"Sinaloa, un ejemplo"
(Segunda de tres partes)
El día en que Ricardo Puentes volaba a Culiacán para asumir la dirección del Tecnológico de Monterrey, el ojo del huracán Waldo estaba en Sinaloa y el avión en que viajaba tuvo que regresar a Coahuila.
Una semana después encontró un panorama adverso: vidrios rotos, ventanas destrozadas, mesabancos por todos lados, no había luz ni agua y todo era un completo desastre. Fue cuando supo que era tiempo de iniciar su misión: continuar la historia del Instituto.
A 25 años de haber surgido por iniciativa de un grupo de empresarios que conformó la asociación Enseñanza Media y Superior para apoyar la educación con el Tec, Ricardo Puentes, quien fue su director durante 15 años, recuerda los esfuerzos que se han hecho para consolidarlo como una institución sólida y competitiva.
"Llegué subiéndome a azoteas, viendo qué hacía falta, contratando albañiles, pidiendo a los profesores 'ayúdenme', haciendo equipo", recuerda, "y pues a trabajar para que estuviera funcionando lo más pronto posible".
Era el 15 de octubre de 1985, el fenómeno natural había pasado y aunque faltaba mucho para restablecer el funcionamiento normal del instituto, los profesores se unieron: barrieron, limpiaron y en cinco días, las clases reiniciaron.
El capital humano
El Campus Sinaloa del Tecnológico de Monterrey inició operaciones el 8 de agosto de 1983, por iniciativa de un grupo de empresarios que confiaron en el prestigio de su sistema educativo para impulsar la región y colaborar con su desarrollo.
Primero en un local provisional, ubicado en Malecón Niños Héroes 470 oriente, con una población estudiantil de 127 alumnos y luego por Bulevar Madero, sus instalaciones actuales se inauguraron el 15 de agosto de 1985.
Había 432 estudiantes, 269 de preparatoria y 163 de profesional, se ofrecían las carreras de Contabilidad, Administración de Empresas, Ingeniería Industrial e Ingeniería en Sistemas Computacionales.
Sólo tenían un edificio y todas las clases se impartían: las regulares, de educación artística y deporte. En los pasillos ensayaban y en los alrededores corrían.
"Hace 25 años estos terrenos no valían prácticamente nada, no había desarrollo. Había criaderos de marranos, no había buen acceso, ni estacionamiento, los salones sólo tenían abanicos", recuerda.
"Y esos estudiantes confiaron en nosotros, pagaron colegiaturas altas sin buenas instalaciones y ahora son empresarios y han contribuido al desarrollo".
Aún con carencias, en los 20 indicadores de calidad de todo el sistema, los de Culiacán sobresalían. Llegó a ser el mejor evaluado, incluso que Monterrey, México y Guadalajara.
"Preguntaban por qué? Era por la gran comunicación, estábamos pendientes de los problemas y les dábamos seguimiento".
Puentes fue profesor de cátedra, de tiempo completo, director de servicios escolares, de preparatoria, de profesional, de graduados, y era director administrativo del Campus Laguna cuando lo nombraron director general del de Sinaloa.
Haber recorrido todos los puestos de la institución, dice, le dio la oportunidad de entender a fondo la vida estudiantil y hacer propuestas que se fueron adoptando en los demás campus.
Mandaron al extranjero a profesores, buscaron fondos, becas y cambiaron la mentalidad de la educación.
"A lo mejor no se invirtió en el equipo de cómputo, pero no podíamos hacerlo sin capacitar antes al capital humano. Para la educación es vital, podemos tener instalaciones regulares, pero la gente que está ahí debe estar capacitada, motivando a los estudiantes".
Una idea que impactó en todo el Sistema Tec, fue el haber cambiado el modelo educativo.
Del mesabanco a la mesa
Atrás dejaron el modelo centrado en el profesor, para aplicar el aprendizaje colaborativo, que era una tendencia en Europa. Cambiaron mesabancos por mesas, para intercambiar ideas y enriquecer el aprendizaje.
