciudad de México, Guanajuato. Era 1984 y la oportunidad de reencontrarse con viejos amigos mexicanos que habían estudiado en Cuba. 

    Cuauhtémoc Nájera, actual Coordinador Nacional de Danza, hizo toda su carrera allá, al igual que Lázaro Cárdenas Battel, quien estudió percusión. 

    "Nosotros teníamos muchas referencias de México, ya habíamos convivido con los primeros mexicanos que estudiaron en La Habana, para todos nosotros fue algo muy emotivo". 

    De manera posterior fueron invitados para bailar en los países que integraban el bloque socialista; la URSS, Alemania, Checoslovaquia, Bulgaria. 

    Así se mantuvo de un lugar a otro durante siete años. Llegó a ser cuerpo de baile A, hasta que en 1989 fue enviada por el maestro Fernando Alonso a Culiacán a dar una asesoría. Entonces recibía 500 dólares como pago, a Cuba tenía que enviar 300. 

    En tierras culiacanenses
    Al cumplir su compromiso, Karemia encontró en la Escuela de Artes José Limón la oportunidad para seguirse entrenando. Su idea era ir a audicionar para sumarse al Ballet de Bellas Artes en México, pero aquí se enamora y su vida cambia de nuevo. 

    En Culiacán inicia su carrera como maestra, cuando las oportunidades para estudiar ballet eran casi nulas. De 2 mil niñas que acudieron a la audición seleccionó 80. En ese entonces eran los últimos años de la gubernatura de Francisco Labastida, tiempo en el que la cultura recibió un gran impulso. 

    "Yo estuve en esta escuela por año y medio, al cambio de gobierno ya no me renovaron el contrato, me afectó un poco, porque aquí las cosas no tienen continuidad y decidí crear mi propia escuela de ballet. Entonces no había puntos de referencia del ballet, salvo las presentaciones que se ofrecían en el Festival Sinaloa". 

    En 1992, cuando abrió las puertas de su escuela, ubicada por la Avenida Álvaro Obregón, Karemia dejó los escenarios para volverse formadora de cientos de bailarinas. 

    "Yo colgué mis zapatillas de ballet y no volví a bailar más, me dediqué por completo a la enseñanza, mi idea siempre ha sido que no me imiten, sino que bailen como lo sientan". 

    Enseñar en tierra fértil
    Enseñar en una escuela propia para Karemia no fue del todo nuevo. Se formó para hacerlo, incluso cuando era integrante del Ballet de Camagüey, en sus horarios de comida preparaba a jóvenes de nivel medio superior. 

    "Muchos piensan que soy dura cuando enseño, pero no es regañar, uno exige cuando se da cuenta que un alumno puede dar más. La disciplina en el ballet empieza desde el aspecto personal, una bailarina debe estar siempre bien peinada, aseada". 

    Basada en toda una estructura pedagógica, Karemia ha formado a cientos de bailarinas. Ha logrado que sus alumnas destaquen en otros espacios; Teresita Rentería está por graduarse en Cuba; Lilia Castaños y Claudia Bandín, estudiaron en el INBA y esta última es integrante del Ballet de Monterrey. 

    También han ganado concursos nacionales e internacionales. 

    Media vida en su segunda tierra 
    Con más de la mitad de su vida viviendo en Culiacán, Karemia se dice afortunada. México es su segunda patria. Aquí nació su hijo y hace un año se bautizó y comulgó por primera vez. Como comunista ambas cosas no estaban permitidas. 

    "México es mi patria, tengo mis dos mitades. Llego a Cuba y respiro mi Habana, mi infancia, mi vida, mi formación, mis vecinos siguen siendo los mismos, pero cuando llego a México siento una paz, un confort. Este país me ha dado toda mi proyección como artista, madre, como persona". 

    A Cuba le debe su formación y a México su desarrollo como maestra, también esas risas, esa energía de las bailarinas sobre el escenario, de muchas que ya crecieron pero que hoy siguen bailando a través de sus hijas. Y la maestra Karemia del Rey sigue ahí, guiando la pasión por el ballet.