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Columna

¿Qué hacemos con los hábitos que estorban?

EDUCACIÓN EN LA FAMILIA

    Seguramente que todos tenemos hábitos nocivos que nos estorban y sería bueno cambiar. Todos los días pensamos “hoy comienzo”, promesas de que las cosas serán diferentes a partir de mañana, voy a salir a caminar, voy a dejar de tomar refrescos, voy a dejar de comer chatarra todo el día, voy a dejar de tener el celular todo el día en las narices, voy a limitar las cervezas, voy a controlar mis enojos y un largo etcétera porque todos tenemos más de uno que estorba para ser mejor persona que es la idea de ser todos los días un poco mejor.

    ¿Por qué es tan difícil decir adiós a los hábitos que no nos sirven? Seguro que porque nos gustan. Nos entretienen, nos divierten, nos relajan, sirven de escape de la realidad que duele, porque no necesariamente son cosas malas, algunas sí, tomar refrescos todo el día es malísimo, acostarse a las tres de la madrugada también, apostar en el juego fatal, beber alcohol sin control horrible.

    Comienzo a jugar en mi aparatito porque mi cerebro necesita ejercicio, es el pretexto, no hacer otra cosa es el resultado de no tener el control, y termino abriendo las redes sociales cuando había decidido trabajar concentrada, y se repite todos los días, a partir de hoy las cosas serán diferentes.

    Cuesta porque es luchar contracorriente, si le diéramos otro enfoque, entre otras cosas, llamarlo por su nombre, se llaman vicios. Es una palabra fea, pero ya no partimos de una posición quemada, pensando que es más útil luchar contra lo que no nos gusta de nosotros mismos o nuestra vida.

    Aunque nuestro enojo con nosotros mismos suele estar bastante justificado, utilizarlo como combustible para luchar contra nosotros mismos no va a dar resultados que queremos, al contrario puede resultar en círculo vicioso en el que me castigo por lo que no me gusta y solo aumento la carga y con menos fuerzas para cambiar las cosas, mismas que crecen en lugar de disminuir dejándonos con sensación de impotencia y para qué me canso.

    Destruir nuestra autoestima nos hace menos capaces de redecorar nuestro modo de vida, para que las cosa cambien necesitamos esperanza y reconocer que somos alguien importante y valioso que merece ser bien tratado comenzando por uno mismo.

    La aceptación es tan importante como la empatía, nuestras posibilidades de cambio aumentan cuando aceptamos y ponemos nombre, es un vicio con tal nombre, y aceptamos que resulta difícil tanto cambiar el modo en que funcionamos hasta ahora, como vivir con las consecuencias de lo que no funciona.

    Además de la aceptación necesitamos la empatía, un poco vernos a nosotros mismos como el amigo íntimo que necesita apoyo y no una crítica aplastante que le dejará sin poder recuperarse, y sí, somos bastante dados a desvalorarnos y criticarnos a nosotros mismos, gracias a la aceptación y la empatía podré permitirme ser honesta y tener el valor de descubrir por qué hago lo que hago porque detrás de cada acción que emprendemos, hay una motivación que nos aporta algo y, al mismo tiempo nos protege de algo

    Charles Duhigg autor de “El poder de los hábitos” describe las razones por las que repetimos lo que nos perjudica en términos de “bucle de hábitos” cada hábito tiene un desencadenante que es la circunstancia que lo inicia, podemos echar mano del teléfono o de los chocolates cuando sentimos esa oleada de emociones difíciles: tristeza, rabia, impotencia y muchos más.

    Salir del cielo de repetición de un hábito que no nos sirve nos permite nombrar las necesidades que hay detrás. Puede tratarse de una necesidad de conexión o alivio mental (como en el caso del desplazamiento por las redes sociales) de calmar emociones difíciles o aliviar el estrés, de descanso y despreocupación (cuando encendemos series que nos llevan al país de la imaginación hasta la madrugada).

    Si indagamos en nuestras propias emociones profundas encontraremos que toda nuestra vida cotidiana está estructurada de un modo que no nos da la oportunidad de vivir en equilibrio, porque estamos extremadamente sobrecargados, no planificamos el descanso o vivimos en un entorno muy desfavorable.

    Cuando sepamos cuáles son las verdaderas “hambres” que claman atención también podremos buscar mejores formas de atenderlas en lugar de papas fritas o jugar en el celular, más que el chocolate aliviará mentalmente entender qué es lo que me ha hecho sentirme así, también ayudará mostrar empatía por uno mismo, no juzgarnos duramente.

    Si contamos con el apoyo de alguien es un elemento altamente eficaz: es más fácil cuando alguien nos hecha porras y continuamente nos anima y refuerza la autoestima y anima a desarrollar estrategias de afrontamiento del estrés y el cansancio que nos benefician (sueño, momentos para parar y comprobar cómo estamos, movimiento, conversación, hacer amigos y estrechar lazos).

    Conclusión es más fácil quitarlos si sabemos de dónde vienen, si tenemos quién nos anime y refuerce, y tener en cuenta que solo se necesita alrededor de 20 días de perseverancia para adquirir un hábito bueno llamado virtud para quitar el que estorba, y muy importante a los hijos les pasa igual y no se los quitaremos regañando sino calmando la necesidad, ayudando su autoestima con porras y plática.

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