"Cuando yo era estudiante, gran parte de lo que aprendí, salvo profesores importantes, era por los libros. Si teníamos examen nos reuníamos y aprendíamos todo lo del semestre alrededor de una mesa", recuerda.
"Nos desvelábamos, comentábamos y después de no haber estudiado todo el mes, con unas cinco o seis horas de estudio en una noche, hasta el más burro pasaba".
Un día llegó Rafael Rangel, Rector general del Tec de Monterrey, se encontró con que no había mesabancos y se lo reprochó a Puentes cuando le dijo que los había regalado, pero los comentarios de los estudiantes fueron excelentes.
Otros aportes
A mediados de los años 90, en Culiacán había una crisis social en el consumo de enervantes y el sueño del director del Tec era tener una institución libre de drogas, por lo que propuso hacer exámenes antidoping al personal y los estudiantes.
La iniciativa fue apoyada por Javier Valdez, entonces director de asuntos estudiantiles, y contrario a lo que muchos pensaban, los padres de familia aceptaron.
Se hizo pruebas él, el personal, los profesores y convocó a los padres.
"No quiero tener gente que en algún momento quiera vender droga a sus hijos, o un maestro que llegue drogado y cometa alguna tontería con los muchachos", les dijo.
"Pero qué pasa si un alumno llega drogado a la escuela y empieza a contaminar a otros. Tenemos que prevenir y quiero que me apoyen con exámenes antidoping aleatorios cada mes, sin costo extra para ustedes".
Todos lo apoyaron y un año después, todo el sistema Tec estaba legislando para implementar la medida en todos los campus.
"Se trataba de ayudar a quienes tuvieran algún problema, no de correrlos si demostraran que estaban en tratamiento, se les daba seguimiento y si reincidían se daba la baja definitiva. Esa fue una contribución del campus al sistema".
El Tec hoy
Para Javier del Ángel, profesor de preparatoria en los inicios del Tec y actualmente padre de familia de un estudiante, aunque no tenían un espacio adecuado, la premisa era cumplir con los estándares académicos establecidos por la Rectoría.
"Para nosotros no había distingos en el nivel de enseñanza y aprendizaje de quien estudiara en Monterrey o en Culiacán", dice.
Poco a poco, añade Puentes, se fue formando un entorno favorable para la vida estudiantil. Se hicieron las primeras canchas, un estanquillo, otro piso, un auditorio, cubículos; otro edificio, un centro informático de alto nivel que facilitó la oferta de estudios a distancia, en los que el Tec está a la vanguardia.
Dos nuevas edificaciones se erigieron recientemente: una para biblioteca y oficinas académicas y otra para las artes y el acondicionamiento físico.
"Han pasado 25 años desde el primer día de clases", recuerda Del Ángel. "Las Apple 64 son hoy piezas de museo. El campus hoy cuenta con una poderosa red inalámbrica que permite a los alumnos acceder a las más importantes bases de datos del mundo".
Algunos profesores de los primeros años han vuelto como maestros, directivos o padres de familia, coinciden en los pasillos y recuerdan con alegría el día en que llegó Tec de Monterrey, a Sinaloa.
"Para nosotros no había distingos en el nivel de enseñanza y aprendizaje de quien estudiara en Monterrey o en Culiacán".
Javier del Ángel
Profesor
TECNOLOGÍA DE VANGUARDIA
Actualmente, las aulas del Campus Sinaloa tienen la más alta tecnología para que el proceso enseñanza aprendizaje fluya.
SINALOA
En el estado, el Tec de Monterrey está en Culiacán, Mazatlán y cuenta con una unidad en Los Mochis.
A saber
* La unidad Los Mochis, del Tecnológico de Monterrey Campus Sinaloa, inició sus operaciones en agosto de 2000, ofertando programas de Bachillerato Bilingüe de manera presencial, Seminarios, Diplomados y Maestrías a través de la Universidad Virtual.
* En Culiacán ofrecen dos programas de bachillerato: Bilingüe y Bicultural, y las carreras de Ingeniería y Ciencias Básicas, Administración y Ciencias Sociales, las concentraciones profesionales de BioNegocios y de Administración del Comercio al Detalle, así como posgrados en línea.
