Nacer de lo alto

EVANGELIZACIÓN, EDUCACIÓN Y CULTURA
29/04/2025 15:12

    Poseedor de un alma inmortal capaz de habitar en las moradas eternas, en donde son superadas las limitantes de la materia, deteriorada a causa de la irresponsable incongruencia de desviación de su fin original, cometida por la falta original, el ser humano vive en desarmonía, lo cual lo impulsa por áridos senderos, a pesar de sus logros, a transitar por tortuosos senderos.

    La experiencial atracción de un cosmos material atrapa la atención y la imaginación con un dejo de autosuficiencia y la sensación de alcanzar la grandeza total de poseer la magna y única obra de la creación.

    Al ser un ente compuesto de alma y cuerpo, es decir de materia y energía, el ser humano no puede prescindir de ninguna de esas dos naturalezas, sino que debe armonizarlas, para que ambas sean y se expresen en una sola, la cual se le conoce como naturaleza humana.

    Asumiendo la naturaleza humana el Divino Verbo penetro y volvió el sentido a una dignidad original otorgada en el momento de la creación de quien sería el culmen de todo lo creado; un ser con materialidad, pero también poseedor de una interioridad perteneciente al ámbito de la energía espiritual, que había sido perdida en el momento de la trasgresión, olvidando la ruta tazada desde el origen.

    Difícil decisión de que la divinidad asumiera la humana naturaleza, solo se encuentra explicación penetrando en la profundidad del amor divino y que solo puede ser catalogada con el significado de misterio.

    Se debe profundizar en el significado de esta afirmación, al considerar a todo un Dios, que es hombre a la vez.

    Nicodemo, percibiendo la existencia de un lugar más allá del campo de lo puramente astral, cuestiona a Maestro sobre cómo se puede alcanzar esa vida eterna. la respuesta es contundente, pero confusa a la vez, para la experiencia humana: “Tienes que nacer”.

    El nacimiento material es una experiencia vivida y celebrada, pero el hombre, un ser compuesto, debe nacer también en la dimensión espiritual, la herencia perdida desde la originalidad.

    Llamado a una dignidad superior el ser humano debe vivir y crecer en la armonía de su ser alma y cuerpo; materia y espíritu.