Un cuento mencionó que había una joven muy hermosa que preguntaba periódicamente a su espejo: ¿Soy yo la más bella?
El fiel espejo respondía, invariablemente, a lo largo de los años: ¡Eres la más bella! Sin embargo, un día respondió a la pregunta ritual: Eres exactamente menos fea.
¡Pobre espejo!, exclamó la belleza que envejecía. "El tiempo ha desgastado todo tu poder y alteras mi reflejo"... dijo, y conmovida, cogió el espejo y lo arrojó al fondo de un viejo cofre.
Como lo demuestra la sabiduría de este cuento, tenemos demasiada tendencia a vernos tal como creemos ser, y no tal como somos.
Es evidente que estamos lejos de conocer las fuerzas oscuras que nos agitan y que constituyen, incluso en las personas más normales, obstáculos para una apreciación realmente objetiva de uno mismo.
Una estadística efectuada entre personas de una inteligencia y cultura medianas, pone de relieve la ignorancia en que se hallan muchos respecto a su propia personalidad.
El 50 por ciento de las personas examinadas se juzgan de una manera extremadamente superficial; el 35 por ciento se conocen de un modo más o menos correcto pero fragmentado; el 10 por ciento tiene una idea bastante justa de ellos mismos; y el 5 por ciento se evalúan en forma notablemente lúcida.
Entre los obstáculos para el conocimiento de nosotros mismos, está la insuficiencia del espíritu de observación. Muchas personas no saben observar ni al mundo exterior ni a su propia persona.
Es casi increíble la pobreza de nuestro poder de observación, de verdadera observación.
Es preferible tener algunas bases para conocerse bien, que hacer lo que tantas personas hacen: leer con regularidad su horóscopo para saber como van a reaccionar y que les depara el destino.
Quienes se interesan por comprender a los demás, se comprenden forzosamente a sí mismos, porque conocer a otro equivale a tomar conciencia de las semejanzas y de las diferencias que existen entre los demás y uno mismo.
Por temor a la verdad, nos mentimos a nosotros mismos, y se miente, se disfraza, se deforma, se hallan buenas razones; y, como la bella del espejo, no tiene por verdadero sino aquello que sólo le conviene.
¿Seguirás siendo un extraño a ti mismo?