San Dimas, un santo ladrón

EVANGELIZACIÓN, EDUCACIÓN Y CULTURA

    Viernes Santo, trágico viernes de dolor, la mirada de piedad de cristiana se vuelve hacia la colina del sitio denominado El Calvario y en la memoria, convertida en imagen, se recorta la figura de tres sentenciados a la pena capital más extrema ejecutada en el imperio romano con la pretensión de imponer un férreo orden en sus dominios.

    El fervor piadoso se inflama con compasivos sentimientos, al considerar la figura central descrita en las narraciones, revelando la injusta condición de la sentencia siendo palpable la ejecución de un inocente, más aún de alguien que su vida la dedicó al servicio de sus semejantes, empezando por los más desprotegidos.

    A su izquierda y a su derecha sufrían, también, la ejecución otros dos, quienes justamente la merecían por una vida dedicad a la maldad, ellos eran Gestas y Dimas.

    En el clímax de la ejecución, cuando yo todo era irrevocable, en los tres sentenciados ardía la esperanza, aunque no de manera similar, los colocados a cada lado, eran conscientes de la injusticia de la sentencia del colocado en el lugar central y tenían un vago conocimiento de los prodigios realizados por él y lo que se decía del origen de su persona y airadamente lo conminaban a mostrar su poder y los libera del castigo.

    En el lugar central, Jesús, para muchos, contra toda esperanza esperaba el perdón divino para sus verdugos, quienes infringían el mandato divino del amor, anhelaba su arrepentimiento y la vuelta en su camino a la senda del amor, donde el Padre nos espera.

    En esta encontrada luchase sentimientos, en el sentenciado, colocado a la derecha, una profunda luz penetra su razón y su conciencia, descubre la justicia de su castigo en el pago de su maldad y la inocencia de quien estaba a su lado e increpando al de la izquierda a reconocer su culpabilidad y la inocencia esta junto a ellos, descubriendo el privilegio sufrir junto a él, quien habita en el reino de la vida eterna.

    Dirigiendo su mirada y cambiando su actitud le hace una humilde suplica; “Señor cuando estés en tu reino acuérdate de mí”. No pretende, ni espera tener merecimientos, tan solo espera del grandioso ser con quien comparte su partida de este mundo, padeciendo junto a él, que le recuerde llevándolo en su mente. Jesús, con profunda emoción, le ofrece más de lo que aquel se atrevió a pedir; “hoy estará conmigo en el paraíso”.

    Jesús regresa a su mansión, pero de manera insólita no regresa solo, le acompaña un pecador, un ladrón que hasta el cielo se robó, “Hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse”

    “Vino a los suyos, pero no lo recibieron, pero a los que el recibieron le dio el poder de llegar a ser Hijos de Dios”.

    Periodismo ético, profesional y útil para ti.

    Suscríbete y ayudanos a seguir
    formando ciudadanos.


    Suscríbete
    Regístrate para leer nuestro artículo
    Esto nos ayuda a identificarte mejor al poder ofrecerte información y servicios justo a tus necesidades al recibir ayuda de nuestros anunciantes.


    ¡Regístrate gratis!