En una empresa, tenía el director un cuadro en su oficina con la siguiente leyenda: "Haz todos los días feliz a una persona, o cuando menos hazte feliz a ti mismo".
Pero está equivocado, porque nadie da lo que no tiene. Por lo tanto, primero debes ser feliz, para que puedas hacer felices a los demás. Por eso Jesús decía: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo".
Si esta noche, pensáramos al ir a dormir, que tal vez sea nuestra última noche sobre la Tierra, con qué alegría miraríamos al amanecer. Porque en él encontraríamos infinidades de hacer el bien a los demás; ya no tendríamos pecados de omisión, porque a cada persona que encontráramos triste, melancólica, buscaríamos vivir el momento presente; porque ¿quién puede darnos la certeza de que mañana podremos realizar lo que deseamos?
Mañana es el día de los haraganes, de los zánganos, de los ineptos, de la gente que se pasa la vida esperando. Pero el hoy es tuyo, el hoy es tu única oportunidad de crecer y desarrollarte sirviendo a los demás y haciéndolos felices.
No hay que dejar que el corazón suspire por ese día que pasó. Ni que nuestra mente piense que el mañana resolverá nuestros problemas, sino hoy.
Hoy, hay que enfrentarnos al reto de vivir.
Hoy, hay que buscar la creación y el crecer.
Hoy, hay que resolver nuestras preocupaciones.
Hoy, hay que luchar.
Hoy, hay que vencer y en este mismo día, embriagarnos de la satisfacción de haber realizado lo que nos hemos propuesto. Porque sólo tenemos este instante... ¡Y hay que vivirlo plenamente!
* Los artículos publicados en este espacio están contenidos en el libro 'Vivir cada día'.
