Creo en la grandeza del individuo. Creo que me encuentro en esa vida para un fin determinado. Creo que ese fin consiste en reintegrar a la vida más de lo que he tomado.
Creo en la integridad de otras personas, en la seguridad con que intentan seguir con mi mismo celo la creencia mía.
Creo que la alegría de las personas mayores, cuya experiencia y devoción inquebrantable ha preservado para mí las hermosas herencias del pasado.
Creo en la magnificencia del pasado, sabiendo de antemano que sin sus riquezas atesoradas, simplemente no poseería nada.
Creo en el reto del futuro, comprendiendo plenamente que no habrá porvenir a menos que se reviva a través de mi humilde persona.
Creo en el contagio de la salud y en que podré esparcir sus beneficios a través de la alegría. Costumbres sanas, el uso sensato de energías y el correcto consumo de alimentos.
Creo en la nobleza del trabajo, como la expresión creativa de lo mejor que está dentro de mi cuerpo y alma, y como aportación para aminorar la carga común de todos.
Creo en la bondad de la diversión noble, como un medio de depurar a mi cuerpo de cansancio, pero sobre todo, de liberar a mi alma de la amargura.
Creo en Dios, el ser supremo que justifica todas estas creencias. El significado, la chispa, que como susurro, me proyecta constantemente hacia metas mayores y aún no logradas.
Teniendo consideración que al supremo hacedor le interesan las cosas, llego a creer que ni la muerte me puede despojar de esas convicciones tan valiosas para mí.
